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El virus de la desinformación ataca a la libertad de prensa

Reporteros sin Fronteras denuncia las campañas de difamación y acoso en internet contra los periodistas

Rosario G. Gómez
"En más de 30 países, la libertad de prensa cabe en dos por tres metros", dice una campaña de Reporteros sin Fronteras.
"En más de 30 países, la libertad de prensa cabe en dos por tres metros", dice una campaña de Reporteros sin Fronteras.AP

El periodismo es la principal vacuna contra el virus de la desinformación. Pero a menudo el trabajo de los informadores se topa con severas restricciones y obstáculos insuperables. En dos de cada tres países de los 180 escrutados por Reporteros sin fronteras (RSF), el periodismo se encuentra en una situación difícil ―incluso grave― o el ejercicio de la profesión no goza de las garantías necesarias. La crisis sanitaria ha agudizado el deterioro de la información al multiplicarse las restricciones de acceso tanto a las coberturas sobre el terreno como a las fuentes y han aumentado también las campañas de difamación, intimidación y acoso en internet contra periodistas, según la organización que vela por la libertad de prensa en el mundo.

La desinformación se ve claramente en países como Brasil o Venezuela. RSF recuerda que tanto Jair Bosonaro como Nicolás Maduro han promocionado medicamentos cuya efectividad nunca ha sido probada por la medicina y han alentado desde el poder la difusión de noticias falsas. “Afortunadamente, investigaciones como las del medio brasileño Agência Pública o los detallados artículos que publican los últimos periódicos independientes venezolanos han establecido la veracidad de los hechos”, expone la organización.

En general, la crisis del coronavirus ha sido un acelerador de la censura en América Latina, la región que más ha retrocedido en cuanto a libertad de expresión. Algunos gobiernos han acusado a los periodistas de practicar “terrorismo de desinformación”. En México, uno de los países más letales para la prensa, el presidente sigue estigmatizando a los informadores durante las “mañaneras”, como se conocen a sus conferencias de prensa matutinas. Para el secretario general de RSF, Christophe Deloire, “ante la viralidad de una desinformación que sobrepasa fronteras, a través de plataformas digitales y redes sociales, el periodismo es el principal garante del debate público basado en una diversidad de hechos establecidos”.

El secretario general de Reporteros Sin Fronteras (RSF), Christophe Deloire en París (Francia).Vídeo: EFE

En otras regiones, el control sobre la información derivada de la covid raya la censura. En Irán, las autoridades han reforzado su control sobre la prensa y han multiplicado las condenas a los periodistas con el objetivo de minimizar las cifras de muertes relacionadas con la covid-19. En Egipto, se ha prohibido la publicación de cifras sobre la pandemia que no sean las del Ministerio de Salud, y en Zimbabue fue encarcelado un periodista de investigación tras revelar un escándalo de malversación de fondos públicos en la compra de material destinado a luchar contra la epidemia. Las situaciones más estrambóticas se las apuntan Turkmenistán y Corea del Norte, donde el férreo control de la información ha llegado a tal extremo que estos dos países no han dado cuenta de ningún caso de covid-19 en su territorio. Junto a Eritrea, forman la tripleta más negra de la libertad de prensa.

La expansión de la covid ha provocado un “palpable deterioro” de la cobertura de la actualidad, según RSF, que augura una creciente dificultad para que los periodistas investiguen y divulguen temas delicados, sobre todo en Asia y Oriente Medio, aunque también en Europa. España no ha sido una excepción. El presidente de RSF en España, Alfonso Armada, ha lamentado la falta de transparencia a la hora de ofrecer datos sobre el impacto de la pandemia. “Es inadmisible que haya una diferencia de miles de víctimas entre las cifras del Gobierno o las comunidades y los registros civiles. No queremos pensar que haya una voluntad oscurantista, pero es una irresponsabilidad. Seguimos sin saber cuántos muertos ha habido”.

Además de la opacidad y la falta de rigor en las cifras, RSF observa que se ha extendido por el mundo, como si se tratara de otra pandemia, el odio al periodista. El barómetro Edelman Trust revela una preocupante desconfianza de la ciudadanía hacia los periodistas: el 59% de las personas encuestadas en 28 países creen que los periodistas están tratando de engañar deliberadamente al público al difundir información que saben que es falsa. Armada ha lamentado que el ambiente de crispación política haya acabado contagiando a los medios de comunicación.

En este creciente discurso del odio contra la prensa, que erosiona la confianza de la sociedad en los informadores, RSF apunta a la ultraderecha, y especialmente a la estrategia de Vox dirigida a estigmatizar a los profesionales “enemigos”, fomentar el acoso en internet y prohibirles la cobertura de sus actos políticos. La vicepresidenta de la sección española de RSF, Edith R. Cachera, ha denunciado que Vox “amenaza, censura, insulta a los periodistas y alienta el odio. De hecho, de la decena de agresiones registradas recientemente, la mayoría ha sido en manifestaciones y actos políticos de Vox, un partido que se ufana del veto a determinados medios. Nos preocupa porque Vox tiene acceso al poder”. También ha incidido en la hostilidad de Unidas Podemos hacia los periodistas críticos, a los que señala en las redes sociales “con mensajes ramplones”.

Pese al acoso que sufren los periodistas por parte de las formaciones políticas, España se mantiene en el puesto 29 en el índice mundial de libertad de prensa, una clasificación que continúa liderada por Noruega, Finlandia y Suecia, países que siguen defendiendo de forma impecable el periodismo. Alemania (puesto 13) ha descendido dos escalones como consecuencia de que decenas de periodistas han sido agredidos por manifestantes cercanos a movimientos extremistas y conspirativos durante las manifestaciones contra las restricciones sanitarias. Entre los países de América Latina, Costa Rica se sitúa como la mejor posicionada (en el 7), mientras que Cuba ocupa el peor puesto (171).

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