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El reto: lograr máquinas empáticas en una sociedad pasota

Comprender a quien tenemos enfrente resulta cada vez más complicado por la digitalización de la vida del ser humano y, al mismo tiempo, esencial para abordar el trabajo colaborativo con las máquinas

Aquello de ponerse en el lugar del otro suena muy bonito. Comprender qué ocurre más allá de nuestros ojos es una tarea complicada y no al alcance de todas las personas. La empatía, que es este sentimiento, no termina de ubicarse ante todo el desarrollo tecnológico que se le ha venido encima. Por paradójico que resulte, le cuesta descifrar el entorno. Por una parte, la digitalización ha propiciado que las redes sociales, internet y los teléfonos fomenten cada vez más el individualismo. La otra cara de la moneda es bien distinta. Este mismo fenómeno demanda más que nunca la colaboración con las máquinas, la conexión inmediata entre trabajadores y la adaptación a la incertidumbre. Entonces, ¿con qué nos quedamos?

Por acotar lo que entendemos por empatía, Elisa Sánchez, psicóloga laboral, lo explica como conectar con una persona, con su punto de vista y sus sentimientos. En su opinión, la tecnología no ha puesto en entredicho este sentimiento. Es más, según comenta, existen diferentes apps que ayudan a mejorar la comprensión de lo ajeno. “Los canales de comunicación, herramientas y códigos son diferentes. Actualmente, la información tal vez sea más visual y menos de contacto físico, por eso requiere que desarrollemos otras habilidades para escuchar de forma más empática”, argumenta.

No existen estudios concluyentes que decanten la balanza hacia ningún lado. Suheyda Ogan, investigador de Maze, razona que existen ciertas evidencias, sobre todo en EE UU, de que la empatía ha decaído ligeramente en la última década, aunque apunta al mal uso de la tecnología y no tanto a su auge. “El contenido violento y estar expuestos a personajes nada empáticos puede influir negativamente en el desarrollo de este sentimiento. Sin embargo, observar actos humanitarios en redes sociales puede mejorarlo”, contrapone antes de asegurar que el foco debería ponerse en cómo se utiliza la tecnología en vez de culparla.

Para quien no hay dudas en este debate es para el profesor de sociología de la Universidad de Navarra Alejandro Navas. “Hay un déficit de empatía tremendo”, zanja. La principal razón que esgrime es la falta de relación, sobre todo entre los jóvenes. Explica que cada vez se quedan más en casa consumiendo contenidos digitales y que consideran invasiva hasta una llamada de teléfono. “Hay psiquiatras estadounidenses que dicen que los adolescentes son incapaces de ligar. Han perdido las competencias sociales. Incluso los chicos, cuando quieren tener sexo, cosifican a las chicas porque lo único que conocen es una pornografía que las sitúa como un objeto lascivo”, añade.

La inteligencia artificial quiere entendernos

Mientras el ser humano termina de decidirse, la inteligencia artificial ya tiene claro que la empatía es una cualidad que no pretende dejar escapar. Más y más proyectos luchan por mejorar sus destrezas para descifrar emociones complejas, como la fatiga, la confusión y la distracción. Affectiva representa un ejemplo de hasta dónde quieren llegar. Han recopilado datos de expresiones faciales a través de más de seis millones de vídeos de 87 países para permitir que su motor de machine learning comprenda los sentimientos en diferentes entornos culturales. “Espero que las tecnologías que nos rodean puedan ser realmente empáticas en los próximos cinco años”, asegura su CEO, Rana el Kaliouby.

En estos ambientes laborales, en los que convivimos con máquinas, algoritmos y grupos humanos muy heterogéneos, situarnos en la piel del otro, apela Sánchez, es indispensable. Tal y como se desliza de sus palabras, estamos ante un momento en el que, para captar las emociones, puede resultar más importante el tono o la velocidad de habla que las propias frases que uno formule. “Nos hará ser más comprensivos, flexibles y adaptables a una realidad que cambia a un ritmo vertiginoso, por mucho que queramos tener el control de las situaciones. Si no empatizamos, se puede convertir en un punto de conflicto”, resume.

Nadie se atreve a vaticinar si necesitamos ver más la cara de nuestro interlocutor y alejarnos de entornos virtuales –existen restaurantes que ofrecen descuentos por dejar el móvil lejos de la mesa–. Si la empatía se está perdiendo por el camino de la tecnología o, simplemente, está auspiciando otro tipo de destrezas para conectar con las emociones de quien tenemos enfrente. Lo empático busca acomodo de una forma u otra.

Carriles exclusivos para peatones pegados al móvil

Para comprender hasta qué punto el móvil se ha apoderado de la vida diaria de las personas, basta con pasear por las calles de la ciudad china de Xian. En esta localidad han decidido que una parte de la acera esté pintada de verde y sea de uso exclusivo para quienes no despegan la mirada del smartphone. Augsburgo, en Alemania, con el fin de evitar accidentes por no mirar al frente, ha adaptado varias estaciones ferroviarias con semáforos en el suelo que parpadean en verde para indicar que se puede caminar con seguridad y se quedan en rojo cuando un tren está a punto de llegar.

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