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“Los algoritmos son superdifusores de contenido falso, lo difícil es hacer viral su corrección”

El primer empleado de Twitter, Evan Henshaw-Plath, que acaba de lanzar la red social alternativa Planetary, asegura que poner límites a las grandes tecnológicas haría el capitalismo más eficaz

Evan Henshaw-Plath, en una conferencia de la Open Society en Nueva Zelanda en 2016.
Evan Henshaw-Plath, en una conferencia de la Open Society en Nueva Zelanda en 2016.Mark Tantrum

Fue el primer empleado y director de tecnología de Twitter, cuando solo era un proyecto de la empresa Odeo. En su cabeza, sería una plataforma para coordinar manifestaciones, pero acabó convirtiéndose en una enorme red social. Para entonces, Evan Henshaw-Plath ―alias Rabblehabía vendido sus acciones de Twitter por unos pocos miles de dólares para comprarse un coche de segunda mano con el que irse a recorrer EE UU.

A lo largo de estos años, el informático ha estado involucrado en el desarrollo de herramientas para activistas y para la organización de sociedad civil. Ahora acaba de lanzar Planetary, con la que pretende cumplir el sueño original de Twitter: ser una plataforma descentralizada, abierta, distribuida y sin anuncios donde cada persona gestiona sus datos y los creadores pueden ser recompensados por su trabajo en sus propios términos. También trabaja con el cofundador de Twitter Jack Dorsey en la creación de un protocolo descentralizado para la nueva generación de redes sociales. Durante dos horas y por videoconferencia contestó a las preguntas de EL PAÍS desde Uruguay, donde reside.

Pregunta. ¿Por qué Planetary?

Respuesta. La idea se remonta unos 15 años, a los orígenes de Twitter. Al principio, se tomó la decisión de hacer de Twitter un protocolo abierto [el que permite que cualquiera pueda desarrollar nuevas versiones o añadir herramientas], pero cuando Twitter lanzó su plataforma descentralizada en 2008, la tecnología se vino abajo. Se estaba registrando tanta gente que el sistema no aguantó. Entonces, la empresa se centró en hacer que funcionara, aunque no fuera mediante un protocolo abierto. Desde entonces, muchos nos hemos planteado: ¿Y si tuviéramos esa otra alternativa ahora? ¿Qué pasaría si Twitter funcionase más como ese protocolo abierto en lugar de ser solo una aplicación de una empresa? Así que construimos Planetary para mostrar que es posible.

P. ¿En qué se diferencia de redes sociales centralizadas como Facebook o la propia Twitter?

R. Los sistemas centralizados empoderan menos a los usuarios y son menos innovadores. Menos innovadores porque cualquier nueva característica debe partir de la empresa, frente a la opción de que cualquier usuario pueda añadir y probar cosas sin permiso. Empoderan menos porque desincentivan a la gente a actuar. Las personas no pueden resolver problemas como el acoso por sí mismas, es la plataforma la que decide qué cuentas se suspenden y no hay transparencia en ese sistema ni capacidad para implementar otras soluciones.

Además, los usuarios y las comunidades de usuarios tienen muy poco control sobre con quién están conectados. En TikTok es un proceso fundamentalmente algorítmico. En Twitter, Facebook e Instagram los usuarios tienen más margen, pero estas empresas pueden manipular a tus seguidores sin que puedas decir nada.

Necesitamos incorporar herramientas que cambien esa relación de poder. Esto es lo que hacen los sistemas descentralizados, cuya tecnología subyacente empodera a los usuarios. Estos controlan sus relaciones sociales y su identidad, no son solo una cuenta existente en un servidor. También pueden utilizar la plataforma para construir su propio sistema. Además, en Planetary estamos desarrollando herramientas para creadores que les permiten habilitar espacios privados cifrados donde puedan definir quién está en su comunidad, quién puede ver su contenido y cómo pagar para unirse a ellos.

P. Hablando de creadores, ¿qué le parece que algunos youtubers españoles se muden a Andorra para no pagar impuestos?

R. Que la gente se escape para evitar pagar impuestos es ventajoso para ellos pero malo para la sociedad. Antes tenía mucho sentido cobrar impuestos a las personas allí donde viven. Ahora una buena parte de los trabajos no están conectados a los espacios geográficos sino a los a los digitales. Por eso necesitamos un sistema digital de impuestos capaz de identificar en qué lugares gana su dinero cada persona y en cuántos debe pagar. Una plataforma que grave a las personas y a las empresas en todos los sitios donde se está desarrollando su actividad económica.

P. ¿Cómo podría crearse un sistema global de recaudación eficiente de impuestos como el que plantea?

La tecnología blockchain proporciona transparencia absoluta sobre todas las transacciones financieras de una manera que no pueden hacer los bancos. Puedo ver adónde fue una moneda en particular y exactamente quién la tenía. Puedo trazar su recorrido. Esto permite automatizar el proceso para recaudar impuestos de manera eficiente en los lugares adecuados. Esto es algo que bien podría implementar la Unión Europea, aunque no creo que vaya a suceder pronto.

P. Dorsey quiere descentralizar Twitter con el proyecto Bluesky. ¿Qué es y cómo nació?

R. Jack compartía la visión inicial de basar Twitter en un protocolo abierto, y en los últimos años se ha creado un ambiente propicio para ello. BlueSky es un proyecto para construir una nueva generación de redes sociales descentralizadas y abiertas que permita la coexistencia de plataformas como Twitter o Planetary sin limitarse a una empresa, donde todos nos beneficiemos de la participación de los demás. El protocolo no está terminado. Somos una red bastante abierta de unas cien personas que participamos en su diseño. Hay académicos, individuos, desarrolladores, representantes de empresas… Además de Twitter, gran parte del trabajo lo financia el proyecto Next Generation Internet de la Comisión Europea.

P. ¿Qué le parece la decisión de Twitter y Facebook de sacar a Trump de sus plataformas? ¿Cómo habría gestionado esto una plataforma descentralizada?

R. Dada la configuración actual, creo que estas empresas están haciendo un buen trabajo en un problema imposible. Hacen lo correcto al prohibir el discurso del odio, pero el mundo que tenemos no es el que deberíamos estar construyendo. Las plataformas digitales son como los centros comerciales: cuando estás en ellos sientes que estás en un espacio público y abierto pero en realidad es propiedad de una corporación que decide qué está permitido hacer allí. Debemos dejar de pedirles a estas empresas que sean mejores policías y en su lugar construir y diseñar herramientas en la esfera pública que ayuden a las personas a gobernarse a sí mismas y a castigar a los usuarios por comportamientos antisociales.

Necesitamos herramientas de automoderación que permitan a las comunidades en cada plataforma prohibir por sí mismas ese tipo de comportamiento. Tenemos que empoderar a los usuarios para que sean ellos quienes definan cuáles son las normas sociales en los espacios sociales online, con qué procesos transparentes contarán para alertar sobre su violación y qué sanciones se impondrán. Además, debe poder haber niveles graduales de castigo, no solo blanco o negro.

P. ¿Cree que es posible el autogobierno online?

R. Eso es la democracia, y como tal deberíamos gobernar nuestros espacios digitales. La forma de trasladarlo al mundo online es construir las leyes en la tecnología subyacente para empoderar a las personas a construir regulaciones sobre lo que es un comportamiento aceptable y cuáles son las consecuencias. Esto no acabará con los problemas pero nos dará una mejor estructura para gestionarlos.

Una buena metáfora es la planificación urbana. El diseño de las ciudades da forma al comportamiento humano. Si sustituyes carreteras por plazas, cambiarán las interacciones en esos espacios. Lo que estamos construyendo con sistemas digitales es algo similar a indicar por qué calles pueden pasar los coches y por cuáles no, por dónde van las personas o quién tiene voz en lo que sucede en estos espacios. ¿Quién puede responder a mis publicaciones? ¿Cualquiera puede velas? ¿A quién puedo delegar la toma de este tipo de decisiones?

Por muy malos que sean los sistemas centralizados, son mejor que nada

P. ¿El mundo sería mejor sin sustituyéramos las redes sociales centralizadas por alternativas descentralizadas?

R. Una de las cosas que la gente olvida es que el Estado autoritario de los ecosistemas de redes sociales centralizados nos protege de muchas maneras. Nos referimos a Silicon Valley como algo libertario y supercapitalista, pero en realidad es una combinación de eso y de una especie de modelo europeo de socialdemocracia donde el Estado tiene un papel activo en el bien de la sociedad. Si nos deshacemos de ellos por completo y no reconocemos ese trabajo, daremos paso a una sociedad [digital] sin el equivalente al Estado que trabaja para incentivar el comportamiento prosocial. Sería como abolir el Gobierno, y ya sabemos cómo acaba si no lo reemplazas con otras instituciones; la gente regresa a los clanes y las milicias.

Por muy malos que sean los sistemas centralizados, son mejor que nada. Para sustituirlos por plataformas descentralizadas necesitamos construir alternativas viables mediante reglas tecnológicas e instituciones sociales que hagan un mejor trabajo en regular el comportamiento social.

P. ¿Cómo combatir el discurso del odio en internet?

R. Podemos hacer que sea más fácil o más difícil encontrar la información o las comunidades conspiracionistas. Podemos hacer que no tengan páginas destacadas; etiquetarlos como grupos de odio o hacer que sean menos accesibles. Las herramientas tecnológicas deben ser mejores, pero creo que esto es un problema de personas. Se trata de conexión social. Por eso, debemos dificultar el flujo hacia estas comunidades. Las personas que se unen a ellas lo hacen porque encuentran allí un sentido de pertenencia que aporta un significado a sus vidas. Por eso la forma de combatirlas es mediante inclusión y protección: sacar a las personas de ahí a través del sentido de la comunidad y de brindarles significado de una manera que no sea intolerante y dañina.

P. ¿Y qué hacer contra la pandemia de la desinformación digital?

R. El problema con la desinformación online es que no hemos aprendido a leer los medios digitales, a interpretar lo que es real y lo que no lo es. Hemos desarrollado formas de etiquetar los bulos y hacerlos visibles, pero necesitamos mejores herramientas para definir y debatir qué es la desinformación. Necesitamos comunidades de personas comprometidas con ello y encontrar una manera de financiar el trabajo que hacen pequeñas organizaciones neutrales de verificadores sin ánimo de lucro. No puede ser que esto se sustente en voluntarios.

Por otra parte, los gobiernos deben estar dispuestos a participar en los debates y lugares donde se está llevando a cabo la desinformación. Por ejemplo, en torno a las vacunas contra la COVID-19 se hacen declaraciones formales en los canales oficiales pero no en los lugares donde sucede la conversación de manera informal. No están donde están las personas.

P. ¿Cree que hay que intervenir en los algoritmos que facilitan la viralización de la desinformación?

R. Los algoritmos son superdifusores de contenido falso, y es muy difícil conseguir la propagación viral de su corrección. Debemos crear un sistema mediante el cual las personas puedan publicar las correcciones y estas se muestren junto con la publicación original cuyo contenido sea falso. Son problemas de diseño complicados, pero creo que se puede resolver.

P. O se podría simplemente no priorizar ningún tipo de contenido…

R. Todos los que tomaron la decisión de hacer las cosas menos virales y menos atractivas perdieron. Nadie volverá a tomar esa decisión porque el resultado es que la gente dejará de usar la herramienta. Ese es uno de los problemas más difíciles. Es casi una presión evolutiva.

Imagen de la red social alternativa Planetary.
Imagen de la red social alternativa Planetary.

P. ¿Es importante la privacidad online?

R. Sin duda. Nos da libertad para tener diferentes versiones de nosotros mismos. Deberíamos tener derecho a tener una cena o un chat con amigos sin que el mundo entero esté escuchando nuestra conversación. La forma de hacerlo es a través de la encriptación. Necesitamos herramientas tecnológicas para elegir qué nivel de privacidad queremos: que se nos permita cerrar las puertas y tirar de las cortinas de nuestras ventanas en el espacio digital.

Por ejemplo, dos amantes que no están en el mismo espacio se envían fotos como forma íntima de conectarse a distancia. Técnicamente, si esos intercambios son encriptados es como estar en un dormitorio con la puerta cerrada. Pero la tecnología hace que la violación de la privacidad sea muy fácil. Eso es enormemente dañino. Vemos a personas suicidarse debido a estas cosas. Es un problema muy serio que perjudica más a las personas más desfavorecidas.

P. Ahí entran también los menores. ¿Cómo protegerles?

R. Es un proceso gradual. Un niño de tres años tiene diferentes necesidades de privacidad que uno de 15. Los padres deben contar con herramientas para tutelar a sus hijos en la vida digital como lo hacen en la vida física, pero que permitan a los niños tener cierta autonomía y privacidad. Esto se ve especialmente con los niños LGTBIQ. Internet les permite llegar a un mundo más amplio y obtener apoyo y validación sin que sus padres puedan observar todo lo que hacen.

P. Se critica a menudo el modelo de negocio basado en anuncios microsegmentados como causa de muchos de estos problemas. ¿Otros modelos son posibles?

R. Los anuncios personalizados son inútiles y están mal orientados. Hoy me han mostrado publicidad de ropa interior para la menstruación… Por otra parte, los incentivos de las plataformas y de los anunciantes a menudo no están alineados. Sospecho que nos moveremos a mercados basados en relaciones entre los creadores y los anunciantes, y no entre las plataformas y los anunciantes. Estos no comprarán los anuncios de Facebook sino la posibilidad de que se publiquen en los muros o perfiles de un creador en particular en diferentes plataformas. La gente está pagando por la inclusión y la conexión, no por el contenido en sí. Por otra parte, vamos hacia modelos de suscripción. Redes como Twitter ya ganan mucho dinero con cosas que no son anuncios. Mi conjetura es que el objetivo a largo plazo es diversificar los ingresos lejos de la publicidad.

Los monopolios tecnológicos están perjudicando a la innovación, porque sus recursos ilimitados pueden destruir a nuevos rivales

P. En la UE y en EEUU hay abiertas investigaciones por conductas anticompetitivas contra Facebook, Google, Apple o Amazon. Hay quienes sugieren dividir estas empresas o nacionalizarlas. ¿Qué opina?

R. Creo que es importante distinguir entre el conjunto de personas involucradas en startups y tecnología y las pocas grandes empresas que dominan el mercado. Los accionistas de Google, Facebook, Apple, Microsoft y Amazon y sus ejecutivos quieren que esas empresas sigan teniendo un poder desproporcionado. Los monopolios tecnológicos están perjudicando a la innovación, porque tener empresas con recursos ilimitados puede destruir a nuevos rivales.

Desde Planetary, lo que más me preocupa es el poder de Google Play y de la App Store de Apple. Definen lo que puedes cobrar, lo que puedes decir y reglas increíblemente detalladas sobre cómo deben funcionan las aplicaciones que quieran tener acceso a esas plataformas y a los consumidores. Por eso es necesario poner límites a estos gigantes, y ello haría más eficaz el capitalismo de Silicon Valley, al abrir el mercado. Si la UE define el marco regulatorio, Silicon Valley tendrá que seguirle.

P. ¿Siendo así, podría una aplicación como Planetary competir con Facebook o Twitter?

R. Es más complicado tener su efecto de red. En un sistema centralizado es posible realizar cambios radicales mucho más rápido, mientras que en un ecosistema de redes sociales descentralizado puedes probar muchas más cosas a la vez. Nadie ve a WordPress como un gigante pero lo es, solo que descentralizado. Es una plataforma enorme y poderosa que incluye una gran parte de las páginas de todo el mundo, y es de código abierto.

En los ecosistemas descentralizados hay muchas empresas y muchos creadores. La posibilidad de que cada uno de ellos tenga éxito es menor, pero la posibilidad de que todo el ecosistema continúe evolucionando es alta. Una vez que decides hacia dónde vas, no vas tan rápido, pero se exploran más cosas y, cuando una funciona, no muere. No podría pasar lo que le sucedió a Farmville y Zynga, unos juegos que fueron muy populares en Facebook que desaparecieron porque la red social decidió cambiar sus reglas. Facebook facilitó que crecieran y que murieran igual de rápido.

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