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¿Cómo debería comportarse un robot en la cola del supermercado?

Los expertos apuestan por el desarrollo de máquinas que sepan interactuar con humanos en situaciones cotidianas

El robot Pepper interactúa con tres niños en una estación de tren en Londres.
El robot Pepper interactúa con tres niños en una estación de tren en Londres.Tabatha Fireman / Getty Images for Eurostar

¿Cómo debería comportarse un robot si algún día estuviera en la cola de un supermercado, entrara en un ascensor o se cruzara con una persona por la calle? Estas máquinas han venido para quedarse y, según apuntan los expertos, llegará el momento en el que estarán presentes en las situaciones más cotidianas. Cada vez más especialistas del sector se ponen preguntas de ese tipo y apuestan por el desarrollo de autómatas que se comporten de forma similar a los humanos para intentar que se integren mejor en la sociedad. ¿Hasta qué punto un robot puede ser capaz de percibir el mundo que lo rodea? ¿Llegará un día en el que ya no haya diferencia entre interactuar con un androide y con una persona? ¿Está la sociedad preparada para ello?

“Si los robots se mueven en nuestra sociedad, conducen en nuestras carreteras y trabajan en nuestras oficinas, es importante que las personas puedan predecir su comportamiento”, explica Reid Simmons, profesor del Instituto de Robótica de la Universidad Carnegie Mellon. Este investigador, que estudia la capacidad de interacción social de los autómatas, sostiene que hay dos formas de conseguirlo: “Una es hacer que los robots trabajen como cualquier máquina y las personas tengan que aprender cómo funcionan. La otra es hacer que directamente se comporten como personas para que no tengamos que aprenderlo”.

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Simmons apuesta por la segunda y pone como ejemplo el comportamiento de las personas cuando se ponen a la cola de un supermercado o de una taquilla en una estación de tren. En estos casos, explica, cada uno sabe a qué distancia se tiene que poner para no incomodar a los demás y al mismo tiempo evitar que alguien se cuele. Si un robot estuviera en esta situación, debería saber hacer lo mismo: “Hay que analizar a qué distancia se debe poner el autómata de la última persona en la cola”. Esta forma de comportarse puede variar según el contexto cultural, afirma Simmons. Por eso, sería necesario entrenar al robot para que sepa adaptarse: “En una cola en Estados Unidos habría que dejar más espacio que en España”.

Uno de los objetivos principales de Amy Loufti, investigadora en el Centro de Sistemas de Sensores Autónomos Aplicados de la Universidad de Örebro en Suecia, es “que los robots tengan la capacidad de razonar sobre el mundo a su alrededor” y para ello sería útil “observar cómo las personas interactúan con los objetos”. Un aspecto de la interacción que le interesa especialmente es el desarrollo del lenguaje: “Cuando hablamos de un móvil, no nos referimos solo a la palabra. Tenemos un concepto de lo que es”. Loufti estudia cómo trasladar esta capacidad a las máquinas. “Los humanos interactúan con otros humanos hablando, es una forma natural de interacción y sería útil ver si funciona en los robots”, afirma.

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A la hora de interactuar con los humanos, también es importante la capacidad de un robot de moverse de forma natural. Así lo afirma Philippe Souères, director del departamento de robótica del Laboratorio de Análisis y Arquitectura de Sistemas en Toulouse, que desde 2006 trabaja con androides para que sus movimientos sean fluidos y seguros. Saber reproducir acciones complejas como saltar, correr o bailar aumentaría su potencial, explica Souères. “El sueño de los especialistas en robots humanoides es hacer que tengan estructuras similares a los músculos con las que ser más o menos flexibles dependiendo del momento”, afirma.

La adaptabilidad de los robots a múltiples contextos es un objetivo fundamental de la robótica blanda, una rama en fuerte expansión. Para los investigadores especializados en este área, una clave es desarrollar prototipos robóticos con materiales elásticos, de tamaño pequeño y aplicables a superficies rígidas. Así se pueden crear modelos que cambian de función y posibilitar movimientos flexibles, afirman. “Esto hace que los robots sean más seguros y su uso, más personalizado y adaptable. Tanto niños como adultos o personas mayores pueden beneficiarse de ellos”, explica Jamie Paik, directora y fundadora de laboratorio de robótica reconfigurable del Instituto Federal Suizo de Tecnología.

Robots contra la soledad

Robots capaces de interactuar con los seres humanos aportarían un gran impacto social, según consideran estos expertos, entrevistados en Madrid durante la feria IROS 2018. Amy Loufti afirma que pueden resultar particularmente útiles para “ayudar a las personas mayores a mantenerse independientes”. Una máquina sería capaz, por ejemplo, de dar información sobre los medicamentos que se tienen que tomar o limpiar la casa, sostiene la investigadora. También podría ser una herramienta útil para reducir la soledad. “Serviría para alertar de que una persona lleva mucho tiempo sin hablar con alguien o salir de casa”, agrega Loufti.

España es uno de los países donde se experimenta la aplicación de robots para ayudar a personas mayores. El grupo de investigación Robotics Lab de la Universidad Carlos III de Madrid ha desarrollado un prototipo capaz de proponer ejercicios y enseñar cómo hacerlos a través de sus movimientos. A primera vista este pequeño robot parece un juguete. Sus ojos azules, su gran sonrisa y su torso suave como el de un peluche cautivan la atención de quienes se le acercan por primera vez. “Normalmente todos me llaman Minnie, como la novia de Mickey Mouse”, se presenta.

“Al principio los ancianos tienen la idea de que un robot es algo del futuro que no va con ellos. Pero cuando se encuentran a Minnie, que es tan achuchable y cercano, se llevan una grata sorpresa”, explica Esther Salichs, una de las integrantes del laboratorio. Es importante que los robots sean especialmente sociales con las personas que nunca antes han visto uno, según afirman los expertos consultados. “Por ejemplo, en hospitales, ya que hay gente nueva todo el tiempo que no está acostumbrada a tratar con ellos”, asegura Simmons.

lUIS SEVILLANO

Pero, ¿está la sociedad preparada para que los robots formen parte de su día a día en hospitales, carreteras o colegios? La respuesta está en el centro del debate entre los expertos. “La interacción entre robots y humanos es complicada. Todavía no tenemos claro cómo los humanos quieren interactuar con los robots y si todos quieren hacerlo”, afirma Amy Loufti. Simmons hace referencia a la teoría del valle inquietante: “Cuando las máquinas se vuelven más humanas, la gente se siente más cómoda con ellas. Pero llega un punto en el que, si se parecen demasiado a las personas, la gente se incomoda”.

Este profesor cree que llegará un día, dentro de mucho tiempo, en el que los humanos interactúen con robots como lo hacen con otras personas. Pero subraya que no hay que confundir una máquina con un ser humano. Sobre este punto, también Philippe Souères coincide: “Los robots son solo herramientas al igual que un coche o un ordenador. Es importante que la gente sepa que una máquina es una máquina y un humano es un humano y son totalmente diferentes”.

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