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El rebrote del matadero que dejó sin fiestas a Íscar y Pedrajas

Un repunte de casos de coronavirus provoca el confinamiento de dos pueblos de Valladolid

En foto, una patrulla de Protección Civil circula por Íscar tras quedar este pueblo, junto a Pedrajas de San Esteban, ambos en Valladolid, confinados por un rebrote. En vídeo, Íscar y Pedrajas de San Esteban pasan su segundo día de confinamiento. Vídeo: JAVIER ÁLVAREZ / ATLAS
Juan Navarro

Mal año para ser quinto. La generación que cumple 18 años en Íscar (6.300 habitantes) y Pedrajas de San Esteban (3.300), dos pueblos de Valladolid, no podrá celebrarlo como lo hicieron sus mayores, cuyos nombres decoran contenedores —Kintos 98 se lee en uno de ellos—, peñas, locales no tan deteriorados como parece y tapias abandonadas y no tan abandonadas. Un rebrote de coronavirus procedente de un matadero avícola ubicado en la carretera que une ambas localidades, con un colosal castillo en la cima del páramo que las alberga, ha provocado el doble confinamiento y ha arruinado un verano que ya se vaticinaba descafeinado. Y, para colmo, inoportuno: la cuarentena forzada la acordó una juez, a instancias de la Junta de Castilla y León, el pasado sábado, día grande de las fiestas de Íscar —aunque la pandemia ya había anulado gran parte de los festejos— y tres días antes de San Esteban, patrón de Pedrajas.

La medida de dos semanas se lleva con resignación. Al menos pueden salir y moverse por sus municipios, aunque no irse. O como dice Quintín Martín junto a otras cinco personas en una terraza de Pedrajas: “Con pan y vino se hace el camino”. Paciencia, vaya, comentan Maribel Marín y Andrés Herrero. Y con otro refrán sentencian la sensación sanitaria en esta comarca: “Mucho ruido y pocas nueces”. Hasta el momento se han computado 49 positivos, en su mayoría asintomáticos y afectados con incidencia leve, y hay al menos otros 44 individuos en seguimiento. La juez apreció que más allá de los casos procedentes del matadero se había advertido “trasmisión comunitaria” y que lo mejor sería el cierre que solicitaba la Junta y que afecta a casi 11.000 personas de la comarca.

La versión oficial sobre el origen de los contagios apunta a una comida de los trabajadores de Avícola de Íscar el pasado 11 de julio, a raíz de la cual comenzó a propagarse la covid-19 por ambos municipios. Pelayo Hidalgo, director general de la compañía, asegura que les constan 26 positivos en su equipo y que se está analizando a las 150 personas en nómina. “El foco no se origina en el ámbito laboral, sino en las relaciones personales, y gracias a las medidas adoptadas por la empresa se ha detectado un foco que afecta a toda la comarca”, asevera Hidalgo. Pero entre los contagiados de esta zona históricamente vinculada a la madera existe otra explicación.

Uno de ellos, que pide anonimato, recela de esa teoría porque desde la reunión del día 11 hasta los primeros casos, a partir del día 22, pasaron varios días sin que nadie evidenciara síntomas. De hecho, sostiene que de los primeros contagiados ninguno acudió al encuentro señalado como génesis del rebrote. Una de sus sospechas procede del barrio de Las Delicias de Valladolid, donde vive uno de sus compañeros infectados y donde ya hubo otro repunte, y de otros empleados que viajaban los fines de semana a ver a su familia en Navalmoral de la Mata (Cáceres), donde también ha habido casos. Este empleado destaca que a él le realizaron las pruebas el viernes 24, pero el lunes 27 fue a trabajar y entonces le confirmaron el positivo. A su juicio, sin querer tampoco “demonizar a la empresa”, que mantiene la actividad, tanto la plantilla como los gerentes se descuidaron: él confiesa que el agobio de los equipos de protección le hizo desprenderse ocasionalmente de ellos, pero que tampoco fue reprendido.

Vista del matadero de Íscar (Valladolid), donde se ha detectado un rebrote de coronavirus.
Javier Álvarez

Otro de sus compañeros, recluido y que también demanda anonimato, recalca que la plantilla se siente “molesta” por cómo se ha cargado contra esa comida sin dar opción a pensar que la difusión ocurriera en el ámbito laboral. Ambos trabajadores sostienen que se comparten vestuarios, baños o comedores y creen que eso propicia contagios. “Se hicieron las cosas bien, pero no siempre se puede mantener la distancia trabajando”, subraya uno, que recalca que, ante la complejidad para detectar el camino que sigue este virus, les irrita la rotundidad con la que se ha apuntado a aquella comida ya lejana en el tiempo.

Luis María Martín y Alfonso Romo, alcaldes de Íscar y Pedrajas, respectivamente, han defendido a la empresa y piden responsabilidad y cautela a sus vecinos. El regidor de Pedrajas, no obstante, matiza que entre los 17 positivos de su pueblo no todos proceden del matadero: “Algo habremos hecho mal”. Y pide cancelar cualquier comida o encuentro familiar, porque siente que “se incrimina” a los jóvenes, pero los mayores tampoco cumplen las medidas por completo.

Los habitantes de ambos lugares reivindican a esos chavales tan deseosos de fiestas pero que han tenido que asumir la decisión. Jonathan Martín, presidente de la asociación hostelera de Íscar, lo sentencia: “Todos los años hay fiestas, ya tocará el año que viene, estoy alucinando con la responsabilidad que están teniendo”. Una mujer comenta en una terraza que sus hijos han comprado una piscina para remojarse en el patio. Las pañoletas que cuelgan de los balcones tendrán que esperar para anudarse al cuello de los quintos y que la mayor preocupación de las fiestas sea no mancharlas demasiado de calimocho.

La Guardia Civil intenta evitar cualquier reunión en las peñas

Si algo caracteriza a los pueblos castellanoleoneses es la movilidad cuando llegan las fiestas. Los jóvenes, y no tan jóvenes, se saben de memoria los patronos y los días señalados de cada lugar y así comienza una peregrinación que dura casi todo el verano. Verbenas, colegas y pocas preocupaciones: cóctel inmejorable. Pero el 2020 ha arrancado esta tradición. Y, por si acaso, hay muchos ojos vigilantes.

Las autoridades y la Guardia Civil, que circula junto a Protección Civil por estos dos núcleos, tratarán de eliminar cualquier amago de reunión en las peñas de los mozos. La normativa lo prohíbe taxativamente, pero mejor evitar males mayores.

Jesús Herrero y Gonzalo Rencón, que degustan un gintónic en un bar de Pedrajas, expresan su “solidaridad” con los más jóvenes. Ellos están curtidos en estas fiestas locales y saben que ya habrá ocasión de conmemorarlas. No queda otra que esperar y tragar con la situación. “Ahora ya no es igual y hay menos chavales, pero si cuando yo tenía 18 años me quitan los quintos, me matan”, rememora Roberto, el camarero, testigo de la conversación, y a sus 49 años remata con un lacónico “es lo que te toca vivir” mientras sirve otra copa.

Cuentan los lugareños de ambos pueblos que mucha gente, habitualmente presente en la semana festiva, ha preferido elegir esas fechas para irse de vacaciones. El confinamiento forzoso, en el que se recomienda pero no se obliga a permanecer en casa, mengua también la vida en las calles y bares, relatan. A cambio, se ven varios grupos de ciclistas que aprovechan para pedalear: deporte, salud y distancia física para disfrutar de estos paisajes con un importante legado mudéjar. Los pinos, cuyos piñones están muy cotizados en las mejores cocinas, les dan sombra mientras este extraño verano avanza sin dejar de dar sorpresas.

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Juan Navarro
Colaborador de EL PAÍS en Castilla y León, Asturias y Cantabria desde 2019. Aprendió en esRadio, La Moncloa, en comunicación corporativa, buscándose la vida y pisando calle. Graduado en Periodismo en la Universidad de Valladolid, máster en Periodismo Multimedia de la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo EL PAÍS.

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