Esther Bayo
37 años / Oficial técnico de Iberdrola
A pesar de lo que le dijeron al apuntarse al módulo (“la electricidad está cada vez más de moda entre las chicas”), fue la única mujer en su clase y fue, por supuesto, la única entre los tres finalistas que optaban a unas prácticas en Iberdrola. Y así se convirtió, en diciembre de 2005, en la primera mujer en Europa en trabajar en un parque eólico. Las instalaciones de Maranchón (Guadalajara), que surten desde 2006 energía limpia suficiente para nutrir a una ciudad de 590.000 habitantes y en cuya puesta a punto ya participó Esther Bayo, han seguido activas durante el estado de alarma. Y, al cuidado de ellas, junto a sus compañeros, la propia Bayo.
Vive en Arcos de Jalón, provincia de Soria, a 24 kilómetros del parque, distancia que recorre a diario aunque, durante el último mes y medio, siempre sola en su coche y con guantes y mascarilla. “Hay un protocolo para que podamos seguir haciendo el mantenimiento de los aerogeneradores de forma segura durante la pandemia”, explica.
Por parejas, suben a lo alto de molinos de 68 o 78 metros de altura para limpiar y reparar piezas (“filtros, escobillas, no son tan distintos a los componentes de un coche”, cuenta, haciendo la analogía), así como sustituir las que han dejado de funcionar. Son, dice Bayo, 245 escaleras en vertical. “Exige bastante de brazo y fatiga las rodillas.” Los de Maranchón, por fortuna, instalaron hace algún tiempo elevadores.
El parque, compuesto por 104 aerogeneradores, produce energía limpia para abastecer a una ciudad de 590.000 habitantes
Si, en mitad de la noche, uno dejara de funcionar, solo podría acudir la pareja de trabajadores que hubiera estado actuando en él previamente. Así limitan los contactos y evitan los contagios. “Últimamente, solo veo a mi compañero”, cuenta riendo Bayo.
Si alguien diera síntomas positivos del covid-19, rápidamente se sabría quién debe ser aislado, sin exponer al grueso de la plantilla de un parque compuesto por 104 aerogeneradores, uno de los mayores del continente, que produce 495.000 megavatios-hora (MWh). Estos molinos evitan la emisión de 430.000 toneladas al año de CO2 a la atmósfera y el consumo de 100.000 toneladas de petróleo anuales. Una función equivalente a la que realizarían cada año 38 millones de árboles.
Siempre, desde pequeña, disfrutó montando y desmontando cosas, curioseando sobre su funcionamiento. Por eso su familia fue quizá la menos sorprendida cuando con 22 años comenzaron a entrevistarle medios de comunicación de toda índole por ser una pionera. “No me han regalado nada y continúo dando el callo como el que más para seguir aquí, pero reconozco que fue un orgullo: saber que abres camino para otras mujeres.”
Bayo, además, quiere hacer hincapié en otro aspecto. En un municipio con 222 habitantes censados como Maranchón, al menos 30 o 35 familias, cuenta ella, están empleadas en el parque eólico. “A eso hay que sumar todo el consumo y los puestos que indirectamente se generan por nuestra presencia. Estas instalaciones en lugares prácticamente deshabitados les dan la vida y me gustaría que se conociese cómo desde este punto, con esta energía que sale de aquí y llega a la Alcarria y desde ahí alcanza la red eléctrica nacional y se distribuye, ponemos nuestro granito de arena para que en estos días negros siga habiendo luz en todas las casas.”
Recientemente Esther Bayo y sus compañeros recibieron la acreditación que daba fe de que no solo podrían operar en instalaciones eólicas sino también en plantas fotovoltaicas. “No siempre hay viento y, cuando los molinos están parados, se puede aprovechar la instalación para seguir llevando electricidad a través de células fotovoltaicas”, explica.
El 6 de abril, en plena pandemia, Iberdrola puso en marcha en Extremadura la mayor planta fotovoltaica de Europa, con una potencia instalada de 500 millones de vatios (MW) y una inversión de 300 millones de euros. La planta, levantada por 1.200 trabajadores –un 70% de ellos de la zona– ya genera energía limpia para abastecer a una población de 250.000 personas o, lo que es lo mismo, evita la emisión anual a la atmósfera de 215.000 toneladas de CO2.