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Un hospital de Nueva York administra la primera vacuna del coronavirus en EE UU

La beneficiaria fue una enfermera afroamericana de cuidados intensivos

El doctor Yves Duroseau recibe la primera dosis de la vacuna de Pfizer, este lunes en el Long Island Jewish Medical Center de Nueva York.Foto: EFE | Vídeo: JUSTIN LANE
María Antonia Sánchez-Vallejo

Once meses después de documentarse el primer contagio de coronavirus en EE UU, y cuando la enfermedad ha dejado más de 35.000 muertos en el Estado de Nueva York, una enfermera de un hospital de la ciudad, el Long Island Jewish Medical Center, ha recibido en la mañana de este lunes la primera vacuna contra la covid-19 que se administra en el país más afectado del mundo por la pandemia, con más de 16 millones de casos y 300.267 muertes por coronavirus. El gobernador del Estado, el demócrata Andrew Cuomo, estableció contacto por videoconferencia con la sala del hospital y difundió el momento en su cuenta de Twitter, oficiando como presentador. “La primera neoyorquina, la enfermera de intensivos Sandra Lindsay, ha sido vacunada. Estamos más cerca de la curación. Gracias, Sandra”, ha escrito el gobernador en un tuit encabezado por la palabra HISTORIA, en mayúsculas.

La imagen de Lindsay, afroamericana, recibiendo el suero es más que simbólica, pues Nueva York fue el epicentro de la pandemia en la primera ola, y la población afroamericana -junto con la latina-, la más afectada por el virus. El área de Long Island pertenece al distrito de Queens, que se convirtió en la zona cero de la emergencia en la primavera pasada y hoy aún registra picos de contagios superiores a los del resto de distritos de la ciudad, mientras que el Estado en su conjunto notificó la semana pasada una media de 10.048 casos al día, un 72% más que dos semanas antes. Los hospitales se encuentran al límite de su capacidad, en una coyuntura inédita desde mayo.

“No sentí nada que no haya experimentado al ponerme otras vacunas”, declaró Lindsay a los medios de comunicación presentes en la sala del hospital. “Pero sí me siento esperanzada, aliviada, creo que la cura está más cerca. Espero que esto marque el comienzo del fin de un tiempo muy doloroso de nuestra historia. Quiero infundir confianza a la población de que la vacuna es segura”, dijo tras recibir, a las 9.23 (seis horas más en la Península) y de manos de una doctora también afroamericana, la primera dosis de la vacuna desarrollada por la farmacéutica Pfizer y su contraparte alemana BioNTech, y que recibió el visto bueno de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, en sus siglas inglesas) de EE UU el viernes pasado.

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Para vencer reticencias de cuantos manifiestan objeciones a la vacuna -entre ellos trabajadores esenciales como los bomberos de Nueva York, más de la mitad de los cuales prefieren evitarla según una encuesta divulgada la semana pasada-, Lindsay aseguró creer solo en la ciencia, a la que definió como el motor que mueve su trabajo.

“Esta vacunación es emocionante porque creo que es el arma que terminará la guerra”, manifestó por su parte Cuomo durante la presentación por videoconferencia. “Hay aviones, trenes y camiones recorriendo el Estado ahora mismo, queremos distribuirla rápidamente”. El gobernador agradeció el trabajo de los profesionales de la salud y de todos aquellos en primera línea de combate al virus -como los reticentes bomberos-, a los que no dudó en calificar de héroes.

Minutos después de que la profesional sanitaria recibiera el suero, el presidente Donald Trump recurrió también a Twitter para felicitarse por la noticia. “Primera vacuna administrada. ¡Enhorabuena USA. Enhorabuena MUNDO!”, con sus habituales mayúsculas, en un postrer intento de arrogarse parte del mérito tras haber negado repetidamente la gravedad de la enfermedad y haberla convertido en un casus belli político, por ejemplo, con respecto al uso de la mascarilla, que el republicano y sus seguidores desprecian.

Sandra Lindsay recibe la primera vacuna administrada en EEUU, este lunes en el Long Island Jewish Medical Center de Nueva York.
Sandra Lindsay recibe la primera vacuna administrada en EEUU, este lunes en el Long Island Jewish Medical Center de Nueva York.MARK LENNIHAN / POOL (EFE)

Tras aterrizar en el aeropuerto internacional JFK a las 5.40 y ser trasladados al hospital de Queens en camiones rastreados por un sistema de geolocalización especial, los primeros lotes de la vacuna recibidos en Nueva York comenzarán a proteger a partir de este lunes a una población estimada en 1,8 millones de personas, formada por los dos colectivos beneficiarios en primer lugar: personal sanitario y residentes y trabajadores de asilos y centros de la tercera edad. Fuentes del Estado citadas por el diario The New York Times esperan haber podido concluir esta primera fase en enero. La segunda etapa de la inmunización incluirá al resto de trabajadores esenciales, una amplia categoría en la que se engloban policías, farmacéuticos, profesores, trabajadores de supermercados y, cómo no, bomberos, que pese a sus reticencias sufren 15 veces más riesgo de contagio que el resto de la población según varios estudios.

Hospitales de Texas, Utah y Minnesota han informado este lunes de que el comienzo de la vacunación era inminente. Casi tres millones de estadounidenses serán inoculados a partir de hoy, cuando se distribuirán 6,4 millones de dosis, aunque se administrará solo la mitad durante la semana, porque el resto se reserva para la obligatoria segunda dosis que debe ponerse al cabo de tres semanas para alcanzar el 95% de efectividad. Tras recibir en tres tandas esta semana el primer cargamento de la de Pfizer, las autoridades de Nueva York esperan tener 346.000 dosis adicionales de la vacuna desarrollada por la farmacéutica Moderna tan pronto como su uso sea aprobado de urgencia por la FDA.

El hospital de Long Island pertenece a Northwell Health, una red de atención sanitaria integrada sin ánimo de lucro, así como el mayor proveedor de servicios médicos en el Estado de Nueva York, con más de 74.000 empleados. El de Long Island es uno de sus dos hospitales de bandera. La vacuna será distribuida posteriormente entre los 90 centros de Nueva York, en su mayoría hospitales, que cuentan con el circuito de frío adecuado para su conservación.

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