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El caso de Navarra: se cierra el interior de los bares y bajan los contagios

Evitar actividades en espacios cerrados es una de las medidas más efectivas contra la covid. En la Comunidad Foral, después de cada apertura de la hostelería ha llegado una subida de la onda pandémica

Varias personas pasan por la Plaza del Ayuntamiento de Pamplona, el pasado 26 de abril.
Varias personas pasan por la Plaza del Ayuntamiento de Pamplona, el pasado 26 de abril.Eduardo Sanz
Pablo Linde
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A coronavirus case study in Navarre

Abre el interior de la hostelería. Pasan dos semanas. Suben los contagios. Cierra. Baja el número de nuevos casos. Hasta que se vuelve a abrir. La curva epidemiológica de Navarra lleva desde el otoño siguiendo este patrón, bailando al son de las restricciones en bares y restaurantes, según un análisis de datos del propio Gobierno foral. Y, aunque correlación no siempre implica causalidad, tanto las autoridades de la comunidad como la evidencia científica muestran que, en este caso, es muy posible que la haya.

En la comunidad cerraron por primera vez el interior de la hostelería el 22 de octubre, con 1.058 positivos por cada 100.000 habitantes en los 14 días previos, según los datos de su Departamento de Salud. El pico llegó 10 días después, el 1 de noviembre (1.142). A partir de ahí comenzaron a bajar. Volvieron a abrir el 17 de diciembre con 188,9 casos, cifra que se mantuvo estancada prácticamente dos semanas para subir con fuerza de nuevo. El Gobierno decidió clausurar los interiores el 23 de enero, cuando los casos habían llegado a 444,8 por 100.000 habitantes. Y, de nuevo, ocho días más tarde, llegaron al pico y comenzaron a descender. La nueva apertura se produjo el 26 de febrero (127); continuó una leve caída hasta el 10 de marzo, dos semanas más tarde, se repitió la tendencia de ascenso. El último cierre de interiores, que llega hasta hoy, fue el 1 de abril (305,1). Esta vez el descenso tardó algo más: 17 días, y todavía se mantiene. Todas estas tendencias coinciden prácticamente de forma calcada al tiempo que se estima que una medida tarda en reflejarse en las estadísticas.

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De todas las medidas para frenar la expansión de la covid, una que ha ido ganando cada vez más consenso es minimizar actividades en interiores. Lejos quedaron aquellas primeras aseveraciones de que el coronavirus no se contagiaba por el aire. Hoy se sabe que es la principal vía de infección y que, en buena medida, esta puede disminuir cuando los contactos sociales son a cielo abierto.

Cada vez más pesquisas van en este sentido. Un estudio publicado en Gaceta Sanitaria en abril repasaba las investigaciones internacionales sobre el papel de la hostelería en la transmisión del coronavirus. Sus conclusiones eran claras: “Se encuentra una gran consistencia en la literatura al señalar que el cierre de los locales de hostelería es una de las medidas más efectivas para disminuir la incidencia y la mortalidad de la covid-19. Además, se señalan algunas medidas, como la limitación de aforos y la ventilación, como aspectos a monitorizar en los procesos de reapertura de estos locales”.

El epidemiólogo Pedro Gullón, uno de sus autores, explica que aunque las bajadas y subidas de las ondas epidémicas siempre son multifactoriales, en el caso de Navarra parece “una hipótesis muy plausible” que los cierres y aperturas del interior de la hostelería han tenido un papel importante. “Hemos visto comunidades donde se ha correlacionado esta medida muy bien, como Navarra, Asturias y Cantabria, y otras en las que no tanto. Porque en cada lugar concurren varias causas a la vez y pueden hacer que la medida sea menos efectiva: que sea muy tardía o que sea la única que se implante. Pero la evidencia internacional apunta a que el cierre de los interiores en hostelería es efectivo para reducir la transmisión”.

Javier Remírez, vicepresidente de la Comunidad Foral, no tiene dudas de que entre “los múltiples factores” que influyen en la subida y bajada de contagios, este ha sido uno importante. “Desde que empezó la segunda ola se ha comprobado que todo tiene que ver con interiores, que cuando se juntan más personas y cuando se relajan medidas de prevención, se convierten en espacios de riesgo. Más allá de las grandes medidas, como los cierres perimetrales y los toques de queda, hemos visto que con otras más quirúrgicas, como son el cierre de interiores, se notaba ese efecto de reducción”, señala.

Navarra es, además, un buen termómetro para medir la incidencia de la epidemia. Desde el verano es la comunidad que más pruebas diagnósticas viene haciendo, lo que se ha traducido también en ser una de las comunidades con incidencias más altas. “Esto no quiere decir necesariamente que haya más contagios, sino que lo hemos monitorizado más, tenemos un alto índice de trazabilidad y de búsqueda de contactos”, justifica Remírez. Los datos le dan la razón: en el último informe del Ministerio de Sanidad, solo Canarias tenía un índice de trazabilidad superior y, a pesar de que Navarra está por encima de la media española en diagnósticos, sus cifras de ingresados en hospitales, en unidades de cuidados intensivos y de fallecimientos se sitúan por debajo de la media nacional desde finales de junio, cuando las comunidades autónomas tomaron el mando de las medidas restrictivas.

Todo esto hace que, aunque se trate de una simple observación, sea un caso de estudio interesante. Gullón coincide en que en Navarra ha funcionado bien el sistema de rastreo y las medidas han sido más estables que en otras comunidades. “Lo ideal para estar seguros de que el papel del cierre de interiores va más allá de la correlación sería un contrafactual: una región exactamente igual en condiciones normales que haya aplicado las mismas medidas salvo el cierre de los bares. Pero eso es imposible. Entonces, hay que aplicar otros criterios para ver si existe causalidad: puede ser una relación temporal fuerte, clara, social y biológicamente plausible. Todo esto se cumple en este caso”, añade el epidemiólogo.

Varios expertos en salud pública consultados por EL PAÍS coincidían en que, ante el fin del estado de alarma, una de las herramientas que siguen teniendo las comunidades autónomas es, precisamente, fomentar las actividades al aire libre. Ignacio Rosell, secretario del comité de expertos de Castilla y León para hacer frente a la covid, hace hincapié en que evitar contactos de muchas personas en interiores es la “mejor forma de controlar la pandemia”. Cree que en hostelería y comercios será importante mantener, al menos, los aforos: “Me da la impresión de que la gente es cada vez más consciente de la diferencia entre actividades dentro y al aire libre. Pero me preocupa que con el fin del estado de alarma la población entienda que todo abre. Controlarlo legalmente en domicilios es muy difícil, pero al menos se debería concienciar: ‘Si te reúnes con tus amigos, que sea en exteriores”.



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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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