Saika Taku descubrió la belleza del barro a los 10 años, sin saber que esta materia marcaría para siempre su vida. Se topó con ella por casualidad en el taller de una vecina ceramista, a la que visitaba con su madre, en el apacible barrio de Suginami, en Tokio. Siempre recordará las sensaciones que la arcilla suave y maleable grabó en sus yemas.
Esas impresiones han acompañado a Taku hasta su actual hogar en Cónchar, una localidad de 100 habitantes en Granada. Allí vive junto a su marido y socio y su hijo. Y ha instalado el taller en el que elaboran y venden sus creaciones, fusión de la cerámica mediterránea con la japonesa: cuencos para el arroz y tazas para el té, entre otros objetos, elaborados con materias locales.