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Zoos vacíos de visitantes pero llenos de vida

Los zoológicos capean la falta de ingresos mientras mantienen a los animales y planean cambios para reabrir

El jefe de veterinarios del zoo de Cabárceno da el biberón a dos camellos recién nacidos.
El jefe de veterinarios del zoo de Cabárceno da el biberón a dos camellos recién nacidos.L. Rico
Juan Navarro

Félix y Felisa quieren biberón. Los dos camellos, de patas trémulas y boca ansiosa, buscan la leche que el cuidador del Parque de la Naturaleza de Cabárceno (Cantabria) les ha preparado y calentado. La pareja mama por turnos mientras Santiago Borragán, jefe veterinario de este centro, comenta, protegido por guantes y mascarilla, la tremenda casualidad de que estos mamíferos, hermanos por parte de padre pero de distinta madre, nacieran el 14 de marzo. La fecha, inolvidable en el reino animal por el aniversario de la muerte del naturalista Félix Rodríguez de la Fuente, les dio nombre y a la vez condena: ningún visitante podrá observarlos hasta nuevo aviso, ya que ese mismo día entró en vigor el estado de alarma.

La parálisis que el virus ha inoculado en la economía española, y también en la de los parques zoológicos, no se aprecia en estas inmensas instalaciones a 17 kilómetros de Santander. Los osos pardos abandonan su particular confinamiento anual en forma de hibernación y los oseznos corretean en torno a su madre mientras ella trata de coger la comida que les lanzan los operarios desde un coche que se adentra en el recinto. Hasta 16 trabajadores se turnan para formar grupos reducidos y atender a sus protegidos, vigilados asimismo por veterinarios y técnicos. Los prados de la instalación se siegan para dar forraje a los herbívoros. Todo normal si no fuera por la ausencia absoluta de público y por los restaurantes cerrados. Miguel Otí, director de Cabárceno, apunta que buena parte de las 151 personas en nómina trabaja desde casa, pero hay funciones que demandan presencia física.


Un cuidador de Cabárceno, protegido con guantes y mascarilla, alimenta a un bisonte del zoo.
Un cuidador de Cabárceno, protegido con guantes y mascarilla, alimenta a un bisonte del zoo.L. Rico

El confinamiento ha frustrado un 2020 que brindaba registros históricos en forma de visitantes e ingresos. La empresa pública Cantur, que gestiona Cabárceno, calcula que en Semana Santa han dejado de ganar 1,1 millones de euros, pues en 2019 hubo casi 50.000 visitantes en esas fechas, sobre los 650.000 de todo el año. Esta cuarentena se traduce, de momento, en dos millones de euros sin facturar. La Asociación Ibérica de Zoos y Acuarios (AIZA), que aglutina a varias empresas del sector, destaca que el año pasado 14 millones de personas visitaron este tipo de instalaciones, con un impacto económico de 300 millones de euros. La entidad expresa su preocupación porque “se ha congelado el flujo de visitantes y de ingresos en pleno inicio de temporada”. Pero los gastos se mantienen, avisan, y ese desequilibrio puede traducirse en “riesgos de liquidez”. El cierre prolongado de los zoológicos traería “efectos económicos y laborales irreparables” en un sector que en temporada alta tiene a 5.000 personas contratadas, y que se ha acogido también a los ERTE.

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Los osos pardos, que conforman una población de unos 80 ejemplares, reciben comida una vez al día. Los operarios describen que las madres apenas se alejan de sus camadas porque los machos grandes podrían devorarlos. Cabárceno cuenta con veterinarios 24 horas pendientes del cuidado de la fauna.
Fotogalería | El trabajo en un zoo clausurado, en imágenes

El panorama es idéntico en latitudes tan opuestas como las islas Canarias. Loro Parque, en Tenerife, ha cerrado, pero sus aves y fauna marina siguen demandando alimento. Natalya Romashko, directora de comunicación del grupo que lo administra, critica que “agencias de viajes y turoperadores” no cumplen los “pagos correspondientes” y han de lidiar con enormes gastos sin ingreso alguno. La adaptación a estas “circunstancias extraordinarias”, prosigue, la ejecutan con 173 trabajadores que siguen activos tras realizar “ajustes de plantilla”. Los cuidadores y veterinarios no han sufrido cambios, subraya. Romashko muestra las ganas de reabrir pero siempre con prudencia: “No vemos este proceso de forma muy optimista”.

Más fe tienen en Cantabria. El temporal sanitario y financiero, piensan en Cabárceno, amainará. Bernardo Colsa, gerente de Cantur y enamorado de los rinocerontes, exclama que “lo peor es la incertidumbre”. Aún no saben cuándo reabrirá Cabárceno, pero reivindican que sus 750 hectáreas permitirán una distancia prudente entre visitantes. “Donde las jirafas hay sitio de sobra”, explica Otí, pues el espacio para esta especie africana cuenta con un perímetro de un kilómetro. Malo será que la gente se apelotone, apuntan. Confían en la conciencia social. Por si acaso, impedirán que los visitantes se acerquen a las vallas y marcarán puntos de separación “como en el supermercado”. La idea es desinfectar regularmente las zonas con presencia humana y cambiar el modelo de los restaurantes. Lo ven factible. “Estamos al aire libre, es una buena opción de ocio por la amplitud”, sugieren.

Cambios para abrir al público

Los portavoces de AIZA aseguran que el futuro pasa por aforos limitados, gestión de colas, rutinas de desinfección o limitaciones en áreas más cerradas. Los espacios abiertos, coinciden, avalan mayor seguridad: “El público puede pasear y observar a los animales sin interaccionar con otros visitantes”. El Gobierno alemán ha incluido los zoológicos entre los establecimientos que podrían reabrir con ciertas condiciones. La jefa de comunicación de Zoo Aquarium Madrid, María José Luis, supedita las decisiones “al proceso de desescalada que indican las autoridades” conforme a las medidas de seguridad. La entidad ha tenido que aplicar un ERTE en su plantilla, con la atención a los animales como servicio esencial.

Los responsables de Cabárceno ansían que el 15 de junio puedan dar pasos hacia la normalidad con aforo reducido. Las noticias sobre contagios de coronavirus en los animales, como los detectados en un zoo de Nueva York, deberán estudiarse, según el veterinario Borragán, para descubrir si el virus se pasa entre ellos. “En ese caso estaremos jodidos”, sentencia. Los cántabros, como sus compañeros de sector, siguen trabajando hasta que haya novedades. La pandemia ha sacudido el 30 aniversario del parque, en un año que parecía boyante y justo cuando Otí iba a jubilarse. Todo mal. Los únicos que agradecen esta coyuntura, dicen, son los animales. Viven más relajados sin público, aunque aquí y allá se notan los efectos de la primavera.

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Sobre la firma

Juan Navarro
Colaborador de EL PAÍS en Castilla y León, Asturias y Cantabria desde 2019. Aprendió en esRadio, La Moncloa, en comunicación corporativa, buscándose la vida y pisando calle. Graduado en Periodismo en la Universidad de Valladolid, máster en Periodismo Multimedia de la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo EL PAÍS.

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