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La muerte de Juan Pablo I

Pudo haber dirigido una Iglesia sin traumas

Ha sorprendido a autoridades eclesiásticas y civiles y, en general, a personalidades relevantes de la vida pública por lo inesperado del suceso. El escaso tiempo que llevaba al frente de la Iglesia no ha hecho posible calibrar -según se desprende de las declaraciones de estas personas- las líneas maestras de su papado. Casi todos coinciden en afirmar que era un «Papa bueno», «un hombre de sonrisas y de esperanzas», el hombre, en definitiva, que hubiera podido conducir a la Iglesia, sin grandes traumas, en medio de unos tiempos cargados de dificultades. Estas mismas esperanzas mantienen y desean que se cumplan en la próxima elección de un nuevo Pontífice.

Juan Pablo I murió tras una jornada normal de trabajo

La muerte del papa Juan Pablo I, fallecido a los 66 años en la noche del jueves en su habitación del Vaticano, mientras leía La imitación de Cristo, de Kempis, puso fin al papado más breve de los últimos tres siglos. Queda así vacante, por segunda vez en dos meses, la silla de Pedro. Sepone ahora en marcha un complicado mecanismo para elegir al sucesor del Papa muerto. El cónclave comenzará probablemente dentro de quince días, según estipuló en las normas dictadas al efecto el penúltimo papa, Pablo VI.

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