En esencia, son combustibles renovables que se producen a partir de materia orgánica y que tienen un nivel de emisiones netas de CO2 significativamente menor al de los combustibles fósiles tradicionales.
En función del origen de su materia prima, existen dos tipos de biocombustibles:
Son aquellos que provienen de cultivos agrícolas como la caña de azúcar o la remolacha. También de cereales como la cebada, el maíz y el trigo. O de aceites, como el de colza o soja.
Son aquellos que se fabrican a partir de residuos orgánicos que no compiten con la alimentación, como los aceites usados de cocina, desechos agrícolas o ganaderos o la biomasa forestal, entre otros.
Se pueden usar y se usan, de hecho, su utilización es ya habitual en camiones y automóviles. Desde hace años, en España y en otros países de la Unión Europea es obligatorio mezclarlos con los combustibles convencionales como el diésel y la gasolina. Cuando repostamos en las estaciones de servicio, la gasolina y el diésel ya contienen biocombustibles (E5 y B7). En España, existe una obligación legal de introducción de biocombustibles en el transporte por carretera del 10,5% en contenido energético para 2023. Este porcentaje deberá ascender cada año un 0,5% hasta llegar al 12% en 2026 y en adelante.
10,5% 2023
12% 2026
También han comenzado a instalarse surtidores con los que se puede repostar diésel 100% renovable. El pasado noviembre, Cepsa comenzó la comercialización de este combustible renovable tanto en sus estaciones de servicio como de manera directa en las instalaciones de sus clientes profesionales.
Sí, son perfectamente compatibles con coches, camiones, aviones o barcos. La razón es que los biocombustibles son químicamente análogos a los combustibles fósiles tradicionales que empleamos en los motores actuales, lo que permite que se puedan usar directamente en cualquier vehículo sin necesidad de modificar el motor.
La distribución y el repostaje tampoco cambian. Se pueden utilizar los mismos sistemas de almacenamiento y suministro que se emplean en la actualidad para llenar los depósitos de camiones, aviones y barcos.
Además de alimentar actualmente los motores de coches y camiones, en los próximos años veremos cómo el uso de los biocombustibles se va extendiendo también en el transporte marítimo y aéreo, donde ya comienzan a usarse para sustituir al diésel y al queroseno habitual, respectivamente. Los biocombustibles abren enormes posibilidades a la hora de descarbonizar sectores difíciles de electrificar con una fuerte dependencia de los combustibles fósiles, como el transporte pesado. Estos son algunos ejemplos:
Este año, Cepsa, Maersk y Renfe llevaron a cabo la primera prueba en España con biocombustibles 2G en el ámbito ferroviario. Se realizaron con diésel renovable más de 100 trayectos en tren entre Algeciras y Córdoba, tramo del corredor que une Algeciras y Madrid que no está electrificado. Ante el éxito del piloto, están analizando la posibilidad de seguir cubriendo la ruta con diésel renovable e incluso ampliarlo a otros trayectos no electrificados.
Este verano se realizaron 84 viajes en el estrecho de Gibraltar en ferris de Naviera Armas Trasmediterránea con biocombustibles 2G producidos por Cepsa. Fue la primera vez que barcos de pasajeros utilizaban este tipo de combustibles renovables en España. Se trata de una de las distintas pruebas que desde hace un año la energética ha realizado en el transporte marítimo, tanto en barcos de mercancías como de pasajeros.
Cepsa ya comercializa combustible sostenible de aviación (SAF, por sus siglas en inglés) en cinco de los principales aeropuertos españoles (Madrid, Barcelona, Palma de Mallorca, Málaga y Sevilla) y ha firmado distintos acuerdos de colaboración con varias aerolíneas de referencia para impulsar su utilización y contribuir a la descarbonización del sector aéreo.
Gracias a su origen orgánico, los biocombustibles pueden reducir en todo su ciclo de vida hasta un 90% las emisiones de CO₂ respecto a los combustibles convencionales.
Al ser químicamente análogos a los combustibles fósiles, los biocombustibles se pueden usar ya en los medios de transporte actuales. Son una solución disponible desde hoy mismo, por lo que pueden ayudar a acelerar la transición energética.
Las tecnologías necesarias para llevar a cabo su producción están ya maduras. Además, en algunos casos, se pueden reutilizar instalaciones industriales existentes, con ciertas modificaciones, para su fabricación.
Como alternativa al petróleo o el gas, los biocombustibles contribuyen a diversificar las fuentes energéticas de las que nos abastecemos y favorecen la seguridad de suministro y la independencia energética de España y Europa.
Los biocombustibles 2G, al fabricarse con residuos orgánicos, les dan una segunda vida a estos desechos y reducen su impacto ambiental. Un ciclo productivo que fomenta la economía circular.
Los tres biocombustibles por los que más se está apostando por su capacidad para descarbonizar el transporte pesado y la industria son el diésel renovable (HVO), el SAF y el biometano. Todos ellos pueden ser de segunda generación gracias a las materias primas empleadas en su producción.
Garantizar el acceso a la materia prima es uno de los grandes desafíos para la producción de biocombustibles. Para ello, Cepsa tiene acuerdos con diferentes proveedores y colabora en la investigación de posibles materias primas para fabricar biocombustibles con el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), con Cooperativas Agro-alimentarias de España y con el Instituto Tecnológico de Canarias (ITC).
El parque energético La Rábida, situado en Palos de la Frontera (Huelva), y que desde 2022 ya produce combustibles renovables, acogerá la mayor planta de biocombustibles de segunda generación del sur de Europa. El desarrollo de la planta, un proyecto conjunto de Cepsa y Bio-Oils, supondrá la inversión de 1000 millones de euros.
La planta estará lista para fabricar biocombustibles en 2026. Se alimentará de desechos agrícolas y aceites usados de cocina y contará con una capacidad de producción flexible de 500.000 toneladas de diésel renovable y SAF destinados a transporte aéreo, marítimo y terrestre.
Los biocombustibles desarrollados en la nueva planta evitarán la emisión de 1,5 millones de toneladas de CO₂ al año, el equivalente al 30% de las emisiones de la provincia de Huelva.
Fabricar biometano es otro de los objetivos de Cepsa. En 2030, aspira a gestionar una cartera de proyectos de 4 TWh al año, equivalente a la energía suficiente para 650.000 hogares. La producción de este gas renovable, que se fabrica a partir de residuos agrícolas y ganaderos, permitiría revalorizar al año diez millones de toneladas de residuos.
Para avanzar en este objetivo, la compañía energética ha firmado un acuerdo con la empresa de energías renovables Kira Ventures para construir hasta 15 plantas de biometano en esta década. Las cinco primeras, ubicadas en Castilla-La Mancha y Castilla y León, se prevé que entren en funcionamiento entre 2025 y 2026.
La capacidad máxima de producción de biocombustibles de Cepsa asciende a cerca de 700.000 toneladas, con un aumento del procesado de materias primas de segunda generación
La compañía espera tener una capacidad de producción anual de 2,5 millones de toneladas de biocombustibles, de las que 800.000 serán de SAF