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El tren nocturno vuelve a Bélgica reconvertido en icono verde

La línea Viena-Bruselas reanuda la circulación durante la noche 16 años después

Un grupo de pasajeros toma en Viena el primer tren con destino Bruselas, en la noche del domingo.
Un grupo de pasajeros toma en Viena el primer tren con destino Bruselas, en la noche del domingo.ALEX HALADA (AFP)
Álvaro Sánchez

A finales de 2003, en plena ebullición de la alta velocidad y las compañías aéreas de bajo coste, los últimos trenes que unían localidades belgas con el sur de Francia e Italia durante la noche dejaron de estar operativos. La sentencia de muerte de una forma de viajar centenaria parecía haberse firmado entonces de manera definitiva por su baja rentabilidad. Contra todo pronóstico, casi dos décadas después, desafiando a la era de la inmediatez, sigue respirando. La empresa austriaca ÖBB se ha convertido en el mayor operador europeo de enlaces nocturnos, y lidera su resurrección en Europa al redoblar su apuesta por ese horario en Austria, Alemania, Italia y Suiza.

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Uno de esos trenes llegó a Bruselas el lunes. Eran las 10.55 de la mañana cuando se detuvo, puntual, en la vía 6 de la Estación del Sur procedente de Viena, tras más de 14 horas de trayecto. El movimiento puede considerarse arriesgado teniendo en cuenta que la conexión aérea entre ambas capitales tarda 1 hora y 45 minutos en completar los 1.200 kilómetros que las separan, y es posible encontrar viajes de ida y vuelta por debajo de 50 euros. Pero los promotores del tren, pese a sus alrededor de 85 kilómetros por hora de velocidad media, creen que la rueda de los tiempos vuelve a girar a su favor en plena inquietud global por el cambio climático.

Greta Thunberg, el símbolo de esa angustia, no descendió esa mañana en la capital belga. Ni siquiera viajaba en el tren. El andén, sin embargo, exudaba buena parte del ideario de la activista sueca, capaz de esquivar el avión en su gira de llamada a la acción a la clase política por Europa y América.

En vídeo, imágenes del tren nocturno a su salida de Viena.Vídeo: ÖBB

La compañía belga de trenes SNCB aprovechó el evento para recordar que las emisiones de dióxido de carbono son diez veces inferiores a las de ese mismo trayecto en avión. El personal que abandonaba los ocho vagones con que cuenta portaba en sus uniformes el lema save our planet —salvemos nuestro planeta—. Y dos miembros de Greenpeace desplegaron una pancarta en la que podía leerse "más trenes nocturnos para Bélgica".

El momento tenía cierta aura histórica. Antes de que el tren, con sus 410 plazas, hiciera su entrada en la estación, algunos curiosos aguardaban su irrupción. Entre ellos estaba Thomas Ronse, de 61 años, antiguo empleado del tren nocturno, con el que cubría rutas a Rimini (Italia), Estrasburgo (Francia) y a la frontera española. Hoy retirado por problemas de salud, Ronse es un firme partidario de la recuperación de este transporte frente al avión. "No hay punto de comparación en las emisiones de carbono, te evitas la espera en el aeropuerto, y es más práctico porque te ahorras pagar un hotel en Viena", defiende enumerando sus ventajas. De su tiempo entre raíles tiene buenos recuerdos. "Lo cuento porque ya ha prescrito y no pueden castigarme, pero cuando llegábamos a la frontera española en los ochenta, los precios nos parecían muy, muy baratos y aunque casi no teníamos tiempo, corríamos a la tienda, comprábamos alcohol y lo llevábamos a Bélgica".

El nightjet, nombre oficial del tren nocturno, se aproxima e interrumpe la narración de Ronse, que prepara su cámara de fotos. Del ferrocarril, casi lleno, baja una delegación de políticos que han venido con ocasión del primer viaje, y pasajeros con compromisos en Bruselas. "Es cómodo, puedes trabajar, leer, dormir... y es importante para el planeta", dice el austriaco Gerhard Suchy, de 54 años, que tras unas horas de reuniones en Bruselas volverá a subir al nocturno para regresar. "No dormí todo el tiempo por el balanceo del tren", balbucea algo somnoliento Marten Agricola, holandés de 38 años.

La comodidad varía mucho según la elección del viajero, que puede ir en una cabina con camas individuales, literas o en un asiento, la opción más económica y a priori, la menos confortable. El precio del billete sin derecho a cama ronda los 30 euros, y puede subir hasta 80 si uno quiere desperezarse en un colchón.

Todavía es pronto para decir si las 27 rutas nocturnas que opera ÖBB, y la continuidad de líneas como la Madrid-Lisboa, son signos de buena salud para los trenes que recorren Europa cargados de pasajeros dormidos. Ronse, que ya no introduce alcohol español a escondidas en Bélgica, percibe síntomas de que algo se mueve a su alrededor. "Antes todo el mundo quería ir en avión de bajo coste, ahora hay un cierto cambio de mentalidad gracias a Greta Thunberg".

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Sobre la firma

Álvaro Sánchez
Redactor de Economía. Ha sido corresponsal de EL PAÍS en Bruselas y colaborador de la Cadena SER en la capital comunitaria. Antes pasó por el diario mexicano El Mundo y medios locales como el Diario de Cádiz. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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