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'Startups'

¿Es tan fácil copiar en un examen virtual? Esta herramienta vigila a los alumnos

Smowl utiliza inteligencia artificial y reconocimiento facial para verificar la identidad de un alumno y evitar que copie

Isabel Rubio
Getty Images

Pilar Rubio Lafita, estudiante de IE Business School de 28 años, se ha examinado de forma virtual. Su profesor tenía programado un examen presencial en la última sesión del curso. Pero la situación de alerta generada por el coronavirus truncó sus planes y le obligó a buscar alternativas. Finalmente, realizó la prueba de forma virtual con Smowl, una herramienta de proctoring que utiliza reconocimiento facial e inteligencia artificial para verificar la identidad del alumno y monitorizar su actividad durante un examen.

Smowltech ha realizado una demo a EL PAÍS de la herramienta, que normalmente se integra en la plataforma que utiliza cada entidad—Moodle y Blackboard Learn están entre las más populares—. Para el estudiante, el primer paso es registrarse. Se tiene que tomar tres fotografías con la cámara del ordenador. Al hacérselas, el sistema le pide que se asegure de aparecer en el centro de un recuadro él solo, que su cara esté visible y no a contraluz y que evite llevar accesorios que tapen su rostro como gorras o bufandas. Estas imágenes van a ser utilizadas para verificar su identidad durante el examen.

Una vez que empieza a realizar la prueba, el estudiante debe permitir al sistema el acceso a la cámara y al audio en todo momento. En un lateral de la pantalla, aparece un recuadro en el que se ve la imagen que capta la cámara y se le indica que está siendo grabado. “Al principio me generó inquietud que estuvieran grabando o midiendo mis movimientos. Pero cuando inicias el examen, te concentras y comienzas a trabajar en las cosas que verdaderamente importan, es decir, hacer el examen lo mejor posible. Creo que el miedo inicial era más bien la resistencia al cambio", explica Rubio.

En realidad, el programa no graba al alumno. Lo que hace la herramienta, aseguran desde Smowl, es capturar diferentes fotografías de él y de la actividad que realiza. Para la compañía, los vídeos son “interesantes”, pero muy pesados: grabar todo dificultaría la escalabilidad de la solución. “Trabajamos todas las semanas con picos de 1.000 o 2.000 alumnos. En situaciones puntuales de bastante más”, afirma Manuel Fraile, CTO de Smowltech. Por ejemplo, en el momento de realizar esta entrevista, tenían previsto que la herramienta fuera utilizada durante un fin de semana por 50.000 alumnos de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia de Colombia.

La pandemia dispara el interés por herramientas de control

Además de Smowl, existen otras alternativas más y menos intrusivas pensadas para que las universidades u otros centros realicen exámenes u otras actividades online. Vea asegura que es un mercado que está en crecimiento y, en muchos ocasiones, permite acceder a la formación a personas que trabajan o tienen problemas de movilidad. Margarita Álvarez, directora general del sur de Europa de la compañía tecnológica Instructure, menciona otras alternativas como Examity, Mettl, Proctorio, ProctorU, Verificient o Xproctor.

Hasta ahora, según explica, era habitual que las instituciones utilizaran herramientas antiplagio para garantizar la autoría en las respuestas de sus alumnos. Pero, con la situación generada por el coronavirus, "necesitan incorporar soluciones que autentifiquen que el alumno que realiza la prueba es realmente el que debe ser." "Por eso se han disparado las solicitudes de información, que no necesariamente implica su uso posterior, ya que en algunos casos las instituciones se encuentran con limitaciones técnicas, en los dispositivos de los alumnos o de las instituciones, o incluso jurídicas, al considerar algunos usuarios que estas soluciones atentan contra su privacidad", afirma.

Otros usos

Universidades como el CEU o escuelas como IE Business School también utilizan esta herramienta. La compañía, que no ofrece datos detallados de sus clientes por motivos de confidencialidad, sostiene que se utiliza tanto en grados y posgrados como en MOOC —cursos masivos—, especialmente en Europa y América Latina. Fraile explica que la idea es monitorizar con la cámara todo lo que ocurre fuera del ordenador y aparte controlar dentro del dispositivo cualquier programa, navegador o documento que el alumno pueda abrir. “Si entra a Wikipedia o copia un texto, lo vamos a detectar. También se guarda el historial de navegación”, afirma.

La idea de monitorizar cada paso que da el alumno en lugar de bloquear el acceso a cualquier web es que cada profesor diseñe los exámenes a su gusto: “Hay quienes dejan navegar por Internet mientras que otros permiten utilizar Excel o acceder a algún programa de estadística para hacer cálculos”. El contexto en el que se realiza cada examen, lo define cada entidad. Normalmente el alumno solo podrá tener un ordenador y deberá estar en una mesa limpia.

Rubio considera que, entre las desventajas de realizar un examen virtual, está que “el ambiente en el que estés influye mucho por lo que necesitas encontrar un espacio apropiado para hacerlo”. “Además, no puedes hacer flexible el examen. Por ejemplo, el tiempo es el que es y no puedes alargarlo”, añade. Entre los puntos fuertes, destaca que se indique todo el rato el tiempo que queda.

La compañía insiste en que “el alumno es consciente en todo momento de que está siendo monitorizado” y la herramienta no tiene acceso a ningún archivo almacenado en el ordenador. “Solo lo monitorizamos durante el transcurso del examen. Cuando acaba, cierra y deja de monitorizar”, asegura Fraile. Toda la información almacenada a la que la compañía tiene acceso se guarda con códigos atribuidos a cada alumno, en lugar de con nombres y apellidos: “Yo no tengo datos de Adrián, tengo datos del alumno 67 de una universidad determinada”.

Cómo vigila el profesor

El objetivo principal de Smowl es, en palabras del CEO de Smowltech, Ricardo Vea, “crear evidencias al profesor”. Simplificarle el trabajo para “que no tenga que volverse loco”. Él también es docente y explica que hay asignaturas en las que se llega a tener unos 170 alumnos. “¿Es 100% posible controlar que un alumno no copie en un examen presencial? Aquí es parecido”, afirma. Para evitarlo, considera importante cómo se estructura el examen: “Tiene lógica que sea cerrrado, con preguntas de múltiples opciones y un tiempo limitado. O permitir usar cualquier tipo de material es otra opción habitual, “depende de cómo sea la materia”.

Diseño

Enrique Dans, profesor de Innovación y senior advisor de innovación y transformación digital de IE Business School, diseñó el examen que hizo Lafita. Consistía en un caso corto con un par de preguntas muy conceptuales, sin una respuesta directa como tal, sino con diferentes posibilidades. Dans permitía a los alumnos consultar lo que quisieran en la red o fuera de ella. Lo único no permitido era contar con la ayuda de terceras personas. Pero sí podían consultarle dudas a él. “Permití que me hiciesen preguntas por correo electrónico, por Telegram, por SMS y hasta por teléfono. Hubo momentos que para mí fueron un poco complicados atendiendo a tantos canales a la vez”, reconoce.

Una vez finalizado el examen, la compañía revisa los casos de sospecha y en 24 horas la facilita a la entidad los resultados de la monitorización —que no tienen nada que ver con la nota del examen—. El profesor podrá saber a través de la plataforma si alguno de los alumnos ha tenido conductas inadecuadas y acceder a pantallazos que lo demuestren.

Al pulsar en cada estudiante, puede ver qué tipo de comportamientos sospechosos se han producido: si no hay nadie en frente de la pantalla o si hay más de una persona, si el usuario que realiza el examen es distinto al que se ha registrado, si tiene la cámara tapada o si directamente no le ha dado el permiso pertinente. También si ha utilizado elementos no permitidos o si la iluminación o la posición era incorrecta.

Dans asegura que la experiencia fue muy similar a un examen presencial y que no tuvo la sensación de estar entrometiéndose en casa de sus alumnos. Para él, lo fundamental es quitar el miedo a la herramienta: “Smowl nunca te va a suspender, ni va a cerrar tu examen si cree que estás copiando o algo así. Genera un informe con las incidencias y el profesor puede evaluar por sí mismo si había alguien ayudándote o era simplemente un bebé chillando, tu gato maullando o una llamada de teléfono. Si tu padre entra en la habitación para despedirse porque se va a trabajar, yo como profesor puedo escuchar lo que te dijo, deducir que no era un intento de copiar nada, y pasar por alto esa incidencia”.

Aún así, sí que recuerda alguna anécdota. Un alumno, preocupado porque Smowl identificase ruidos como incidencias y teniendo a su hija de dos años en casa, decidió encerrarse en el baño para hacer el examen. “Después me envió una foto y le comenté que no había hecho ninguna falta que hiciese el examen en una situación tan incómoda”, comenta.

Después de este primer contacto con la herramienta, considera que es una solución adecuada durante la pandemia y a largo plazo. Por ejemplo, “para que un alumno pueda hacer un examen en remoto si está enfermo, si está en otro país, de viaje, si se ha tenido que quedar en su casa por la razón que sea… circunstancias que ya teníamos de manera relativamente habitual, pero que ahora, en la fase de la postpandemia, serán más frecuentes”, concluye.

Activar la cámara y reconocimiento facial, ¿cómo afecta a la privacidad del alumno?

Ricardo Vea afirma que Smowl, incluida en un proyecto de la Unión Europea, es de las pocas compañías que garantiza la protección de datos. ¿Afecta de alguna forma el uso de este tipo de herramientas a la privacidad de los alumnos? “Puede afectar a la intimidad personal y familiar del alumno, desde el momento en que se conecta desde su casa. Pero si hay un consentimiento, no es una intromisión ilegal, porque es como si tú invitases a una persona a entrar en casa. Sin consentimiento sería un allanamiento de morada, aunque fuera por medios tecnológicos”, responde Borja Adsuara, abogado experto en derecho digital.

A él le parece que una videoconferencia en una herramienta "perfectamente utilizable para realizar pruebas o exámenes durante la pandemia": "Pero su uso debe ser voluntario". Y para ello, tal y como afirma la Agencia Española de Protección de Datos, la universidad debe dar al alumno otras alternativas. En el caso de Smowl, Vea insiste en que si un alumno no desea utilizar esta herramienta, el centro debe darle otras opciones.

A Samuel Parra, trabajador en la consultora especializada en protección de datos Égida, el uso de este tipo de sistemas de reconocimiento facial le parece desproporcionado. Según afirma, una universidad podría utilizar una herramienta como Smowl no basándose en el consentimiento del alumno sino en la existencia de un interés público esencial: "Pero este interés público esencial concreto necesita estar recogido en una norma y actualmente no tenemos tal norma. La LOU es insuficiente para permitir la utilización de técnicas de reconocimiento facial en los procesos de evaluación". Para acabar con este vacío legislativo, "sería necesario que se aprobara una norma con rango de ley que justificara específicamente en qué medida y en qué supuestos la identificación de los alumnos mediante el empleo de la biometría respondería a un interés público esencial".

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Sobre la firma

Isabel Rubio
Es colaboradora de las secciones de Tecnología, Ciencia y Salud de EL PAÍS. Además de seguir de cerca a Apple, Samsung y otros gigantes, prueba dispositivos y analiza el impacto de los avances tecnológicos en la sociedad. También verifica contenidos científicos en la fundación Maldita.es.

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