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La contaminación se ceba en las áreas más pobres de las grandes ciudades europeas

Un estudio internacional constata mayores índices de polución en zonas con niveles de desempleo o criminalidad más altos

Nube de contaminación sobre la ciudad de Barcelona
Nube de contaminación sobre la ciudad de BarcelonaGIANLUCA BATTISTA
Jessica Mouzo

La contaminación se ceba en las áreas más desfavorecidas de las grandes ciudades europeas. Así lo constata un estudio internacional publicado en la revista científica Environmental Pollution tras cruzar los índices de polución y los indicadores socioeconómicos de varios municipios del área metropolitana de nueve urbes europeas. La investigación vuelve a poner el foco sobre el complejo fenómeno de la desigualdad ambiental en Europa, que cuenta con conclusiones dispares dentro de la literatura científica. Este último estudio, no obstante, avanza en la línea de lo que ya anunció la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el conjunto del planeta: las zonas más desfavorecidas tienen una peor calidad del aire.

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“Se observan niveles más altos de dióxido de nitrógeno en las áreas socioeconómicamente desfavorecidas de las metrópolis europeas, que se reflejan en los niveles más altos de densidad de población, la población nacida fuera de la Unión Europea, la delincuencia y las tasas de desempleo”, reza el estudio internacional recientemente publicado. Los investigadores analizaron las desigualdades ambientales en las conurbaciones de nueve ciudades europeas: Atenas, Barcelona, Berlín, Bruselas, Lisboa, Londres, París, Estocolmo y Turín.

Para llevar a cabo el estudio, los expertos recopilaron diversos parámetros socioeconómicos como la tasa de desempleo juvenil y la global, la tasa de envejecimiento, el índice de fumadores, la densidad de población, la criminalidad o el nivel de estudios de la población, entre otros criterios, de los municipios que conforman las áreas metropolitanas de estas ciudades. Estos datos los cruzaron, a su vez, con los niveles de dióxido de nitrógeno de estas zonas. En el caso de Barcelona, se analizaron la información ambiental y socioeconómica de 23 municipios metropolitanos; Atenas incluyó 40; París, 150.

“Para todas las áreas metropolitanas separamos los municipios en cuatro grupos en cada uno de los indicadores analizados. Y miramos si el grupo con el nivel más alto de paro, por ejemplo, tiene más concentración de dióxido de nitrógeno, que los municipios que están en el nivel más bajo de tasa de paro”, explica Marc Marí-Dell'Olmo, investigador de la Agencia de Salud Pública de Barcelona (ASPB) y uno de los autores del estudio. Luego, compararon los resultados globales de todas las metrópolis y encontraron que, en conjunto, las áreas situadas en el escalón más alto en función del desempleo —con las tasas de paro más elevadas— tenían un 15,8% más de exposición a dióxido de nitrógeno que aquellos municipios con niveles de desempleo más bajo. En esta línea, las zonas de rentas familiares más bajas mostraban casi un 5% más de contaminación que las áreas de altos ingresos. La densidad de población fue uno de los parámetros más significativos, pues las zonas metropolitanas más pobladas tenían hasta un 48,7% más de polución que las menos pobladas.

Marí-Dell'Olmo señala que los datos son “representativos de las áreas metropolitanas” pero admite limitaciones en el estudio. “La potencia del estudio está en reunir muchas áreas metropolitanas, pero tenemos que tener en cuenta que estamos trabajando con áreas. No podemos individualizar. Y además, algunas áreas son muy grandes y otras muy pequeñas. Algunas tienen un millón de habitantes y otras 10.000. Así que en las grandes puede que no se vean las diferencias o las heterogeneidades porque todo se concentra dentro del mismo valor”, matiza. Otra de las limitaciones es que las áreas metropolitanas parten de una realidad socioeconómica distinta y no son comparables entre sí. De esta forma, por ejemplo, los niveles de desempleo en Barcelona oscilan entre el 16,9% (lo mínimo) y el 36,6% (máximo). Estocolmo, en cambio, juega con cifras entre el 1,4% y el 9,9%, cualquiera de ellas muy por debajo de los mejores índices de Barcelona.

En esto coindice Bénédicte Jacquemin, investigadora de ISGlobal, un centro impulsado por La Caixa. Ella también ha estudiado el fenómeno de la desigualdad ambiental. En su investigación, publicada en 2017 en la revista Environment International, se concluyó que el nivel socioeconómico no necesariamente está ligado a una mayor exposición a la contaminación atmosférica. “Aquí las áreas son muy grandes. En nuestro estudio lo hicimos a escala geográfica más pequeña y con información individual. Mirábamos para cada participante su exposición ambiental y sus datos socioeconómicos y también el nivel socioeconómico contextual. A nivel micro esta diferencia no es tan clara”, justifica la investigadora. Con todo, Jacquemin apunta que en su estudio, cuando se miraban los datos socioeconómicos de contexto (no los particulares de cada individuo) también se veía “una tendencia” a que las personas que vivían en zonas más desfavorecidas estuvieran más expuestas a la contaminación.

La investigadora de ISGlobal señala que en Europa no hay muchos estudios que comparen estos elementos y las metodologías empleadas, en cualquier caso, son muy diferentes. “En Estados Unidos sí que se hicieron, pero los resultados dependían de las ciudades que se tenían en cuenta. En ciudades atípicas como San Francisco o Nueva York no se encontraban estas asociaciones”, apunta. Jacquemin defiende que parte de estas desigualdades no responden solo a elementos socioeconómicos, sino también a “la organización de las ciudades”.

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Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

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