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No hay quien frene al coronavirus en un aeropuerto

La apertura conllevará casos importados. El reto es localizarlos, aislarlos y cortar las cadenas de transmisión

Pablo Linde
Cámara térmica en el aeropuerto de Riga, Lituania.
Cámara térmica en el aeropuerto de Riga, Lituania.

Si la decisión es abrir el país al turismo internacional, el coronavirus entrará por los aeropuertos. Es inevitable. Algunas medidas pueden detectar un pequeño porcentaje de positivos, pero el riesgo cero de casos importados pasa por cerrar fronteras, con todas las implicaciones económicas que esto tiene, coinciden los expertos consultados. Es lo que han decidido algunos países asiáticos: poner en una balanza los riesgos y los beneficios y decidir que prefieren aislarse. En España, donde el turismo tiene un peso del 12% en el PIB, la determinación ha sido abrir junto a sus socios comunitarios, desde el pasado fin de semana, a todos los países de la zona Schengen y al Reino Unido; y a partir del 1 de julio, a otros que se consideren seguros. Será una decisión consensuada por los miembros de la Unión Europea, que están preparando una lista basada en criterios epidemiológicos.

A la llegada, los viajeros se someten a tres requisitos: rellenar un formulario con datos tanto de salud (si han tenido la enfermedad o padecen síntomas) como para su localización; una “inspección visual” por parte de las autoridades sanitarias, cuyos criterios para detectar el coronavirus son una incógnita; y una medición de temperatura corporal mediante cámaras térmicas, una medida que tiene una efectividad muy baja, ya que solo detecta a personas con fiebre, un síntoma que no siempre se produce, que puede ser disimulado mediante antipiréticos y que da falsos positivos porque la fiebre puede ser por otras enfermedades. El propio Fernando Simón, responsable del Centro de Alertas Sanitarias, ha manifestado en numerosas ocasiones su falta de confianza en este método. “Quizás puede ser disuasorio”, dijo durante una rueda de prensa.

El Partido Popular viene insistiendo en los últimos días en que hay que reforzar controles y hacer pruebas a quienes lleguen. Aunque esto serviría para detectar más infectados, seguiría dejando fuera a muchas personas que estuvieran incubando el virus. Andrea Bullón, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública (Sespas), lo ve poco factible: “Con el volumen de pasajeros que habrá no lo veo viable. Para hacer PCR, más allá de su precio, se necesita mucho personal, muchos laboratorios. Lo lógico es hacérselas a las personas con síntomas siguiendo los mismos criterios que en el país al que llegan”.

Una de las claves, en su opinión, es la capacidad para contactar a las personas por si alguien que haya viajado cerca en el avión da positivo, y así poder someterlas a pruebas y aislamiento. Para detectar los casos queda poco más que confiar en la responsabilidad de los viajeros después de darles suficiente información para que en caso del más mínimo síntoma vayan a un centro de salud. Gracias a los formularios se debería poder contactar con todas las personas de riesgo, aunque está por ver si los servicios de salud pública y primaria de las autonomías, que serán los encargados de esta tarea, tienen suficiente capacidad.

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Passengers queue at the baggage drop-off as the Paris' Orly Airport reopens following the coronavirus disease (COVID-19) outbreak in France, June 26, 2020. REUTERS/Charles Platiau
La UE mantendrá el veto a los viajeros de la inmensa mayoría de terceros países

La otra clave, según Helena Legido-Quigley, experta en sistemas de salud de la London School of Hygiene & Tropical Medicine, es determinar los países con los que habrá intercambio de viajeros. Es algo que tiene que determinar el Gobierno de acuerdo con sus socios europeos, ya que una vez que entran en la zona Schengen pueden circular con libertad por todo el territorio. “Creo que no queda más remedio que abrir fronteras al turismo, y pienso que habría que hacerlo con los países que tienen una cantidad de casos similar o menor, pero no con los que tiene más”, sostiene. Le extraña la decisión de España de permitir a ciudadanos británicos entrar sin mayores medidas preventivas: “Allí están en más de mil positivos diarios, tienen cerrados los pubs y previsiblemente llegará a España mucha gente joven que irá precisamente a esos sitios. Las decisiones de la desescalada han sido muy buenas, muy prudentes. Esto me ha sorprendido”.

Qué hacen otros países

Las medidas más restrictivas las imponen algunos países asiáticos. China, por ejemplo, tiene cerradas las fronteras a todos los no nacionales del país. Los que llegan tienen que hacerse pruebas y pasar cuarentena de 14 días, ya sea en casa o en instalaciones habilitadas al efecto, según la región.

Algo parecido sucede en Singapur, que mantiene las fronteras cerradas y solo ha comenzado a destinar áreas de tránsito especiales en dos de sus terminales para pasajeros procedentes de Australia y Nueva Zelanda, aisladas del resto de pasajeros. Eso y la creación de la llamada “línea verde” para viajes de negocios con algunas ciudades y provincias chinas (Shanghái, Tianjin, Chongqing, Cantón, Jiangsu y Zhejiang) son los únicos planes de momento de apertura al exterior. No se ha aclarado si para esto último se piden pruebas de covid-19 a los viajeros. El resto de los pasajeros que entran en Singapur (en la práctica solo singapurenses o residentes permanentes, los extranjeros con permiso de trabajo temporal tienen que pedir autorización para salir y regresar, y de momento se deniega) tienen que hacerse una prueba (que deben costearse) unos días antes de que acabe su periodo de aislamiento obligatorio de 14 días, bien en su vivienda o en un centro del Gobierno destinado para ello.

Corea del Sur también está cerrada al turismo. Los residentes que salen necesitan un permiso de reentrada y están obligados a presentar una prueba de PCR negativa efectuada en las 48 horas previas a su llegada. Una vez en el país deben descargar una aplicación móvil de autodiagnóstico y no pueden, por ejemplo, coger transporte público.

Países como Nueva Zelanda van a instalar corredores verdes con otros Estados que tengan una tasa de infección muy baja. Uno de ellos será previsiblemente Australia, de donde recibe la mayor parte del turismo.

En Europa varía por países. En el Reino Unido sigue siendo obligatoria la cuarentena para quienes llegan, algo que se revisa cada tres semanas. Es previsible que el próximo lunes anuncie “pasillos aéreos”: acuerdos bilaterales con países con los que no puede permitirse cerrar el tráfico por el daño a la industria turística, como Francia, Italia o España.

En Alemania no hay que pasar pruebas para embarcar o desembarcar. Los aeropuertos se oponen también a las cámaras térmicas por su poca efectividad. En estos recintos no hay obligación general de llevar una mascarilla en las terminales. Hasta ahora, solo Berlín, Bremen, Baviera, Baden-Württemberg, Renania del Norte-Westfalia y Baja Sajonia han ordenado esto para todo el aeropuerto. La cuarentena, como sucede en toda la Unión Europea, se aplica a todas las personas que entran en el territorio procedentes de los llamados terceros países. En la actualidad, también es obligatoria para los viajeros procedentes de Suecia, Estado miembro de la Unión Europea, debido a sus altas tasas de infección.

Con información de Macarena Vidal Liy, Paloma Almoguera, Rafa de Miguel, Enrique Müller y María R. Sahuquillo.

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Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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