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La pandemia perjudica la salud mental de los sanitarios

Los profesionales sufren más estrés y ansiedad. Un 24% de los facultativos se ha planteado dejar su trabajo, según un estudio

Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona en abril.
Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona en abril.Massimiliano Minocri
Jessica Mouzo

La pandemia ha afectado a la salud mental de los sanitarios. Estrés, ansiedad, agotamiento físico y emocional. Todos estos síntomas han crecido entre los profesionales de la salud. Según un estudio del Colegio de Médicos de Barcelona (Comb), una cuarta parte de los facultativos incluso se han planteado dejar la profesión. La presión asistencial que han asumido y el temor a contagiar o ser contagiados ha hecho mella hasta en los más jóvenes: una encuesta de la Sociedad Española de Neurología (SEN) recoge que casi la mitad de sus médicos residentes han sufrido ansiedad o insomnio durante los primeros meses de la pandemia. A la segunda ola de la pandemia, advierten los expertos, los sanitarios llegan más cansados y agotados.

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Guillermo Cervera, de 26 años, está en el segundo año de residencia de neurología en el Hospital Clínico de Valencia, pero apenas ha tenido siete meses “normales” de formación. El resto han estado marcados por una pandemia. “Todo se vive con bastante incertidumbre. El ambiente es tenso. Dejas de hacer rotaciones a otros servicios, no sabes si tendrás que irte a otra unidad, las urgencias dejan de ser generales para meterte en el circuito respiratorio. Al final, cansa mucho estar cada día con una mala noticia nueva”, relata el joven. Según la encuesta de la SEN, realizada el pasado junio a residentes de neurología de 63 hospitales, el 95% de neurólogos jóvenes señalan que la pandemia les ha afectado a nivel anímico, profesional o personal. El 7% ha requerido, de hecho, atención psicológica o psiquiátrica. “El impacto era esperable. Han estado sometidos a mucha presión, lo han vivido en primerísima línea y había mucha incertidumbre. La clave es racionalizar lo que ocurre, descansar y separar la parte profesional de la humana todo lo que puedas”, valora el presidente de la Sociedad Española de Neurología, José Miguel Láinez.

La pandemia pilló desprevenido al mundo y dejó a los sanitarios en primera línea para combatirla. La presión asistencial se multiplicaba mientras acusaban la falta de equipos de protección, los compañeros iban enfermando y el temor a llevar el virus a casa o a sus pacientes tensaba cada vez más el día a día. Los resultados preliminares del estudio del Comb —se han analizado 1.648 encuestas de las 18.000 realizadas este verano— revela que la covid-19 ha impactado en la salud física y mental de los facultativos y lo peor de todo es que aún no se han recuperado. El 57% de los médicos llegaron a reportar agotamiento físico durante la pandemia; en verano bajó al 42%, pero todavía está lejos de la prevalencia recogida antes de la crisis sanitaria (19%). “El agotamiento emocional estaba en el 18,6% de los profesionales antes de la pandemia y llegó a triplicarse en los peores meses. Ahora aún lo padece el 48%”, apunta Núria Mas, profesora de IESE y autora del estudio.

El impacto de la crisis sanitaria en el ánimo y la fortaleza de los médicos ha sido tal que hasta el 24% de los facultativos se ha planteado dejar de ejercer, según el estudio del Comb. Aunque solo un 2% de ellos asegura que lo hará. “El hecho de planteárselo es un elemento alarmante y ya lo empezábamos a ver antes de la covid-19 con la solicitud de jubilaciones anticipadas”, advierte el presidente del Comb, Jaume Padrós. El médico sostiene que la pandemia ha agudizado las carencias que arrastraban los profesionales desde hace años. “El sistema sanitario había generado mucho agotamiento emocional. Se estaba sustentando por el nivel de compromiso vocacional de los médicos”, apunta. Y reclama más recursos y modelos de organización que den más autonomía de gestión a los profesionales.

Trabajadores de la UCI del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona.
Trabajadores de la UCI del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona. Massimiliano Minocri

La peor parada, según el estudio del Comb, vuelve a ser la atención primaria, que está funcionando como muro de contención contra la pandemia y detectando el grueso de las nuevas infecciones. Cerca del 65% de ellos sufrieron agotamiento físico durante la primera oleada —la media entre todas las especialidades era del 57%— y el 58% lo seguía sufriendo después.

El aislamiento, factor de riesgo

Algunos factores funcionan como precursores de mala salud mental y otros que generan protección. Según el Comb, el autoconfinamiento —tener que haberse aislado, por infección activa o de forma preventiva— es un marcador de peor percepción de salud. Cerca del 75% de los que tuvieron que autoconfinarse reportaron agotamiento emocional, mientras que esta cifra era del 61% entre los que no se aislaron. “Yo tenía más miedo de contagiar a mi familia y a mis compañeros que de infectarme yo. De hecho, dejé de vivir con mis padres por eso. Es duro. En el trabajo la situación ya es complicada y llegas a casa y no tienes el apoyo que tenías antes. Te sientes solo, no sabes cómo estará tu familia”, cuenta el residente en neurología Cervera.

El trabajo en equipo es, en cambio, un elemento protector para el bienestar del grupo, para reducir el estrés y minimizar los conflictos éticos a la hora de tomar decisiones, según el Comb. “Están expuestos a menor nivel de estrés porque decisiones se gestionan en grupo, de manera compartida”, apunta Judit Vall, otra de las autoras del estudio.

Un estudio coordinado por la unidad de Salud Mental del Hospital Virgen del Rocío, con encuestas a 1.407 sanitarios de toda España, reveló que hay un perfil de mayor riesgo para tener problemas de salud mental a causa de la pandemia. Si bien una cuarta parte de los sanitarios reportan síntomas de estrés agudo, según el estudio, los factores de riesgo para tener una salud más pobre eran ser mujer, trabajar en un área geográfica con alta incidencia de contagio, no poder ser escuchada o apoyada por sus compañeros, percibir gran estrés en el puesto de trabajo y miedo a convertirse en fuente de contagio para los demás. “La capacidad de tolerar más estrés está al límite y la sospecha es que el porcentaje de estrés agudo entre los profesionales va a aumentar. Los sanitarios se han sentido decepcionados sobre cómo han reaccionado las autoridades para que no se repita lo de la primera ola”, avisa Benedicto Crespo, responsable de la Unidad de Gestión Clínica en Salud Mental del hospital e investigador del CIBERSAM.

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Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

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