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Bernardo Montoya, el preso de confianza que trabajaba de cerrajero

El asesino confeso ha pasado casi 21 de sus 50 años en la cárcel de Huelva, donde tuvo una ocupación y disfrutó de permisos por su buen comportamiento

Agentes de la Guardia Civil escoltan a Bernardo Montoya tras la reconstrucción del crimen. En vídeo, los vecinos reaccionan al ver volver a Montoya a su casa.Vídeo: R. G. G.

Desde que nació el 13 de octubre de 1968, Bernardo Montoya ha tenido dos vidas muy diferentes. Una, en libertad, repartida entre Extremadura —donde nació—, Andalucía y Cataluña. La segunda, en el centro penitenciario de Huelva, donde ha pasado 20 años y 10 meses, según se recoge en su historial penitenciario. En la primera de esas vidas ha acumulado delitos y atemorizado a los vecinos de Cortegana (Huelva), en la que él y parte de su familia vivieron tras emigrar de su Badajoz natal. Una antigua compañera de colegio recuerda que Bernardo y su hermano gemelo, Luciano —actualmente en prisión por otros delitos—, prendieron fuego al aula del instituto de la barriada de Las Eritas donde estudiaban cuarto de EGB al dibujar con una llama la del Zorro en la pared.

Entre rejas, sin embargo, Bernardo se transformaba. Su buen comportamiento y ausencia de incidentes graves llevaron a los responsables de la prisión onubense a recluirle, durante su última etapa encarcelado, en una celda de uno de los módulos menos conflictivos del centro. De hecho, terminó siendo lo que en la jerga carcelaria se denomina “preso de confianza”. Ello le permitió tener un destino laboral en prisión, algo muy preciado entre los reclusos, ya que facilita la consecución de permisos. Hasta que el pasado 22 de octubre recuperó la libertad, Bernardo Montoya formaba parte del equipo de mantenimiento de la cárcel. Era el cerrajero.

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Su primer ingreso en prisión se remonta a 1994, como revelan las dos primeras cifras de su NIS (el número de identificación sistemático que se asigna a cada recluso al entrar por primera vez y que conserva siempre), el 9417214877. Entonces, estuvo en prisión preventiva tan solo un mes, según fuentes penitenciarias. No volvería a ingresar hasta el 18 de diciembre del año siguiente, tras haber asesinado cinco días antes a Cecilia Fernández, una anciana de 82 años a la que asaltó en su casa. Por aquellos hechos fue condenado a 17 años y nueve meses de prisión como autor de un delito de asesinato, otro de allanamiento y uno más de obstrucción a la justicia. Era la primera de las cinco sentencias condenatorias que ha recibido, según los datos del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía.

De esa primera etapa en prisión, en su expediente constan dos incidentes graves, ambos registrados cuando disfrutaba de permisos penitenciarios. El primero, en abril de 2008, durante una salida de siete días. Entonces, amenazó a una joven y apuñaló al perro de esta en El Campillo, la misma localidad onubense donde ahora ha confesado haber asesinado a la profesora Laura Luelmo. La sentencia consideró probado que para sujetar a la víctima le colocó “un cuchillo en el cuello” y le gritó: “Como grites, te pincho”. Fue condenado a un año y seis meses de prisión.

El segundo incidente grave se produjo el 22 de noviembre de 2008. Aquel día tenía que reingresar en prisión tras disfrutar de un permiso de una semana. No lo hizo. Fue uno de los seis presos de la cárcel de Huelva que aquel año aprovecharon este beneficio penitenciario para escaparse. Durante más de 10 meses estuvo huido, hasta que en octubre de 2009 se presentó voluntariamente en la prisión. Un arrepentimiento que le sirvió para que por esta fuga fuera sentenciado a solo 180 días por quebrantamiento de condena.

Robos violentos

La suma de aquellas tres penas las terminó de cumplir en marzo de 2015. Había pasado más de 19 años entre rejas —con el paréntesis de su fuga—, pese a lo cual su libertad duró poco. Su expediente penitenciario revela que el 1 de junio de 2015 volvió a ingresar en la cárcel tras cometer durante los dos días anteriores sendos robos con violencia en Cortegana. En la sentencia que le condenó unos meses más tarde por estos hechos a 2 años y 10 meses de prisión se recogía que los actos de Bernardo habían creado “gran alarma social en la localidad de Cortegana que ha conllevado que los vecinos del pueblo hayan interesado ante el Cuartel [de la Guardia Civil] y el propio Ayuntamiento mediante presentación de escritos, mensajes y WhatsApp la expulsión del acusado del pueblo”.

Según destacan fuentes penitenciarias, durante esta tercera estancia en prisión mantuvo un buen comportamiento y las pocas sanciones que recibió fueron leves. Por ello, estuvo recluido en un módulo poco conflictivo y consiguió trabajar de cerrajero en prisión. Incluso, pese a su fuga y al episodio que había protagonizado en los permisos de su anterior condena, la Junta de Tratamiento de la prisión le autorizó una salida de tres días a finales de julio de este año. Tras cumplir definitivamente la condena el 22 de octubre de 2018, volvió a la casa familiar de El Campillo. Menos de dos meses después, asesinó a Laura Luelmo. Cuando reingrese en prisión, será difícil que vuelva a ser catalogado como “preso de confianza”.

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