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El difícil acomodo de Puigdemont en Europa

El grupo de Los Verdes se resiste a acoger al expresidente catalán por su discurso identitario y su falta de ideario ecologista

Carles Puigdemont y Toni Comín, en el pleno del Parlamento Europeo de Estrasburgo, este lunes. En vídeo, la primera intervención de Carles Puigdemont en el pleno del Europarlamento.Vídeo: FREDERICK FLORIN
Álvaro Sánchez

La política hace extraños compañeros de cama. El Parlamento Europeo es ejemplo de convivencias aparentemente antagónicas al emparejar en un mismo grupo parlamentario a partidos con diferencias difícilmente conciliables. Ciudadanos y PNV en los liberales. Vox y los separatistas flamencos de la N-VA en los Conservadores y Reformistas. El pegamento de estas cohabitaciones contra natura suele ser el interés común: los grupos son más poderosos cuanto más miembros tienen, y quedar aislado junto a los no inscritos supone para un europarlamentario toda una ristra de inconvenientes.

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Pero el expresidente catalán Carles Puigdemont y su exconsejero Toni Comín han comprobado estos días en carne propia que el pragmatismo no siempre se impone a la ideología. Ambos llevan semanas buscando acomodo en las filas de Los Verdes, y pese a su insistencia, su ingreso en la fuerza ecologista sigue atascado en medio de un intenso debate interno.

La adhesión de los dos dirigentes catalanes despierta simpatías en un sector minoritario de la formación, entre los que se encuentran los nacionalistas corsos, galeses o escoceses, Esquerra Republicana, algunos verdes franceses y miembros del Partido Pirata. Esta facción perderá fuerza cuando se consume el Brexit en dos semanas, y coexiste con una mayoría de eurodiputados que pone el acento en las políticas ambientales.

En plena batalla intestina ante la posibilidad de que Puigdemont se convierta en uno de los suyos, el copresidente de Los Verdes, Philippe Lamberts, puso palabras este martes al sector de alma más cosmopolita y beligerante con ciertas tentaciones identitarias, que rechaza la creación de nuevas fronteras y el uso de la nación como unidad de medida. Calificó de incongruente con el ideario verde la eventual incorporación de los líderes independentistas —a los que en el grupo no atribuyen pedigrí ecologista alguno—. Y recordó su cercanía con los nacionalistas flamencos de la N-VA, a los que Lamberts, nacido en Bélgica, conoce bien y sitúa cerca de la extrema derecha por sus restrictivas políticas antinmigración.

La crítica ha molestado a Puigdemont, quien considera que Lamberts se equivocó al expresarla en público en lugar de negociar. Y aunque no ha mencionado el problema ambiental en ninguna de sus primeras intervenciones en el hemiciclo, ni en la carta de tres páginas con que se ha presentado al resto de eurodiputados —también prefirió el coche al tren para desplazarse a Estrasburgo—, estima que los compromisos ecologistas recogidos en el programa electoral de Junts per Catalunya son garantía suficiente de que su encaje en el grupo verde no sería un problema.

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Pese al duro alegato del líder verde, la división en el seno del grupo sigue retrasando la decisión definitiva sobre si acepta o no a Puigdemont y Comín. La semana que viene se celebrará un comité de conciliación para acercar posturas en el que dos componentes de la dirección se verán con otros dos de la Alianza Libre Europea, el subgrupo partidario de aceptar a los secesionistas.

La eurodiputada de ERC Diana Riba ha avisado de que si persiste el rechazo, en última instancia podría forzar una votación para que sus más de 70 parlamentarios tomen partido a favor o en contra. Mientras tanto, ambos se han visto relegados a figurar como no inscritos, entre otros, junto al Partido del Brexit de Nigel Farage o el italiano Movimiento 5 Estrellas. Los inconvenientes son evidentes: intervienen menos tiempo, quedan fuera de las presidencias de comisión, no pueden realizar preguntas orales a la Comisión, y no tienen acceso a los fondos que se destinan a los partidos para sus actividades.

La discusión sobre la admisión de Puigdemont ha venido a perturbar la paz del cuarto mayor grupo de la Eurocámara en un momento dulce para los ecologistas. Sus propuestas han saltado de su argumentario para pasar a formar parte del repertorio de otras fuerzas a izquierda y derecha del arco parlamentario, e incluso marcan el paso de buena parte de las políticas de la nueva Comisión Europea. Casi nadie rebate hoy, más allá de la extrema derecha, la idea de que hay que actuar contra el cambio climático. Y pese al intento de sus rivales de desactivarles y hacerse con su electorado copiando parte de sus ideas, lograron en los últimos comicios su récord histórico de votos.

En el asunto catalán, su postura es favorable sin ambages a la libertad del líder de ERC, Oriol Junqueras, condenado en firme a 13 años por los delitos de sedición y malversación. Aunque han sido críticos en el pasado con la unilateralidad de Puigdemont, alzaron la voz contra las cargas policiales del referéndum del 1-O, pero en el seno de la formación hay quien teme que su presencia desdibuje su mensaje. Y creen que una cosa es coincidir en determinados temas y otra muy distinta regalar el hoy cotizado adjetivo de verdes a Puigdemont y Comín de la noche a la mañana.

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Sobre la firma

Álvaro Sánchez
Redactor de Economía. Ha sido corresponsal de EL PAÍS en Bruselas y colaborador de la Cadena SER en la capital comunitaria. Antes pasó por el diario mexicano El Mundo y medios locales como el Diario de Cádiz. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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