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ENTREVISTA | Sandra Díaz, bióloga y coordinadora del informe sobre biodiversidad de la ONU

“Esta batalla también se libra en el interior de cada ciudadano”

El informe, presentado este lunes en París, sostiene que un millón de especies animales y vegetales están amenazadas de extinción

Silvia Ayuso
La bióloga Sandra Díaz, una de las coordinadoras del informe sobre biodiversidad de la ONU.
La bióloga Sandra Díaz, una de las coordinadoras del informe sobre biodiversidad de la ONU.

Como buena argentina, la bióloga Sandra Díaz (Bell Ville, Argentina, 1961) recurre a una metáfora del fútbol para subrayar que, aunque las cosas están difíciles en materia de preservación de la naturaleza y, por tanto, de la vida en la Tierra, incluida la especie humana, no se da un partido por perdido hasta que suena el pitido del árbitro que finaliza el encuentro. La profesora de Ecología de Comunidades y Ecosistemas e Investigadora Superior del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas en el Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (CONICET) de la Universidad Nacional de Córdoba es una de los tres científicos que han presidido y coordinado el extenso informe de la Plataforma Intergubernamental sobre la Biodiversidad y los Servicios Ecosistémicos (IPBES) presentado este lunes en París. Optimista irredenta, como se define, sostiene que no es aún demasiado tarde para cambiar “profundamente” nuestra manera de interactuar con la naturaleza para frenar su acelerado declive. Pero hace falta empezar ya y con valentía, advierte.

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Pregunta. En el informe se habla mucho de lo que hacemos mal, pero el mensaje es no perder la esperanza. ¿Estamos a tiempo todavía de cambiar?

Respuesta. Sí, estamos a tiempo. Esto es como un partido de fútbol. Estamos muy mal, nos han llenado de goles, el partido pinta mal, si seguimos así, lo perdemos seguro, pero el partido no ha terminado. Y lo que vemos es que si cambiamos profundamente nuestro modo de hacer y pensar las cosas, todavía estamos a tiempo.

P. ¿Hay una fecha límite? 

R. No vamos a estar a tiempo por mucho tiempo más. Hay un límite y es ahora, muy cortito. Pero ahora tenemos la oportunidad, si empezamos pronto.

P. ¿Y por dónde empezamos? 

R. Primero por implementar un montón de cosas que ya sabemos hacer, que ya están en las legislaciones, que ya están en la gobernanza, pero que simplemente no se implementan. E ir mucho más allá, tratando de cambiar profundamente la forma en que hacemos la producción, el consumo, la forma en que disponemos de lo que no usamos más, la manera de distribuir los costos y beneficios del uso de la naturaleza entre distintos actores sociales, entre distintos países y entre nosotros y las próximas generaciones. Es importante que, cuando se consume algo, se pague el precio real de ese algo. Muchas cosas se consumen masivamente porque son artificialmente baratas, porque quien las produce y quien las vende no está pagando todo el coste ambiental y social que significa esa cuestión, no sabe el daño a la naturaleza y el daño a la vida de la gente que eso está significando. No lo ve, a veces porque no lo quiere ver y muchas veces porque ocurre en un país distante. Esa integración y esa equidad en lo que son los beneficios y los costes de la naturaleza son básicas para cambiar la forma en que hacemos las cosas. No va a ser fácil.

P. En Francia, uno de los países punteros en la lucha contra el cambio climático, la protesta de los chalecos amarillos ha obligado al Gobierno a eliminar una tasa del carburante. ¿Son los gobiernos, pero también los ciudadanos, conscientes de que todos debemos actuar?

R. La batalla se libra con respecto a gobernanza, con respecto a política mundial, regional, nacional y local. Estamos hablando de cambios profundos que afectan a políticas. Pero también se libra en el interior de cada uno de los ciudadanos. Los cambios profundos no pueden venir solo de arriba para abajo, también tienen que ser una especie de movimiento que surge de abajo para arriba y, de alguna manera, desborda a los gobiernos y exige modificaciones. Muchísimos cambios sociales que muchos pensábamos que nunca iban a ocurrir han pasado porque hubo una especie de marea desde abajo. Que es lo que hace falta que tengamos. Los que se benefician de la situación actual no van a cambiar voluntariamente, porque la verdad es que es mucho más fácil seguir como estamos. Pero a medida que haya una presión fuerte y generalizada, es que vamos a poder cambiar las cosas. Yo soy optimista porque en el pasado, muchos cambios no lineales, totalmente inesperados, improbables, ocurrieron para bien, y nadie se los esperaba. Entonces, puede ser que ahora haya uno de estos, esta enorme repercusión que hemos tenido en los medios, y esta convergencia de intereses, todos estos movimientos sociales en Europa, de los jóvenes, en Inglaterra, la Extintion Coalition, hacen pensar que los ciudadanos son los que están tomando conciencia y están tratando de defender su derecho a una trama de la vida sobre la vida sobre la Tierra que nos incluye y para que no se siga destejiendo.

P. La naturaleza no es un lujo 

R. Claramente no. Parte de las narrativas que tenemos que cambiar es esa idea de que la naturaleza es un lujo para los ricos o para los que tienen la vida resuelta y que hay que elegir entre tener una vida digna y suficiente comida y suficientes derechos o la naturaleza. No. No podemos tener una vida digna de ser vivida sin la trama de la vida que nos entreteje.

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Sobre la firma

Silvia Ayuso
Corresponsal en Bruselas, después de contar Francia durante un lustro desde París. Se incorporó al equipo de EL PAÍS en Washington en 2014. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, comenzó su carrera en la agencia Efe y continuó en la alemana Dpa, para la que fue corresponsal en Santiago de Chile, La Habana y Washington.

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