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El difícil salto de escuela a ‘school’

El inglés sigue siendo una asignatura pendiente, pese al aumento de horas de estudio El programa de bilingüismo carece de coordinación central y de un seguimiento estructurado Las nuevas tecnologías constituyen una oportunidad para fomentar el aprendizaje de idiomas

Tiziana Trotta
Clase de inglés en el colegio público Reina Violant-Comas i Solà, en Barcelona
Clase de inglés en el colegio público Reina Violant-Comas i Solà, en BarcelonaCARLES RIBAS

Los alumnos españoles empiezan cada vez antes a estudiar inglés, al mismo tiempo que aumenta el número de asignaturas que se imparten directamente en este idioma. El impacto de estas medidas, sin embargo, es todavía muy limitado. Los ambiciosos planes de Educación, según los expertos, se han implementado de forma apresurada en muchos centros y la falta de coordinación entre las autonomías dificulta una evaluación eficiente de los avances registrados. A pesar de los obstáculos, la distancia con los otros países europeos se reduce, gracias al auxilio de las nuevas tecnologías.

“Hay que aceptar que hay un límite a lo que pueden hacer las escuelas”, destaca Mercè Vilarrubias. La catedrática de lengua inglesa en la Escuela Oficial de Idiomas Drassanes de Barcelona asegura que sería ingenuo creer que tres horas de clase de inglés semanales puedan convertir un alumno en bilingüe. Al escaso número de tiempo dedicado a esta asignatura en los colegios que no participan en los programas de bilingüismo, hay que añadir otros problemas. “Hay buenas intenciones entre los docentes, pero la realidad es complicada cuando hay clases con 25 alumnos de media”, explica Paola Ciruelos, responsable de la asesoría para educación en el multilinguismo Nexolang de Zaragoza.

'Science', para padres e hijos

T.T.

Los más pequeños, a veces, no son los únicos en pasar un mal rato con los deberes en inglés. Fernando González Serrano admite cojear un poco en este idioma y que a veces le cuesta ayudar a su hija de 8 años con las tareas escolares, especialmente con las ciencias. "Estoy perdido con el vocabulario científico", revela. "Tengo que recurrir a Internet o buscar palabras en el diccionario. Afortunadamente, mi hija ya va teniendo soltura, cuenta con muy buenas notas y necesita poca ayuda en casa". Los profesores del colegio bilingüe Felipe II del Escorial, donde la pequeña estudia ciencias, educación física, artes plásticas y música en inglés, son conscientes de que el problema de González es bastante común y por eso piden a los padres que eviten hablar en inglés con sus hijos. "Saben que la pronunciación de nuestra hija es mejor que la nuestra y quieren cuidarla", explica el padre.

Paloma Góngora, en cambio, nunca ha tenido problemas en ayudar a sus hijos de 10 y 9 años con los deberes, pero sí admite que gracias a ellos aprendió vocabulario nuevo en el ámbito científico. Ahora que se ha mudado con su familia a Miami, reconoce la importancia de que sus hijos cursaran los primeros años de estudios en un colegio concertado de la Comunidad de Madrid, en el que se daba un 40% de las asignaturas en inglés. "El año en el que mi hijo mayor empezó el cole, era el primero de los programas de bilingüismo", recuerda, "hubo errores y aciertos como todos los comienzos".

Las mejoras respecto a sus años de estudio, según Góngora, son enormes. "La enseñanza ya no insiste tanto en la gramática y se da mucho más espacio a la comunicación", aunque queda mucho camino por recorrer. "Escuchar hablar inglés en tu colegio en España, te da sobre todo oído, y eso ayuda a no quedarte boquiabierto la primera vez que te sueltan algo en inglés, pero hay mucha falta de escritura y construcción gramatical, que en España se estudia pero no se machaca porque hay que pasar al siguiente tema y cumplir objetivos", explica. El principal problema, según ella, es el alto número de alumnos por clase, que impide alcanzar buenos niveles de expresión oral.

Los planes de educación no han tenido en cuenta, de acuerdo con Vilarrubias, que el nivel inicial tanto de los alumnos como de los profesores era demasiado bajo para poder tomar parte en una clase enteramente en inglés. “España se ha lanzado a la piscina, pero estos programas requieren cambios estructurales más profundos”, asevera. La catedrática lamenta la ausencia de evaluaciones conjuntas entre las comunidades autónomas, así como de coordinación entre las acciones. La consecuencia es un panorama muy heterogéneo. La Comunidad de Madrid, por ejemplo, cuenta, a su juicio, con un plan muy bien estructurado, mientras que en Cataluña los resultados son muy limitados, a pesar de la gran cantidad de recursos que se han destinado a la formación de los profesores.

La competencia lingüística de los docentes sigue estando en el centro de la controversia. En muchas comunidades, el nivel exigido corresponde al B2 en el marco común europeo de referencia para las lenguas, es decir un nivel intermedio alto. “El examen de habilitación se basa en una media entre varias destrezas”, insiste Ciruelos, “lo que hace que muchos educadores aprueben aunque flaqueen en el oral. Conozco casos de docentes que tienen que memorizar sus lecciones y este enfoque no mejora ni el contenido de la asignatura que imparten ni la lengua”.

De poco sirve también recurrir a profesores nativos y emular programas implantados en el extranjero, si el inglés se confina a las horas lectivas. “En los otros países europeos, se empezó hace años con los proyectos de bilingüismo, pero no están planteados para aprender el idioma, sino para transmitir contenidos”, según Vilarrubias. “El problema en España es que la lengua extranjera no está integrada en todas las actividades de los alumnos fuera del contexto formal de las aulas”.

Ciruelo, la responsable de la asesoría para educación en el multilingüismo de Zaragoza, insiste en la necesidad de un cambio en la metodología, pese a que el clásico enfoque totalmente basado en la gramática solo sea un recuerdo de las viejas generaciones. “Hay que dar más protagonismo a la comunicación oral y las nuevas tecnologías pueden ayudar mucho en este sentido”, subraya.

Aunque la brecha entre escuela pública y privada en enseñanza de idiomas se va reduciendo, aún quedan cuestiones abiertas que ponen en entredicho la igualdad de oportunidades entre alumnos. “Hace 20 o 30 años, solo las familias de clase media-alta contaban con recursos para que sus hijos pudieran estudiar en academias privadas o en el extranjero”, recuerda la docente de la Escuela Oficial de Idiomas de Barcelona. La situación hoy en día, según ella, no ha cambiado mucho bajo este punto de vista. “Las universidades ofrecen cursos de idiomas muy caros, mientras que la Escuela Oficial de Idiomas se ha enfrentado a drásticos recortes. En este contexto, no todo el mundo tiene el mismo acceso al aprendizaje”, subraya. Vilarrubias, sin embargo, sigue confiando en el potencial de los programas de educación. Y añade: “Nuevas tecnologías que nos expongan a la lengua hablada, mejor gestión de los planes en la escuela y una exigencia cultural y social hacia la importancia de saber inglés serán las claves para solucionar estos problemas”.

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Sobre la firma

Tiziana Trotta
Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS, principalmente en Planeta Futuro y en la Mesa Web. Es licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad de Urbino (Italia), Máster en Ciencias Históricas, Filológicas y de las Religiones por la Universidad Sorbona (Francia) y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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