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Turismo de autores muertos

La tumba de un escritor de éxito atrae numerosas visitas y los países las quieren en su territorio Andalucía ha planteado el retorno de Machado desde Francia

El músico Paco Ibáñez canta frente a la tumba de Machado a los 70 años de su muerte, en febrero de 2009.
El músico Paco Ibáñez canta frente a la tumba de Machado a los 70 años de su muerte, en febrero de 2009. R. Roig (AFP)

A 26 kilómetros de la frontera entre Cataluña y Francia, en un pueblo costero francés llamado Collioure, hay un pequeño cementerio donde está enterrado un santo laico español. Se llama Antonio Machado (1875-1939) y, durante el franquismo, su tumba se convirtió en un lugar de peregrinación política por ser considerada un símbolo del exilio republicano. Más tarde, ante la constante y numerosa afluencia de visitantes, se tuvo que instalar un buzón para dar cabida a cientos de cartas, con todo tipo de peticiones (trabajo, salud, amor, paz), que le dejaban los admiradores de su vida y obra. Cada tanto, algún político de tal o cual partido se atrevía a pedir la repatriación de los restos del poeta sevillano a España y desataba así una encendida polémica que, sin embargo, no tardaba en apagarse. Hasta que llegaba otro para reavivarla.

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Cuando en febrero pasado se cumplieron 75 años de la muerte de Antonio Machado, Luciano Alonso, consejero de Educación, Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía, propuso (como lo han hecho otros políticos desde hace medio siglo) que los restos del autor de Campos de Castilla regresen a España, de preferencia a Sevilla, antes del año 2025, cuando se cumple el 150 aniversario del nacimiento del escritor. Dijo que Machado añoraba la ciudad donde nació y que por eso buscaría llegar a un consenso para su repatriación.

No dijo nada más y no se conocen muchas gestiones para concluir esta propuesta, pero el debate se reabre de tarde en tarde, porque los autores muertos son también un foco de turismo muy activo. ¿A quién pertenecen los escritores? ¿A su familia, a sus lectores, al Gobierno del país en donde nacieron? ¿Quién de ellos ha de decidir dónde deben descansar sus restos? Hay quien, en sus últimas voluntades, deja claro dónde (o cómo) quiere permanecer después de muerto. Pero ¿y si no lo dejó dicho? ¿Es pertinente trasladar los restos de alguien de un país a otro? ¿Hacer santuarios para fomentar el turismo? El filósofo Emilio Lledó considera que una discusión de este tipo es intrascendente, pues para él “la verdadera patria de un escritor son las palabras. Son ellas las que los hacen inmortales. Lo demás es, como diría el poeta, música de fuentes. Por ejemplo, Homero sigue vivo porque uno lo sigue leyendo y uno no sabe dónde está enterrado o siquiera si está enterrado”.

Savater: “Se debe respetar el deseo de los escritores o de sus familiares”

Su colega Fernando Savater, en cambio, es de los que acostumbra a peregrinar hacia las sepulturas de sus escritores favoritos. “Acabo de volver de la de André Gide en el pueblecito normando de Cuberville-en-Caux. Yo voy por el mundo no dando tumbos, sino dando tumbas...”, aclara. “En condiciones normales, yo creo que lo debido es respetar la voluntad de los propios escritores y, si no, de sus familiares directos. Bueno, lo mejor es tener la precaución de hacerse en vida una tumba preciosa, como Chateaubriand frente al mar de Saint-Malo. En caso de duda, hay que respetar dónde cayeron y enterrarlos in situ, como suele hacer Inglaterra con sus soldados. Cuanto menos oficialismo haya en el asunto, tanto mejor”.

La lista de escritores que no están enterrados en sus países de origen es amplia. Los restos del polaco Joseph Conrad se encuentran en Inglaterra; los del inglés John Keats en Italia, y los del irlandés Oscar Wilde en Francia. Y las propuestas de los políticos para devolverlos a sus terruños son frecuentes. Sucede en Perú, donde, desde los años cincuenta del siglo pasado, miembros del gobierno de turno piden los restos del poeta César Vallejo, enterrado en París.

De tumba en tumba

Las visitas a las tumbas de personajes famosos son frecuentes en cementerios como el Père-Lachaise en París o La Recoleta de Buenos Aires. Ubicado en el Distrito XX de la capital francesa, el Père-Lachaise es la necrópolis más visitada del mundo (dos millones de personas al año). En sus más de 40 hectáreas, llenas de mausoleos, están enterrados grandes nombres de la literatura, el teatro y la música, como María Callas, Jim Morrison, Edith Piaf, Marcel Proust y Oscar Wilde.

En pleno centro de Buenos Aires, en los laberínticos pasillos de La Recoleta, descansan presidentes, vicepresidentes, políticos, artistas, militares, científicos, magnates, revolucionarios y empresarios de Argentina. Pero la tumba más buscada es la de Eva Perón. Cada año pasan por ahí más de medio millón de visitantes.

No hay datos precisos, pero Marta Sanmamed, una artista plástica cuyo esfuerzo se centra en “revalorizar el arte que se esconde en los cementerios”, sostiene que los españoles no están muy acostumbrados a practicar el denominado “turismo de cementerio”. Para ella, “a diferencia de lo que sucede en otros países, los camposantos de España no tienen una buena afluencia de visitantes. Nuestra manera de ver la muerte es distinta, más solemne y oscurantista. El cementerio es un lugar frío y silencioso, entre muros altos”.

La Organización Mundial de Turismo avala la Ruta Europea de Cementerios, que difunde el patrimonio funerario del continente. Está integrada por 60 cementerios —“museos al aire libre”— ubicados en 46 ciudades de 18 países. No obstante, se encuentra en proceso de ampliación por miembros de la Asociación de Cementerios Significativos de Europa. Pero estas dos agrupaciones continentales destacan más las esculturas y mausoleos que las tumbas de famosos que albergan.

Sanmamed es autora de Aquí yace… o no (Oberón), un libro que recopila las historias y anécdotas que rodean a los cementerios más importantes del país. "Los españoles no tenemos la costumbre de visitar tumbas. Porque no somos tan mitómanos. Ni siquiera las de Paquirri o Camarón son visitadas en masa. Sin embargo, hay muchos españoles que cuando van a otros países sí se detienen en algún cementerio. Es decir: visitan otros y no los propios".

En Argentina también se plantea cada tanto la posibilidad de exhumar la tumba de Jorge Luis Borges, en Ginebra, para llevarlo a Buenos Aires. En 2009, la diputada peronista María Beatriz Lenz presentó un proyecto de ley al respecto, pero no prosperó. Ese año, Mario Vargas Llosa planteó en este periódico una solución para evitar este tipo de polémicas: “Un consejo, amigos escritores: nadie puede poner lo que escribió a salvo de futuras manipulaciones, distorsiones y vejaciones. Pero sí es posible, en cambio, precaverse contra póstumas emboscadas como la que estuvo en marcha y felizmente fracasó contra los huesos del pobre Borges. Háganse incinerar y que esparzan sus cenizas en lugares inalcanzables, como el bosque o el mar”.

Ian Gibson es uno de los hispanistas que más se ha empeñado en desentrañar a las figuras clave de la historia cultural contemporánea de España. Después de siete años de investigación, en 2006 publicó La vida de Antonio Machado. Ligero de equipaje (Aguilar), una monumental biografía que varias personas llevan bajo el brazo cuando van al cementerio de Collioure y contemplan, a la sombra de un árbol, esa especie de cama matrimonial de piedra donde están enterrados Machado y su madre, Ana Ruiz. Ante la reapertura del debate, Gibson es tajante: “Estoy totalmente en contra de la repatriación. Sus restos deben permanecer en Collioure porque así la gente tendrá más clara una etapa histórica de España. Representa la muerte de muchas personas en el exilio y si los mueven de ahí, ¿quién se va a acordar?”.

Lo mismo opina el escritor Antonio Muñoz Molina, premio Príncipe de Asturias de las Letras 2013: “El mejor monumento a la memoria de Machado ya está construido: es el paisaje de Collioure, ese cementerio tan modesto y cercano a España. Ahí murió porque hasta allí llegó huyendo de la victoria vengativa de los nacionales. En ese sitio, fuera de España, resalta paradójicamente su universalidad; ahí también está a salvo de grotescas reclamaciones identitarias, como la formulada por el consejero andaluz. Por otra parte, el monumento a Machado en Baeza, y el paseo con su nombre, se encuentran en un estado de abandono vergonzoso”.

El poeta y narrador Luis García Montero, en cambio, está a favor de que el sepulcro de Antonio Machado se ubique en España. “A diferencia de Luis Cernuda, otro poeta exiliado, que dijo que había roto con España y que su deseo era descansar en México, Machado nunca se desprendió de sus raíces. Lo sepultaron en el sur de Francia, pero allí hubo campos de concentración donde también encerraron a muchos españoles. No es, por tanto, una zona digna de Machado. Y, sobre todo, no es un buen sitio para la memoria de los exiliados. Ahora bien, la Junta de Andalucía propone llevarse los restos a Sevilla. Y no, mejor que sea al Panteón Civil de Madrid, ciudad donde vivió más tiempo y donde están enterrados muchos de sus maestros de la Institución Libre de Enseñanza y varios miembros de la República”.

En la familia Machado prefieren evitar posicionarse en uno u otro extremo de la discusión. Dice Manuel Álvarez Machado, sobrino-nieto de don Antonio, que “la decisión ha de tomarla el pueblo. Y nosotros estaremos de acuerdo con lo que diga la mayoría. Siempre, a lo largo de los años, ha habido gente que ha querido traerlo, pero nunca han hecho las gestiones correspondientes para lograrlo. Se han quedado en meras manifestaciones de voluntad. Y digo yo: ¿hay que traerlo por motivos turísticos? Sería lamentable que lo hicieran solo por eso”.

Wilde, Conrad
y Borges son a menudo reclamados en sus países

Antonio Machado fue un transterrado toda su vida —iba de un sitio a otro por estudios, por trabajo, por amor o por la guerra—. En 2009 cinco de las ciudades que fueron parte de su vida (Sevilla, Soria, Baeza, Segovia y Collioure) formaron la Red de Ciudades Machadianas para promover el turismo en torno a la figura del bardo que murió frente al mar francés el 22 de febrero de 1939. Auspiciada por el Ayuntamiento de Soria, donde se encuentra la Casa-Museo de Antonio Machado, la asociación no considera necesario que sea alguna de las ciudades españolas que la integran la que acoja los restos del escritor. “Quizá nos incrementaría el turismo, pero hay que tener otras miras, no solo económicas”, puntualiza Jesús Bárez, concejal de Cultura de Soria. “Por razones históricas es importante que Machado se quede donde está”.

Claudia de Santos Borreguero, concejala de Patrimonio Histórico y Turístico de Segovia, arguye que “no se puede incrementar el turismo a costa de tergiversar una biografía. Y, en el caso de Machado, la muerte es muy biográfica. Porque es la culminación de las penurias que tuvo que sufrir. Mejor hay que fomentar que los turistas entiendan por qué está enterrado allá”. La delegada de Fomento, Vivienda, Turismo y Comercio de la Junta de Andalucía en Sevilla, Granada Santos, se limita a decir que “cualquier iniciativa turística que suponga crear nuevos productos e itinerarios culturales con los que ampliar y diversificar la oferta de Andalucía y atraer a los viajeros nacionales e internacionales [como la repatriación de los restos de Machado a Sevilla], será siempre acogida de forma positiva”.

Ian Gibson: “Si mueven a Machado, quién se va a acordar del exilio?”

John Kester es director de Tendencias de Turismo y Estrategias de Marketing de la Organización Mundial de Turismo y comenta que “no hay datos concretos sobre cuántas personas incluyen en sus itinerarios turísticos algún cementerio, pero es sabido que la gente que va a París, por ejemplo, casi siempre va al cementerio de Père-Lachaise. Un escritor es patrimonio del país donde nació, donde vivió y donde murió. Y esto representa motivos para visitar tal o cual ciudad. Hay gente que a va a sus casas y a sus tumbas, como si se tratara de sus seres queridos. Es común, también, que la gente incluya cementerios que tienen que ver con la guerra en sus recorridos, como el cementerio de Flandes, en Bélgica, o el de Arlington en Estados Unidos. ¿Qué te hace visitar un cementerio? Pues que la muerte es parte de la vida y que hay que tener un sitio para conmemorar hechos que protagonizaron diferentes personajes. Pero todo depende de la cultura de cada país. Cada uno le da el valor que quiere a sus muertos”.

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