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El fiasco de una desescalada impulsiva en Israel

El Gobierno de Netanyahu reimpone restricciones por el rebrote exponencial de los contagios

Juan Carlos Sanz
Un sanitario toma una muestra para una prueba de covid-19, el lunes en Jerusalén.
Un sanitario toma una muestra para una prueba de covid-19, el lunes en Jerusalén.AHMAD GHARABLI (AFP)

El primer ministro Benjamín Netanyahu se jactaba en mayo de que numerosos mandatarios extranjeros le telefoneaban para interesarse por su exitosa contención de la pandemia. No era para menos. Israel, con nueve millones de habitantes, emergía de la crisis sanitaria con unos 20.000 casos de covid-19 que apenas habían causado tres centenares de muertes. El gobernante ordenó entonces la desescalada general para reactivar con urgencia una economía en estado de coma, con una contracción prevista del 6% del Producto Interior Bruto, a causa del prolongado confinamiento.

Con las cuentas bancarias y las neveras vaciándose en muchos hogares, reabrieron aceleradamente todas las escuelas y centros comerciales, los bares y sinagogas, las playas volvieron a verse desbordadas de bañistas y en las calles los ciudadanos deambulaban confiados sin mascarillas, con la sensación de haber superado la peor plaga en un siglo. La tasa de desempleo, mientras tanto, se había disparado del 4% al 25%, con una cobertura de prestaciones públicas que se sitúa a la cola de los países de la OCDE.

A partir del mes de junio Israel ha experimentado un crecimiento exponencial de los contagios, que pasaron de unas decenas diarios a más de un millar en los últimos días. Ahora son más de 30.000 los casos de coronavirus declarados, aunque la mortalidad sigue manteniéndose a raya (342 fallecimientos), en un país relativamente joven en el que solo un 12% de la población supera los 65 años, frente al 20% en España o el 22% en Italia.

Después de haber tenido que frenar la reactivación económica, Netanyahu ha dado marcha atrás para reimponer confinamientos, restricciones y sanciones. La Kneset (Parlamento) ha otorgado en la madrugada de este martes poderes de emergencia al Gobierno a fin de legislar por decreto sobre las medidas de contención. Pocas horas antes, el Gabinete ordenaba el cierre de bares, salas de fiestas y centros culturales, así como la clausura de gimnasios y piscinas. Los restaurantes, lugares de culto y autobuses solo podrán acoger hasta dos decenas de comensales, fieles o viajeros. Ese es el límite fijado también para cualquier reunión pública, siempre que los asistentes se cubran con mascarillas y estén separados al menos dos metros. El 30% de los empleados públicos han sido enviados a teletrabajar en sus domicilios.

“Está muy claro que la pandemia se está expandiendo cada día y con casos graves (88, el doble que la semana anterior), lo que amenaza con llegar a paralizar nuestro sistema sanitario”, reconoció el primer ministro. “La experiencia de Israel debe servir de lección para los demás países”, dijo a Reuters el epidemiólogo Hagal Levine. “No se puede pasar de un extremo al otro, de un confinamiento total a un acelerado levantamiento de las restricciones sin planificación adecuada. Esto es un maratón, no un esprint”, enfatizó este profesor de la Escuela de Salud Pública de la Universidad Hebrea de Jerusalén.

La impulsiva reapertura de los colegios —donde se registraron hace un mes los primeros rebrotes masivos, que obligaron a clausurar más de dos centenares de centros— y las carencias en el sistema de rastreo de los contagios —integrado por un equipo de menos de 30 sanitarios, según el canal 12 (privado) de televisión— son las algunas de las principales lecciones que se derivan del fiasco israelí en la contención de la pandemia, de acuerdo con el analista de Haaretz, Ido Efrati.

“El ministro de Sanidad, Yuli Edelstein, permitió que los estudiantes se quitaran las mascarillas durante una ola de calor, mientras intentaba al mismo tiempo convencer a la población de que continuara usándolas”, destaca Efrati como ejemplo de las contradicciones de las autoridades. La confianza de los israelíes en la gestión gubernamental de la crisis sanitaria está ahora en una de sus cotas más bajas. Un 59% desconfía de las medidas sanitarias adoptadas y un 72% cuestiona la gestión de la recuperación de la economía, según una encuesta difundida por el canal 11 (estatal) de televisión.

La directora de Salud Pública, Siegal Sadetzki, presentó el martes su dimisión después de que sus advertencias sobre los riesgos de una desescalada acelerada hayan sido ignoradas. “Los logros alcanzados durante la primera oleada han quedado suprimidos a causa de la amplia y rápida reapertura de la economía”, aseguró en su página en Facebook.

No dejan de surgir en el Estado judío las voces que claman por el regreso del Ejército —que ya participó durante los meses de marzo y abril con expertos en inteligencia y logística— al equipo que controla la situación de emergencia en el Ministerio de Sanidad. Tras haber concentrado su atención en las últimas semanas en el plan de anexión parcial de Cisjordania, Netanyahu teme que el ministro de Defensa y socio clave de la coalición gubernamental, Benny Gantz, acapare protagonismo ante la opinión pública en detrimento de su propia imagen.

“Todo apunta a que la situación está empeorando, por el diluvio de nuevos casos y es urgente reducir el repunte de infecciones. En caso contrario, será inevitable adoptar medidas estrictas, como el confinamiento (general)”, alertaba en Yedioth Ahronoth el profesor Doront Gazit, miembro del equipo de análisis sobre el coronavirus de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Este experto considera que la autorización de actos públicos con hasta 250 asistentes durante el mes de junio ha influido en la escalada de la pandemia, al disparar unas tasas de contagios que superan a las de la primera oleada en primavera.

“Hemos perdido el control sobre el virus”

“Hemos perdido el control sobre el virus”, ha concluido el profesor del Instituto Weizmann Eli Wachsman, jefe del equipo de asesores médicos del primer ministro israelí. “No tenemos información sobre el 90% de los infectados”, alertó ante las cámaras del Canal 12. “Cuando se registran más de mil casos diarios de infectados es porque no podemos cortar la cadena de contagios”.

Decenas de miles israelíes han recibido mensajes de texto desde el pasado fin de semana en el que se les alerta de que deben someterse a cuarentena tras haber permanecido en contacto con un portador del virus confirmado. Israel ha reintroducido el sistema de rastreo de los móviles de los infectados —y de las personas con las que hayan estado al menos dos minutos a una distancia inferior de 1,5 metros— por el Shin Bet (servicio secreto interior).

El recurso a los sistemas electrónicos de geolocalización de sospechosos de actividades terroristas en la sanidad pública, utilizado durante tres meses en Israel, fue cuestionado por el Tribunal Supremo, que impuso al Gobierno su aprobación previa por el Legislativo. Varias ONG israelíes defensoras de los derechos humanos habían impugnado la medida ante la justicia por considerarla “una violación injustificada de la vida privada”.

Otra de las quejas contra el rastreo de móviles señala que está basado en el sistema bluetooth, impreciso para medir la distancia de separación. Una aplicación de descarga voluntaria distribuida por la Estrella de David Roja utiliza la localización por GPS. Aunque la orden de someterse a autoaislamiento es ejecutiva y puede acarrear multas en caso de incumplimiento, responsables del Ministerio de Sanidad han reconocido en la Kneset que solo una cuarta parte de los afectados la está acatando.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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