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“Los grandes pensadores han legitimado que las mujeres somos juguetes, regalos y vasijas”

La filósofa feminista Ana de Miguel, autora de ‘Ética para Celia’, defiende enseñar con perspectiva de género: “Saber por qué las mujeres han estado excluidas del conocimiento es conocimiento”

La filósofa Ana de Miguel, frente a la playa del Sardinero, en Santander, el pasado 19 de agosto.
La filósofa Ana de Miguel, frente a la playa del Sardinero, en Santander, el pasado 19 de agosto.ALBERTO LOSA
Pilar Álvarez

La filósofa y profesora feminista Ana de Miguel (Santander, 59 años) disecciona en su último ensayo cómo la historia del pensamiento ha evolucionado con un mensaje diferente para hombres y para mujeres. En Ética para Celia. Contra la doble verdad (Ediciones B), la pensadora revisa mitos y autores con retranca y sin piedad: desde Zeus y su afán violador a la envidia de pene que proclamó Sigmund Freud o la educación de las mujeres para hacer “la vida dulce y agradable a los hombres” que defendía Rousseau. De Miguel pide que ahora sean ellos quienes miren desde el lugar de las mujeres y subraya que no es un libro para chicas igual que Ética para Nicómaco, de Aristóteles, no era solo para chicos. “La filosofía y la ética han instaurado y legitimado un sentido de la vida distinto, a menudo opuesto, para los hombres y las mujeres”, defiende la pensadora, que imparte Filosofía y Género e Informática y Sociedad en la Universidad. Mientras responde a las preguntas por videollamada desde Santander, está pendiente del técnico que ha ido a cambiarle las persianas y, en un receso, tiende una lavadora. Tareas pequeñas, sí, pero que pueden marcar la visión del mundo, “sobre todo condicionan la de quien ha escrito un libro de ética a su hijo sin haber puesto una lavadora en su vida”. La conversación empieza con la última polémica educativa: incluir perspectiva de género en el aprendizaje del alumnado.

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Pregunta. ¿Considera necesario incluir perspectiva de género en las matemáticas de primaria?

Respuesta. El sistema educativo tiene que incluir siempre una perspectiva crítica respecto a cuál es el sentido de la vida en la comunidad humana, sobre quiénes somos, de dónde venimos. Y reflexionar sobre por qué a las mujeres se las excluyó durante miles de años, no ya de la educación, sino de lo que se consideraba bueno y valioso para los hombres. Pensar sobre por qué Platón pone en su academia que allí no puede entrar nadie sin saber geometría y que no puede entrar ninguna mujer. Saber por qué las mujeres han estado excluidas del conocimiento forma parte del conocimiento.

El sistema de dominación patriarcal es el más invisible. Solo se hace visible si lo estudiamos

P. ¿Por qué cree que ha despertado tanto recelo este asunto?

R. Lo comprendo muy bien. No tanto el de algunos partidos que lo usan para provocar y marcar territorio, sino el de los docentes. El sistema de dominación patriarcal es el más invisible, solo se nos hace visible si lo estudiamos. Pongo un ejemplo, porque solo con conceptos se ve. Yo tenía 19 años durante el golpe de Estado del 23-F. Estudiaba ya Filosofía en Salamanca y tenía mucha conciencia feminista. Cuando vimos las imágenes, ninguna nos fijamos en que no había mujeres en el Parlamento. Teoría etimológicamente viene de ver. Vemos a través de los conceptos. Eso lo saben las científicas: la tierra es redonda, aunque la veamos plana. No había mujeres y no lo veíamos. Hay que comprender que no lo vean, que les parezca una chorrada. Sin teorías ni conceptos no puedes ver la importancia crucial de la desigualdad entre hombres y mujeres. La humanidad ha tenido un grandísimo progreso científico, técnico y artístico, pero no moral. Es la clave. Podemos hablar en la distancia, como tú y yo ahora, pero no me hace falta señalar Afganistán para ver que el proyecto de vida de la gente está amenazado. Hay tal desigualdad económica y entre mujeres y hombres que no podemos hablar casi de progreso moral. Lo ha habido, pero es raquítico al lado del científico y técnico.

La humanidad ha tenido un grandísimo progreso científico, técnico y artístico pero no moral. Esa es la clave

P. ¿Por qué decide escribir Ética para Celia y denunciar lo que llama “la doble verdad”?

R. Quería pegar un puñetazo en la mesa para decirles ya a los hombres intelectuales y a los chicos jóvenes que se pongan de una vez en el lugar de las mujeres. El patriarcado siempre les ha dicho ‘ponte en tu lugar, en el de tu deseo y tu proyecto de vida’, nunca en el de una mujer. En el momento en que un chico se pone en el lugar de una mujer, la prostitución desaparece, la violación desaparece. Los grandes filósofos morales han legitimado a los hombres para que ni nos vieran. Cuando se reúnen solos dicen: “Nosotros, el pueblo reunido”. No se dan cuenta de que si están reunidos es porque previamente han prohibido a las mujeres ir a esas asambleas, todo su progreso moral y técnico ha sido a costa de anular a las mujeres.

Los grandes filósofos morales han legitimado a los hombres para que ni nos vieran a nosotras

P. Se remonta a Zeus y a veces parece que no estamos tan lejos.

R. Escribiendo me hervía la sangre, por eso tengo que usar el humor, el único antídoto razonable para asumir que los grandes escritores que forjaron mi visión del mundo, como Homero o Henry Miller, consideraron que las mujeres somos seres insignificantes. Homero nos tomaba el pelo. ¿Cómo puede convencernos de que las tres diosas más importantes del Olimpo están peleadas a morir para ver cuál es la que está más buena y eso, ni más ni menos, es el origen de la guerra de Troya? No podemos tolerar más esta tomadura de pelo. ¿Vamos a seguir leyendo a Aristóteles, a Platón, a Nietzsche, a Lévi Strauss? Sí. Vamos a aprender de ellos, pero sin dejar de señalar que el problema de la humanidad es que estos genios legitimaron que ellas eran juguetes, regalos, o vasijas. Para Aristóteles somos vasijas en las que se cuecen los hijos que engendran ellos, para Strauss somos el regalo más valioso que se hacen unos hombres a otros, para Nietzsche el juguete más peligroso, para Darwin claramente inferiores... Este es el problema y no la religión cristiana que señalan todos mis estudiantes. La culpa es de que Nietzshe, que escribe El Anticristo, en esto es igual que la Biblia. A las mujeres hay que dominarlas y son nuestro entretenimiento o nuestro botín de guerra. Eso lo han teorizado todos los grandes intelectuales. Y eso es lo que hay que enseñar en el instituto porque si no haremos que chicos y chicas no comprendan la sociedad actual.

Para Strauss somos el regalo más valioso que se hacen unos hombres a otros, para Nietzsche el juguete más peligroso, para Darwin claramente inferiores

P. Utiliza un pseudónimo, Celia, en lugar del nombre de su hija.

R. Es un libro para mi hija y para mi hijo. Elegí un nombre de chica porque mi hijo tiene que leer ese libro como si fuera para él. Es también para ellos igual que nadie cuestiona que Ética para Nicómaco, de Aristóteles, también es para nosotras. Hay también una consideración moral. En pleno siglo XIX, Hegel consideraba que nosotras no somos sujetos morales porque deseamos lo que debemos y debemos lo que deseamos. Hubiera deseado poner el nombre de mi hija, pero como soy una persona moral y reflexiva, me he puesto el límite de no poner su nombre por si le puede condicionar. Y, en tercer lugar, hago un sentido homenaje a mi maestra, Celia Amorós, y a la niña rebelde de la que escribió Elena Fortuny, que también se llamaba Celia.

Ana de Miguel, frente a la playa del Sardinero, en  Santander.
Ana de Miguel, frente a la playa del Sardinero, en Santander.ALBERTO LOSA

P. ¿Por qué cree que no terminan de entrar las filósofas a los libros de texto ni en los exámenes de Selectividad?

R. Porque los profesores y profesoras siguen muy presos de la concepción patriarcal: ¡Cómo no dar a Aristóteles, a Hume, a Nietzsche, a Ortega y Gasset! Simplemente no les queda hueco. Enseñar a filósofas en general es importante, pero más aún es estudiar a Simone de Beauvoir, que hizo ver el inmenso problema de la cultura occidental, que el varón se identificaba con el ser humano neutral. Hay que explicar por qué Kant, el gran humanista, legitima que las mujeres no puedan pensar. Esa es la clave. Introducir a mujeres nunca sería suficiente.

P. En su libro recupera la reflexión de De Beauvoir sobre por qué la humanidad ha valorado más al que quita la vida, el guerrero, que a quien la da, la mujer. ¿Hasta qué punto eso ha condicionado la historia?

R. Absolutamente. Solo los hombres reflexionaron sobre quién es el ser humano y qué es lo importante en la vida porque a las mujeres se lo prohibieron. Y eso ha supuesto una visión absolutamente distorsionada. La mitología griega lo explica muy bien: las mujeres no pudieron expresar nada, estaban encerradas en el gineceo, no se les toleraba hablar de quién es el ser humano. Imaginaron que el ser humano es quien rompe los límites de la ciencia o la técnica para poder volar, pero lo hicieron a costa de limitar a las mujeres a los cuidados. Adam Smith no comprende la economía, porque cuando se hace la célebre pregunta de a quién debe el filete que está cenando, contesta que no es a la benevolencia del carnicero, sino a su interés egoísta. Todos buscamos nuestro propio bien peor, como dice Katrine Marçal en el libro ¿Quién le hacía la cena a Adam Smith?, este hombre le debía el filete a su madre. Todo ser humano ha recibido cuidados y eso lo olvida la filosofía. Solo puedes conseguir todo si hay seres humanos explotados a tu servicio. La filosofía empieza una vez que ya han teorizado que los cuidados no existen, no forman parte de la reflexión humana porque los hacen mujeres que tampoco forman parte de esa reflexión. Aristóteles sostiene que el ser humano es sociable por naturaleza. En realidad, el ser humano es cuidable por naturaleza.

Adam Smith le debía el filete a su madre. Todo ser humano ha recibido cuidados y eso lo olvida la filosofía

P. Habla de uno de los fines de la filosofía moral, disfrutar una vida buena. ¿Es posible garantizar eso con la educación y el conocimiento?

R. Garantizado no tenemos nada, pero las personas nos somos tan distintas. Para tener una buena vida necesitamos seguridad. ¿Qué proyecto de vida vas a construir si hoy no tienes trabajo o te echan mañana? La educación y la reflexión nos hacen ver que la primera necesidad del ser humano es la seguridad, por eso inventamos el fuego.

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Sobre la firma

Pilar Álvarez
Es jefa de Última Hora de EL PAÍS. Ha sido la primera corresponsal de género del periódico. Está especializada en temas sociales y ha desarrollado la mayor parte de su carrera en este diario. Antes trabajó en Efe, Cadena Ser, Onda Cero y el diario La Opinión. Licenciada en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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