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Las aulas cambian los cuadernos por las tabletas

El 80% de los profesores usa tecnología para preparar y desarrollar sus clases. Algunos crean sus propios materiales digitales con herramientas gratuitas de grandes tecnológicas, como Apple, Google o Microsoft. ¿Convierte esto al alumno en moneda de cambio?

Cinco minutos a pie. Ese es el tiempo que mide la distancia entre la casa de José María Ruiz y el instituto de educación secundaria (IES) donde obtuvo su destino definitivo hace 20 años. Pero su pasión por innovar en el aula hace que este profesor recorra cada día lectivo 70 kilómetros de ida y vuelta en coche para dirigir el IES Cartima, el centro público que puso en marcha en 2014 en la localidad malagueña de Cártama. “Hago este esfuerzo porque aquí tengo la oportunidad de construir una escuela alternativa en la que creo y donde la tecnología ayuda a convertir al alumno en protagonista del proceso de aprendizaje, lo que aumenta su motivación y potencia el desarrollo de competencias que le servirán en el mundo real, más allá de su futuro académico”, afirma Ruiz.

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En el Cartima se usa un modelo 1x1, es decir, cada estudiante tiene su propia tableta digital como apoyo a una metodología didáctica centrada en el aprendizaje a partir de proyectos colaborativos. En las mochilas de los alumnos no hay ni un libro de texto, material que, según Ruiz, supone “una rémora” para desarrollar las competencias clave exigidas por el sistema educativo español.

¿De dónde salen los contenidos con los que se trabaja en clase? Son creados por los profesores con distintas aplicaciones o bien se reutiliza material propio de otros docentes compartido en comunidades online como Inevery Crea, de la editorial Santillana (empresa de PRISA, editora de EL PAÍS). “Es muy importante dar visibilidad a lo que ocurre en los centros y al trabajo en común que hacen los profesores gracias a las redes sociales”, señala Manuela Lara, directora de proyectos y desarrollos en Santillana Global. “No colisiona con nuestra actividad porque debemos entender qué pasa en el mundo educativo e interpretarlo para aportar nuevas propuestas que respondan al contexto actual. El reto de las editoriales es saber adaptar el modelo de contenidos a un aula donde los alumnos participan, consumen y producen”, explica.

Manuela Lara, de Santillana Global, fotografiada en el colegio madrileño Blanca de Castilla.
Manuela Lara, de Santillana Global, fotografiada en el colegio madrileño Blanca de Castilla.

Eso sí, para Lara es inviable que cada profesor pueda añadir horas extra a su jornada para crear contenidos o fórmulas metodológicas. “Los centros que deciden innovar a veces eliminan los libros de texto, pero eso requiere un esfuerzo difícil de prolongar en el tiempo. Si cargamos en el docente la elaboración de todos los materiales y la decisión de las propuestas que lleva a cabo en el aula, no podrá dedicar tiempo de calidad al trabajo directo con los estudiantes”, sostiene la ejecutiva.

En España el 80% de los profesores usa habitualmente la tecnología para preparar y desarrollar sus clases, un 20% más que hace cuatro años, según un estudio realizado por la consultora Ipsos para Samsung. Aun así, solo el 38% de los docentes de secundaria ha recibido formación específica para aplicar las nuevas tecnologías a la enseñanza, como informó la OCDE el pasado junio. Hablamos de un porcentaje bastante por debajo de la media mundial (56%), a pesar de que cada vez existen más opciones para adquirir esas habilidades digitales.

“La mayoría de las grandes compañías tecnológicas intenta crear una comunidad de docentes en torno a sus soluciones con procesos de certificación. Esas aplicaciones, de hecho, podrían considerarse parte de una estrategia de posicionamiento en un mercado tan grande que hay sitio para todos”, apunta Fernando Trujillo, profesor de la Facultad de Educación, Economía y Tecnología de Ceuta (Universidad de Granada) y socio fundador de la consultora de proyectos educativos Conecta13.

Fernando Trujillo, profesor de la Facultad de Educación de Ceuta.
Fernando Trujillo, profesor de la Facultad de Educación de Ceuta.

Apple, Google o Microsoft cuentan con programas que ayudan a los docentes a sacarle partido a la tecnología en el aula, lo que deriva en la creación de entornos de aprendizaje que conectan centros, alumnos y familias mediante sus respectivas plataformas de gestión en la nube. “Organizan la vida entera del colegio con sus herramientas y dispositivos, pero su gran apuesta es socializar a los estudiantes en el lenguaje y la experiencia de sus plataformas. No es algo baladí, porque esa socialización primaria crea una vinculación sostenida que es una garantía de futuro para las tecnológicas”, afirma el investigador y educador Alfredo Hernando, creador de escuela21, un proyecto que identifica las mejores prácticas innovadoras en escuelas de todo el mundo.

“Cuando ofrecemos gratis a los alumnos Office 365 Education, ¿les estamos influyendo para que en el futuro elijan nuestras herramientas? Quizás en cierta manera, pero les formamos en soluciones que después encontrarán en el mundo laboral, porque la mayor parte de las empresas usan Microsoft y conozco muy pocas que trabajen con Linux, por ejemplo”. Así de claro lo expone Ainhoa Marcos, responsable de Educación Pública de Microsoft, compañía que incluso ha abierto un laboratorio de experiencias educativas (EDULab) en sus instalaciones madrileñas de Pozuelo de Alarcón para ayudar a definir las aulas del siglo XXI.

Ainhoa Marcos, responsable de Educación Pública de Microsoft.
Ainhoa Marcos, responsable de Educación Pública de Microsoft.

A pesar de los intentos de las tecnológicas por ofrecer modelos globales, Alfredo Hernando comenta que ahora mismo la fórmula del éxito es un puzle: “Las escuelas, incluso las más innovadoras, se construyen sus propios ecosistemas tecnológicos a partir de toda la oferta disponible, así que la verdadera batalla está en ofrecer modelos integradores”. Por ejemplo, Ainhoa Marcos, de Microsoft, afirma que su compañía se acerca a centros públicos y privados no para ofrecer una solución única basada en sus tabletas Surface y Office 365 Education, sino proyectos que contemplan acuerdos con otros fabricantes de dispositivos (Acer, Dell, HP, Lenovo o Toshiba), la asociación nacional de editores de libros y material de enseñanza (Anele) y editoriales como Anaya, aulaPlaneta, Santillana y SM.

Además, junto con HP, Intel y Smart, Microsoft impulsa en España Reinvent the Classroom (RTC), un programa orientado a dotar a los centros educativos de la tecnología necesaria para fomentar la colaboración entre profesores y alumnos. “Si el mundo está cambiando muy rápido y los chavales necesitan habilidades diferentes, ¿por qué el aula es igual a la de nuestros abuelos?”, se pregunta Carlos Alonso, responsable de Educación de HP. En su opinión, es preciso analizar cada escuela desde la perspectiva tecnológica y pedagógica y a partir de ahí ofrecerles una ruta de transformación muy centrada en la formación de los directivos, de los profesores y de las prácticas metodológicas.

Según datos de HP, los alumnos formados en estos nuevos entornos mejoran hasta un 60% sus resultados académicos. Pero no todo es fruto de la tecnología. “Cambiamos por completo el aula, ponemos a trabajar a los chavales con metodologías activas y empezamos a medir su participación en clase y evolución, así como la colaboración entre docentes y la implicación de las familias”, comenta Alonso. Para ello, HP cuenta con un equipo multidisciplinar con arquitectos, neurólogos, sociólogos, pedagogos…

Fernando Trujillo insiste en que la tecnología, por sí misma, no causa un salto diferencial en el aprendizaje: “Inciden tantas variables que cualquier aproximación simplista a uno solo de los elementos lleva al absurdo”. Durante sus investigaciones, ha constatado que lo que realmente funciona en el ámbito educativo son las relaciones sociales entre profesores, entre docentes y alumnos, entre los estudiantes y entre toda la comunidad educativa con el entorno (familias, inspectores, asesores…). “Si ese núcleo funciona bien e introduces un uso eficaz de la tecnología, soplando a favor de todo el proyecto educativo, es cuando provocas un acelerón”, comenta.

El precio de lo gratuito

Profesores, alumnos y familias comparten deberes, calificaciones y datos personales (a veces incluso alergias alimentarias o historial médico) desde plataformas de gestión académica y herramientas colaborativas como Apple Schoolwork, Google Classroom, Google G Suite for Education o Microsoft Offi ce 365 Education. Al ser gratuitas, ¿se cumple el tópico de que el producto es el propio usuario? ¿Las grandes tecnológicas siguen la evolución de estos perfiles para ofrecerles productos a medida? Ainhoa Marcos, de Microsoft, insiste en la máxima protección de esas identidades digitales. “Nuestro negocio no son los datos ni la publicidad. No manejamos ni tratamos la información de los alumnos porque ni siquiera tenemos acceso a ella. Cumplimos con el Reglamento General de Protección de Datos y los estándares de privacidad más altos, dado que el ámbito educativo es uno de los más sensibles al trabajar con menores”. La misma idea comparte Google desde su página web cuando afirma lo siguiente: “No hay anuncios en los servicios principales de G Suite for Education y la información personal de los alumnos no se usará para crear perfiles para orientar anuncios”. Por su parte, Apple es igual de tajante en la descripción de sus soluciones para este entorno: “No vendemos la información de los alumnos y nunca la compartimos con terceros con fines publicitarios o de marketing. Y nunca creamos perfiles basados en el correo electrónico o el uso que los alumnos hacen de internet”.

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