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El coronavirus se acelera en África

El continente, con más de 2.500 casos en 46 países, cierra sus fronteras y empieza a confinar a la población

José Naranjo
Un trabajador municipal desinfecta en el barrio de Medina, en Dakar, en el marco de la lucha contra el coronavirus.
Un trabajador municipal desinfecta en el barrio de Medina, en Dakar, en el marco de la lucha contra el coronavirus.JOHN WESSELS (AFP)

El coronavirus ya se extiende por África. El último continente al que llegó la pandemia atraviesa todavía su fase inicial, pero el ritmo de contagios se acelera cada día. Este miércoles se superaba la cifra de 2.500 casos en 46 países, con especial incidencia en Sudáfrica y Egipto. Mientras, los gobiernos se apresuran a tomar medidas como cierre total de fronteras, confinamientos, toques de queda y suspensión de la actividad no esencial, la gran preocupación es la falta de medios materiales, como equipamiento de protección, camas de aislamiento o respiradores, y de recursos humanos, sobre todo en los países más vulnerables.

El primer caso registrado en el continente fue el 14 de febrero, un ciudadano chino que viajó a Egipto, mientras que Nigeria fue el primer país de África subsahariana en declarar la irrupción de la enfermedad el 27 de febrero, con un viajero procedente de Milán. Este miércoles, la cifra superaba ya los 2.500 positivos, de los que han fallecido 65. En prácticamente todos los países se ha ido repitiendo el patrón, un primer caso importado procedente de Europa, sobre todo Francia, Italia y España, y a los pocos días comienzo de la transmisión local.

Sudáfrica es la nación más afectada, con 709 contagios. El presidente Cyril Ramaphosa ha ordenado el confinamiento total de la población durante tres semanas, solo permitiendo que salgan a la calle los trabajadores sanitarios, personal de emergencia y fuerzas de seguridad, así como ciudadanos con causa justificada. Estos días se han vivido largas colas en supermercados, fruterías, carnicerías y farmacias por miedo al desabastecimiento. Egipto, con 402 contagios, ha impuesto un toque de queda y ha suspendido todo el transporte público y privado durante dos semanas, mientras que Argelia (264 casos) ha aislado la provincia de Blida, la más afectada, ha decretado el cierre de locales y ha ordenado el confinamiento de su población durante 12 horas al día.

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El anuncio de medidas drásticas, que ha incluido un cierre a cal y canto de fronteras, se ha producido en prácticamente todos los países africanos, incluso en aquellos que aún cuentan con pocos o ningún caso. Marruecos y Ruanda también obligan al confinamiento. El miedo es evidente. Los sistemas de salud son más débiles que en Europa, faltan camas, respiradores, mascarillas y trajes de protección; los médicos escasean, en países como Liberia o Mozambique hay uno por cada cien mil habitantes; y las posibilidades de autoprotección e higiene son complicadas sobre todo si vives en un barrio de chabolas de Sudáfrica o en un campo de desplazados en Burkina Faso.

“África debe prepararse para lo peor”, dijo el director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus. “Ningún país del mundo está realmente preparado para ello, ni siquiera aquellos con un sistema de salud operativo", explicaba a AFP el doctor Yusuf Tanko Sununu, que dirige el comité parlamentario para la salud en Nigeria. “Y en las naciones pobres, los hospitales ya se enfrentan a graves problemas”. En Nigeria, el país más poblado de África con 190 millones de personas, hay un solo centro de aislamiento, situado en Lagos, con 50 camas operativas, según denunció la Asociación de Médicos. En Senegal, con 16 millones de habitantes, hay 12.

Al caer la tarde, la Corniche Ouest de Dakar suele ser un hervidero de jóvenes haciendo deporte al aire libre. Estos días, tras la declaración del estado de emergencia y un toque de queda nocturno, apenas se ve a unos pocos atrevidos. Mariama Ndiaye, con mascarilla en la boca, revela sus temores. “Tenemos que ser conscientes de que esto es real, está pasando, no es un invento de los políticos o de los europeos”, dice casi sin detenerse. Todos los contactos de casos confirmados, unas 1.500 personas, han sido trasladadas por las fuerzas del orden a distintos hoteles para su confinamiento durante dos semanas.

Al igual que en Costa de Marfil, en Senegal, con 99 casos, la conciencia del problema se va imponiendo en la población, pero a distinto ritmo y no entre todos. El Gobierno ha prohibido los actos públicos que incluyan la aglomeración de personas, incluidos los religiosos, una medida que fue desafiada el pasado viernes en algunas mezquitas. Pero no es una cuestión de credos. John Magufuli, el polémico y autoritario presidente de Tanzania (12 casos), estableció 14 días de cuarentena para los que entren al país y, al mismo tiempo, instó a los fieles a acudir a las iglesias con normalidad para vencer a un virus “obra de Satán”.

Uno de los países con una tendencia más preocupante es Burkina Faso (114 positivos), en África occidental, que ya se encontraba sumido en una situación de extrema pobreza y golpeado con fuerza por el yihadismo que ha provocado el desplazamiento de un millón de personas de sus hogares. Allí el virus ha mostrado a la población que no distingue entre pobres y ricos. Cinco ministros del Gobierno están contagiados y la vicepresidenta segunda del Parlamento, Rose Marie Compaoré, de 62 años y enferma de diabetes, se convirtió en la primera fallecida por la enfermedad en África subsahariana.

Guinea-Bisáu, que no cuenta con camas de aislamiento, declaró este miércoles los dos primeros positivos, al igual que Malí, un país del Sahel sumido en una profunda crisis de violencia terrorista e intercomunitaria. En Etiopía, con 12 personas contagiadas, la Fiscalía General del Estado anunció el indulto y liberación de más de 4.000 presos sin cargos de asesinato como medida de prevención por el hacinamiento de sus cárceles. Sierra Leona, por su parte, ha decretado el estado de emergencia durante un año aunque no ha declarado ningún caso todavía.

Pese a los preparativos de las últimas semanas, en las que unos 90.000 sanitarios han recibido formación y se ha habilitado la realización de tests de detección en 48 de los 55 países del continente, las perspectivas son sombrías. El director de los Centros de Control de Enfermedades (CDC) en África, John Nkengasong, no oculta su preocupación. “Hemos pasado de la amenaza inminente al desastre inminente. Va a llegar a todos los países, las fronteras son muy porosas. Incluso si Occidente está haciendo frente a su propia pandemia, hay que acordarse de África", dijo.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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