Cuando Yoko Taira observa a una persona bailar asegura que es capaz de ver su alma. “Se puede percibir su esencia sin necesidad de que diga una sola palabra, a través de sus movimientos, su entrega, su técnica”, relata esta bailarina nacida en Oviedo hace 51 años. En la danza profesional, ese espíritu se evidencia cuando el cuerpo y la mente, bien entrenados, transcienden la técnica y fluyen. “Llegan a la iluminación, se produce la magia”, expresa.
Alcanzar ese dominio del vehículo que es el organismo humano requiere años de trabajo disciplinado. “Sin constancia ni esfuerzo es imposible llegar a la excelencia”. Tampoco sin un equilibrio entre el cuerpo y la mente, principio de la filosofía ‘dō’. Pero no es sencillo conseguirlo: “Un corredor que llega primero a meta es mejor que el segundo, pero en la danza cuentan factores subjetivos, como el gusto del coreógrafo, la personalidad del intérprete... Mantenerse estable requiere de un gran trabajo emocional”, advierte.