_
_
_
_
_

La víctima al obispo: “¿Dónde queda la tolerancia cero?”

Conversaciones del proceso abierto por los abusos en el Seminario Menor de La Bañeza

Foto: Juan Antonio Menéndez, obispo de Astorga, en septiembre.Vídeo: J. CASARES
Julio Núñez

Javier escribió al papa Francisco en noviembre de 2014 explicando los abusos sexuales que sufrió 26 años antes. Los delitos habían prescrito, pero los recuerdos continuaban taladrando su mente. En el Seminario Menor de La Bañeza (León) “las noches se convirtieron en miedo” cada vez que el sacerdote José Manuel Ramos Gordón le visitaba. Pese a que pidió ayuda al entonces rector del seminario, Gregorio Rodríguez (fallecido) y al profesor Francisco Javier Redondo su queja no tuvo resultado. Los abusos siguieron.

Más información
Si conoces algún caso, contacta con nosotros en abusos@elpais.es
“Todas las drogas eran pocas para calmar los daños que me habían causado”
La diócesis de Brooklyn paga 27,5 millones de dólares a cuatro víctimas

La denuncia al Papa permitió abrir un proceso eclesiástico contra el abusador, aunque se mantuvo en secreto. La diócesis de Astorga juzgó el caso y decidió en febrero de 2016 una sanción mínima, ratificada por la Congregación para la doctrina de la Fe: “Privación del oficio de párroco durante un periodo no inferior a un año. Realizará ejercicios espirituales de mes y desarrollará labores asistenciales en favor de sacerdotes ancianos e impedidos, así como otras tareas caritativas”. La víctima, insatisfecha con la pena impuesta al sacerdote, se entrevistó en dos ocasiones con el obispo de Astorga (Juan Antonio Méndez) y con el entonces vicario judicial (Julio Alonso). Lo que sigue es una transcripción de parte de esas conversaciones donde también participó la mujer de Javier.

Esposa de la víctima: (...) No estamos muy conformes. Lo único que llegamos a entender con su carta es el pequeño castigo que será impuesto.

Obispo: Hemos acordado que sea a partir del 1 de julio. Iniciará los ejercicios y después vendrá a la casa sacerdotal para estar el año que se le ha impuesto de no estar en parroquia ni tener contacto con niños.

Esposa de la víctima: Me parece un poco ridículo el castigo. Parecen unas vacaciones, no una sentencia. ¿Y qué pasa con él [Javier]? ¿Hay voluntad de la iglesia de una indemnización?

Obispo: La sentencia no dice nada. En las actas del abogado defensor no ha hecho [mención] al tema del resarcimiento...

Javier (víctima): Nunca he tenido abogado. Yo, los pocos datos que tengo de su declaración son que lo hacía por el alcohol, los fines de semana. Eso no es cierto. Ese señor no solo me tocó lo que pongo ahí [en la carta al Papa], fue mucho más y durante más tiempo. Fue un encubrimiento por parte de todos, porque lo dijimos y mi padre lo denunció [a varios sacerdotes] y le fueron tapando la boca. A mí me dijo Julio que llegó a oídos del obispo y me dijo Julio que en la diócesis hay una reseña que hablaba sobre el tema. Y el otro día por teléfono me lo negaba...

Esposa de la víctima: Nos han aconsejado que les propongamos un plazo para una propuesta de reparación en la cual no se racanee.

Obispo: ¿En qué consiste esa reparación?

Mujer: Sin paños calientes, 300.000.

Obispo: ¿300.000 euros?

Esposa de la víctima: Sí. Es desagradable decirlo, pero en su día no le dejaron dar una cantidad [en una reunión anterior el vicario le dijo a Javier: "¿A lo mejor si te ofrezco 50.000 euros te sientes ofendido?]. Y es esta.

Javier: Solo quiero que otra persona durante tres segundos se ponga en mi piel. ¿Cómo va a seguir afectando esto a mi vida? ¿A usted le parece mucho dinero para resarcirme?

Obispo: Lo que se ha hecho no hay dinero para pagar esto. Tendré que consultarlo a la Santa Sede si puedo hacer esto o no.

Javier: ¿Pero a usted le parece razonable o desorbitado?

Obispo: Me parece un poco demasiado, ¿no?

Javier: He intentado ser razonable. Esto a mí no me lo paga ni un millón, ni dos ni tres ni 200. O a lo mejor se me quiere apañar con unos miles de euros ¿De verdad?

Obispo: En el proceso deberías haber dicho que se podría resarcir de esta manera, ¿no? Pero como no se ha dicho... ellos no lo tuvieron en cuenta. Tuvieron en cuenta lo que es el derecho canónico como tal. Y también los atenuantes: que ha prescrito, porque son 20 años...

Javier: La tolerancia cero no sé dónde queda.

Obispado: En estos momentos... Yo no estaba allí.

Javier: El otro obispo de entonces fue conocedor y lo tuvo allí [a Ramos] un año más. Son años de prescripción, pero también de impunidad.

Segundo encuentro:

Obispo: Con respecto a la petición que me habéis hecho el otro día, he consultado a la Santa Sede, a la Conferencia Episcopal y también con el abogado civil que tenemos aquí en la diócesis. Me dicen que no puedo acceder a la petición dado que no existe una sentencia civil o canónica que respalde mi actuación. Si acepto, estaría realizando un acto ilegal. En España no hay constancia, a día de hoy, de que se haya dictado una sentencia civil o canónica que exija indemnización a las diócesis como responsables subsidiarios. [El Supremo condenó en 2007 al Arzobispado de Madrid como responsable civil subsidiario en el caso del cura pederasta del barrio madrileño de Aluche a pagar a la víctima una indemnización de 30.000 euros]

Javier: Bueno, yo considero que esto es un crimen. Yo y todo el mundo. Voy a preguntar a la opinión pública a ver qué opina. Si empezaba esto lo hacía hasta las últimas consecuencias. Busco justicia. Lo siento.

Obispo: Lo único que puedo hacer es imponerle la jubilación o aceptarle la jubilación a este señor y dejarle en stand by.

Javier: Impunidad

Obispo: ¿Qué?

Javier: Impunidad. A lo mejor los que tienen que acabar esto son las víctimas. Poner las cosas encima de la mesa. Destruyeron mi infancia. Llevo año y medio que no vivo. Destrozado, no duermo. ¿Esto he sacado? Pues no lo entiendo...

Julio (vicario): La justicia canónica lo que ha intentado hacer es lo que puede hacer...

Javier: Pues para mí no es justicia.

Julio: ¿Qué tenemos que hacer? ¿Colgarle en la plaza pública para escarmiento de todo el mundo? Ni lo podemos hacer, ni se podría hacer en ningún sistema civil...

Javier: Entonces, en lo de la carta de “por la voluntad de la Santa Sede de reparar el daño”. Eso, ¿qué significa?

Julio: Hemos llegado hasta donde podemos llegar. Que es privar de su oficio al sacerdote, traerle a una residencia de ancianos y que no pueda ejercer ¿Qué más podemos hacer? ¿Ponerle en el medio de la plaza de Astorga? ¿Colocar allí a todos los niños a tirarle piedras? ¿Tenemos que lapidarle?

Javier: No, ya lo hará la sociedad. La opinión pública lo puede hacer. Inmediatamente. Y los nombres de encubridores que están en la carta también. Creo que no cometo ningún delito. Y si hago una reivindicación pública en persona en una plaza tampoco cometo un delito. Así que... ya está. Esas son mis medidas. Yo respeto las suyas y ustedes respetan las mías.

Julio: Nosotros, legalmente, no podemos ir más allá.

Javier: Que yo sepa, hay víctimas que han sido reparadas y no están conformes, quieren que salgan unos expedientes, salgan a la luz pública. Siguen pidiendo, yo no estoy pidiendo esas cosas. Lo justo sería que fuera reparado, que ese señor fuera a la cárcel, que el expediente saliera a la opinión pública... eso sería todo lo justo. Es lo que piden las asociaciones de víctimas. Todo eso. Si soy víctima y encima esto, encima, apaleado, pues no. No lo voy a permitir. Tenía 13 años y no me pude defender, pero ahora tengo 42. Y ahora me voy a defender.

El vicario: “Si denuncias aquí, a lo mejor se habría tapado”

En una de las primeras reuniones que Javier tuvo con el vicario judicial de la diócesis, Julio Alonso, se puede escuchar al sacerdote afirmar que “el método” que había utilizado Javier para denunciar su caso —escribir al Papa— no es “el normal”, aunque sí le reconoce que ha sido eficaz. “Si la hubieras presentado aquí por primera vez no hubiéramos llegado a donde hemos llegado. A lo mejor el obispo la habría tapado, aconsejado por quien fuera, y no habría hecho más caso”, explica Alonso.

En dicha conversación también interviene el padre de Javier, donde asegura que en su día —cuatro años después de haberse cometido los abusos sexuales a su hijo— acudió a varios sacerdotes para contarles lo sucedido. "Me dieron palabras de consuelo", recuerda el padre, pero también recibió algunas amenazas: “Hay que olvidarlo ¿qué se le va a hacer?”, “ten cuidado con lo que dices”, “ya sabemos todo”.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_