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“Cuando la cosa va mal, Gibraltar ha sabido sobrevivir”

Empresarios y ciudadanos a ambos lados de la frontera se preparan para los efectos de una ruptura salvaje

Jesús A. Cañas
Trabajadores españoles descargando mercancía en el Eroski situado junto al aeropuerto de Gibraltar.
Trabajadores españoles descargando mercancía en el Eroski situado junto al aeropuerto de Gibraltar.Marcos Moreno

“Estamos un poquito nerviosos. El rubio ese es como el americano, ¡es quien lo tiene todo liado!”. A la primera pregunta, la gibraltareña María López le hace un traje al primer ministro inglés Boris Johnson, antes de perderse en la frontera con su carrito de la compra atestado de productos frescos de La Línea. Ni las guirnaldas blancas y rojas que aún sobreviven al National Day del pasado 10 de septiembre colorean los nubarrones, tan literales como metafóricos, que empañan el día.

Colas de cuatro horas en la frontera, interrupciones de alimentos o medicinas, problemas con la gestión de residuos, recesión económica; el informe Yellowhammer, divulgado por el Gobierno inglés hace apenas tres días, dibuja un escenario sombrío para su colonia a partir del 31 de octubre. Pero el Gobierno gibraltareño considera que las aseveraciones están “desfasadas” y dicen estar preparados para una salida por las bravas, aunque no sea lo deseado. Pero, por si acaso, ciudadanos y empresarios empiezan a prepararse como pueden ante las trabas que se podrían crear en un paso fronterizo que atraviesan 28.500 personas al día.

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Gibraltar está fuera de la zona Schengen y de la Unión aduanera europea por lo que “nada debería cambiar al día siguiente”, como asegura una fuente cercana a la policía española en la frontera. Pero el empresario gibraltareño Bruno Callaghan posee un estoicismo a prueba de divorcios salvajes. Su división de seguros ya trabaja en abrir una subsede en Malta que le permita seguir operando en la Unión Europea. Y ya tiene planes por si el paso se pone imposible para el centenar de trabajadores españoles que emplea en sus dos hoteles: alojarlos en los mismos establecimientos o, incluso, en un hotel flotante.

“Cuando la cosa va de mal en peor, Gibraltar durante los siglos siempre ha sabido sobrevivir”, tercia Callaghan. El empresario es benevolente con el Gobierno gibraltareño y cree que hacen lo que pueden: “Miran todos los escenarios posibles, pero no tienen una bola de cristal”. Guías para adaptar la contabilidad, cómo circular con los coches o con los pasaportes de mascotas; en los últimos meses el Ejecutivo gibraltareño ha publicado en su web hasta 23 notas técnicas sobre cómo enfrentarse a un Brexit abrupto.

Hace ya siete años que Daniel y Solomon Massias gestionan una franquicia de Eroski y el segundo no niega que el divorcio inglés les tiene sumidos en una “apatía de no tirar ni para un lado ni para otro”. En su caso, el suministro de alimentos es clave, ya llegaron a hacer acopio de dos semanas de comida ante la anterior fecha del Brexit y ahora tienen pensado hacerlo de nuevo para finales de octubre. “Estamos nerviosos, pero creemos que la comida entrará sí o sí, también gracias al soporte de la franquicia”, reconoce Daniel. Por ahora, el farmacéutico Jorge Cárdenas —uno de los 9.726 trabajadores transfronterizos españoles— también está tranquilo por el suministro de medicamentos que llegan a su farmacia desde Reino Unido.

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Distinto es si a Cárdenas le hablan de su paso diario por la frontera: “Estoy acojonado. He mirado hasta de alquilar algo aquí, pero es muy caro”. La misma preocupación tiene María del Carmen Vázquez, empresaria linense con un centro auditivo en el Peñón: “Ocurra lo que ocurra, el Brexit va a ser duro. Si no puedo seguir por cambios de impuestos o problemas en el paso tendré que cerrar”. Esa incertidumbre es justo la que condena Juan José Uceda, portavoz de la asociación de transfronterizos ASCTEG: “Como siempre ocurre, en el juego político nos utilizan de rehenes en la frontera”.

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Sobre la firma

Jesús A. Cañas
Es corresponsal de EL PAÍS en Cádiz desde 2016. Antes trabajó para periódicos del grupo Vocento. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Sevilla y es Máster de Arquitectura y Patrimonio Histórico por la US y el IAPH. En 2019, recibió el premio Cádiz de Periodismo por uno de sus trabajos sobre el narcotráfico en el Estrecho de Gibraltar.

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