EL PAÍS
Un proyecto de Nissan

El dominio de cualquier disciplina

Muchas artes orientales, el judo puede ser la más popular, comparten el sufijo ‘dō’ en su definición, dos letras que muestran la filosofía que encierra cualquier aprendizaje. Descubre cómo la sabiduría oriental ayuda a vivir mejor y dónde encontrarla en España

‘Dō’ es un concepto japonés que hace referencia al recorrido que ha de seguirse para dominar un arte o un deporte. Su traducción al castellano es “camino” o “método” y marca el proceso físico, mental y emocional que conlleva el aprendizaje de cualquier especialidad. Una ruta marcada por la disciplina y la perseverancia para adquirir destrezas, asumir los preceptos tradicionales y apreciar su belleza.

Esta forma de pensar está presente en muchos ámbitos de la vida japonesa. Se encuentra en el kadō, término que significa “el camino de las flores” y que define al arte de los arreglos florales; en el shodō, el “camino de la escritura”, que denomina al arte de la caligrafía; en el kendō, que es “el camino de la espada” y hace referencia a la disciplina que usa sables de bambú. También en una de las artes marciales más populares en el mundo, el judo, que en japonés se denomina literalmente “el camino hacia la flexibilidad”, dada la importancia que esta habilidad tiene en el desarrollo del judoca.

La bailarina que conecta con su historia Japón y España

Yoko Taira, maestra repetidora de la Compañía Nacional de Danza

“De mi padre he aprendido el valor de la disciplina y la perseverancia”

Yoko Taira (Oviedo, 1972) inició con 18 años una brillante carrera como solista en la Compañía Nacional de Danza (CND). El camino para convertirse en una estrella del baile está lleno de renuncias y sacrificios. Taira dejó su hogar a los 13 años para citarse con sus sueños en Madrid. En su maleta llevó las enseñanzas de su padre, un maestro judoca japonés que un día se quedó en Asturias por amor y que transmitió a su hija la importancia del trabajo, la disciplina y su belleza. Ahora ejerce de maestra repetidora en la CND, un cargo cuya responsabilidad es mantener cada función tal como la concibió el director

El trabajo de repetidora de Yoko Taira consiste en mantener en cada función el concepto que le imprimió el director.

Cuando Yoko Taira observa a una persona bailar asegura que es capaz de ver su alma. “Se puede percibir su esencia sin necesidad de que diga una sola palabra, a través de sus movimientos, su entrega, su técnica”, relata esta bailarina nacida en Oviedo hace 51 años. En la danza profesional, ese espíritu se evidencia cuando el cuerpo y la mente, bien entrenados, transcienden la técnica y fluyen. “Llegan a la iluminación, se produce la magia”, expresa.

Alcanzar ese dominio del vehículo que es el organismo humano requiere años de trabajo disciplinado. “Sin constancia ni esfuerzo es imposible llegar a la excelencia”. Tampoco sin un equilibrio entre el cuerpo y la mente, principio de la filosofía ‘dō’. Pero no es sencillo conseguirlo: “Un corredor que llega primero a meta es mejor que el segundo, pero en la danza cuentan factores subjetivos, como el gusto del coreógrafo, la personalidad del intérprete... Mantenerse estable requiere de un gran trabajo emocional”, advierte.

Taira como la madre de Giselle, en la producción de Joaquín de Luz para el CND.

El ballet clásico entró a la vida de Taira en su Oviedo natal bajo el influjo de su madre, abogada madrileña afincada en Asturias. En 1985, con 13 años, Taira se instaló en Madrid para estudiar profesionalmente. Con 15, ingresó en la compañía del Ballet del Teatro Lírico Nacional La Zarzuela, que más tarde se convirtió en la Compañía Nacional de Danza (CND), casa de la que aún forma parte.

Taira ha recorrido el mundo como bailarina solista desde que cumplió 18 años, bajo el mando del director artístico Nacho Duato. Ahora ejerce de maestra repetidora. “Estoy al lado del coreógrafo montando la obra y cuando se marcha, mi trabajo es mantenerla lo más fiel a lo que ha querido expresar y sacar lo mejor de cada intérprete”, explica.

Taira junto a sus padres nada más instalarse en Madrid para estudiar ballet.

Dejar su hogar y llegar a Madrid supuso un gran cambio para Taira, aún una niña. En su ciudad natal, sus rasgos orientales la separaban del resto de adolescentes. En la capital, resultó ser una ventaja. “Mi mezcla de culturas me ha dado mucho más que quitado”, admite. Su padre, un japonés que se instaló en Oviedo en los años sesenta, no solo le ha aportado esos genes nipones, sino el amor que atesora por el país asiático y su cultura. La historia de su progenitor, el maestro judoca Shu Taira, de 81 años, asegura, “es para hacer una película”.

Shu Taira es hijo del sacerdote principal de un templo budista en Asahikawa, en la isla de Hokkaidō, al norte de Japón. “La familia vivía en el santuario”, recuerda. Sin embargo, su padre tenía una mentalidad distinta, abierta al mundo, que le llevó a viajar a Europa. “Cuando se le acabó el dinero, empezó a dar clases de judo en Oviedo, deporte que había aprendido con su padre”, detalla la artista.

El padre de Taira, Shu Taira, junto a su abuelo, Tsuson Taira, durante una demostración de judo en el Palacio de los Deportes de Oviedo en 1975.

En la capital del Principado, conoció a su esposa y madre de Taira, y desde entonces no se ha movido de allí. Su padre no enseñó japonés a Taira ni a su hermano Jin — “Pasaba mucho tiempo fuera y cuando se lo propuso éramos mayores” —, pero sí integró muchas costumbres niponas en la vida cotidiana. “Llevábamos onigiri, unas bolas de arroz rellenas, a la playa en vez de tortilla de patata”, recuerda nostálgica.

También les transmitió la ética del trabajo. Mientras Shu Taira se convertía en una figura destacada del judo como maestro-entrenador nacional, árbitro y autor de varios libros sobre este arte marcial, Yoko Taira crecía como bailarina profesional. “De mi padre he aprendido el valor de la disciplina y la perseverancia que encierra el judo. Los japoneses son íntegros y humildes, además, cualidades esenciales en mi carrera”.

Taira ha visitado la tierra de sus ancestros muchas veces.La última en 2018 con su hijo Kentaro, de 19 años. Pero, de entre todos los viajes, cita con cariño el de 1989, cuando actuó cerca de Asahikawa. “Recuerdo agarrarme a mi abuelo como una lapa al acabar la función. Él estaba hierático, pero al levantar la mirada vi cómo se le escapaba una lágrima de emoción”, recuerda. “Falleció dos meses después. Mi familia asegura que estuvo aguantando para vivir ese momento”.

Yoko Taira (en el centro) junto a su familia durante su visita a Japón en 1989.

Este verano, el maestro Taira se ha despedido de su tierra en un viaje junto a sus nietos. Desde que hace un año falleció la madre de Taira, está empeñado en regresar. Él siempre vivió con la mirada puesta en Japón. “Solo leía en japonés y desde que tiene internet sigue al día las noticias. Ahora dice que nada le ata a España, pero yo le pregunto: ¿Y nosotros qué?”, bromea Taira.

Yoko Taira y su padre en una foto reciente.

Las coordenadas corporales de la danza

Control

  • El abdomen, o core, nombre en inglés por el que se conoce en danza, es el centro de control del movimiento
  • Permite que no haya que forzar las extremidades. Como en el árbol, un tronco fuerte asegura la estabilidad de las ramas

Expresividad

  • La mirada carga de expresividad al bailarín, con ella crea los espacios sobre el escenario
  • Define, junto al core, la estabilidad y transmite el estado de ánimo del intérprete: si tiene miedo, está concentrado, si se está emocionando...

Poesía

  • Los brazos dotan de personalidad y expresividad al bailarín
  • Son su arma poética. “La lírica puede emanar de unos brazos bellamente articulados y coordinados, son mi debilidad”, destaca Taira
El ‘dō’ en la automoción

Una conducción más emocionante y segura

La ruta del aprendizaje marcada por la disciplina y la perseverancia que promulga el ‘dō’ puede encontrarse en el desarrollo de una experiencia más estable y fiable que persigue Nissan con su sistema e-4ORCE 4x4

Con la misma coordinación y equilibrio corporal que una bailarina demuestra sobre el escenario, la tecnología de Nissan e-4ORCE 4x4 permite acelerar, frenar y tomar curvas con estabilidad, potencia y suavidad. Esta solución es fruto del aprendizaje constante y metódico de los ingenieros de Nissan en busca de nuevas soluciones en la automoción que mejoren la experiencia al volante.

Este sistema de tracción 4X4 es capaz de controlar el frenado individual en cada rueda proporcionando un agarre y un empuje óptimos. Facilita la conducción en las curvas, que no requieren apenas correcciones en la dirección por parte del conductor y maximiza el agarre de los neumáticos. Mantiene, además, la trayectoria incluso en condiciones de lluvia y nieve. En definitiva, proporciona una conducción segura y estable en cualquier situación, que evita balanceos incluso al frenar. El sistema está compuesto por dos motores eléctricos (además del motor principal), uno para cada eje, y lo incorporan los nuevos Nissan ARIYA 100% eléctrico y Nissan X-Trail. Este último, además, también dispone de la innovadora tecnología e-POWER exclusiva de Nissan.

El sistema e-POWER combina un motor de combustión con otro eléctrico. El primero no tiene conexión directa con las ruedas y solo se enciende para recargar la batería de la que toma la energía el motor. Esto supone una mejora en la eficiencia del consumo de combustible, así como una reducción en las emisiones de dióxido de carbono (CO2) respecto a los automóviles de combustión interna tradicionales. A la vez, permite una aceleración más suave y lineal, así como una conducción más fluida y silenciosa.