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Madrid, una región partida en dos

La desigualdad marca las elecciones en la región y la ciudad

Calle Pando, en el barrio de La Ventilla, en Madrid.
Calle Pando, en el barrio de La Ventilla, en Madrid.Samuel Sánchez
Juan José Mateo

Al final del paseo de la Castellana, que divide Madrid en dos, 300 operarios se afanan en construir en tiempo récord la torre Caleido, un rascacielos de 36 alturas y 181 metros que costará más de 300 millones de euros. El ulular del viento que azota el poderoso corazón financiero de la capital amortigua el ruido de las sirenas que anuncia a las ambulancias del cercano hospital de La Paz, reconocido como el mejor de España pese a sus instalaciones envejecidas y a la crónica saturación de su servicio de urgencias. Unos metros más abajo, siguiendo la avenida de Monforte de Lemos, tres personas invierten casi todas las mañanas de sus fines de semana en vender en la calle productos de temporada: cantan las virtudes de sus ajos, cebollas y melones en las inmediaciones del centro comercial de La Vaguada. A la puerta de las elecciones del 26 de mayo, la convivencia de esas realidades recuerda que no todos los pasajeros han logrado subirse al tren en la Comunidad de Madrid, la locomotora económica de España.

“Aquí ninguno dice: ‘no llego a fin de mes, no puedo pagarles el colegio a los niños’. De eso estamos separados por una barrera invisible”, dice Dani, consultor en una de las grandes compañías que ocupan las cuatro torres de la Castellana, símbolo del Madrid pujante, que por las mañanas se convierte en un hervidero de jóvenes trajeados. “Mucha gente nos percibe como yuppies, pero nada más lejos de la realidad”, asegura. “Los sueldos son malos, pero trabajar en una de las cuatro grandes consultoras te permite tener un contrato indefinido recién salido de la carrera”, describe este joven de 27 años, que cobra alrededor de 1.500 euros al mes. “Luego, te vas quemando. En época de auditorías hay mucho estrés. Tensión. La gente está cansada, nerviosa, con los clientes apretando”, añade este ingeniero, que ha conseguido emanciparse. “En enero me mudé a Chamberí con un amigo. Son 60 metros cuadrados. Pagamos 1.000 euros mensuales de alquiler. Lo que piden en el centro de Madrid es una locura”, dice.

En el último año, los alquileres se han disparado tanto en la capital (4,4%, según el portal Idealista) como en la región (5,9%). Al calor del crecimiento de la economía (3,7% anual), en la Comunidad se firmaron el 25% de las hipotecas de toda España en los dos primeros meses del año (16.851), por el capital medio más alto (2.391 euros). Y en todo ese tiempo continuó el desarrollo industrial que ha convertido a Tres Cantos, Torrejón o Getafe en referentes de la industria espacial y aeronáutica. Sin embargo, esas señales de bonanza llegan acompañadas por estadísticas alarmantes. El 46% de los hogares madrileños tiene dificultades para llegar a fin de mes, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) para 2017. El 17% de la población está en riesgo de caer en la pobreza. Y casi el 50% de los madrileños de entre 18 y 35 años sigue viviendo con sus padres por los bajos salarios, los altos precios y el boom de los pisos turísticos.

En consecuencia, la vivienda se ha convertido en un tema nuclear para las elecciones capitalinas, donde Manuela Carmena (Más Madrid) pide cuatro años más al frente del Ayuntamiento para completar su proyecto, y las autonómicas, donde Ángel Gabilondo (PSOE) aspira a poner fin a casi 25 años de gobiernos del PP. Y no es solo por los precios. También es por los desahucios: hay casi tres al día, según los últimos datos del Consejo General del Poder Judicial.

La calle de González Soto, en la zona de Puente de Vallecas.
La calle de González Soto, en la zona de Puente de Vallecas.Samuel Sánchez
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“Yo he vivido ya cuatro, y el primero fue de una vivienda pública, porque vendieron mi piso a un fondo buitre”, cuenta Cristina, que fue expulsada por primera vez de una casa hace más de 10 años. “No podía hacer frente al pago del alquiler y ellos no quisieron negociar”, añade esta activista antidesahucios, que cobra poco más de 700 euros como auxiliar de geriatría. “No me quedó más narices que okupar, porque tenía un menor a mi cargo y estaba sola. Me han destrozado la vida”, prosigue Cristina, a la que el sistema de protección regional ha atendido adjudicándole ahora una vivienda. “Por fin puedo respirar, pago un alquiler asequible”, explica. Y remata: “Tengo la sensación de que en los tiempos en los que estamos ha avanzado la clase alta, ha desaparecido la media y la baja cada vez está más baja. Ayudan a los que tienen. Y a los que no, que se busquen la vida”.

Aunque en ninguna otra región de Europa se vive tanto tiempo (85,2 años, según datos de Eurostat para 2018) como en esta, un vecino de la capital llega a morirse hasta tres años antes que otro en función del barrio en el que resida. No hay mejor resumen de las contradicciones de una comunidad que acumula luces y sombras.

Madrid es la ciudad del complejo Canalejas, un proyecto inmobiliario de cientos de millones de euros en el corazón de la capital que está transformando siete edificios históricos para acoger un hotel, una galería comercial y 22 viviendas de lujo, cuyo precio arranca en los 13.000 euros el metro cuadrado. La Comunidad presume de tener el municipio con la renta per cápita más alta de España (Pozuelo de Alarcón). Y su oferta inmobiliaria atrae a inversores extranjeros de todo el mundo. Al tiempo, Madrid también es una región en la que la capital actúa como un imán irresistible que poco a poco despuebla la sierra Norte (“territorio sublevado”, se lee en las pintadas de las autopistas); en la que los problemas de comunicación (atascos, trenes de cercanías poco fiables) dificultan la vida de quienes trabajan en el centro y viven fuera y en la que los gobiernos del PP en la capital y la Comunidad vendieron vivienda pública a fondos buitre.

Zona financiera de las Cuatro Torres.
Zona financiera de las Cuatro Torres.Samuel Sánchez

“Ese Madrid me mata capitalino lo constituye una capital que en 2018 supera los 10 millones de turistas, pero que debe enfrentarse a un modelo de turismo masivo que produce una elevación del coste de los alquileres y una gentrificación en el centro de la ciudad”, resume Ángel Valencia, catedrático de Ciencia Política en la Universidad de Málaga. “Otro de los grandes problemas es el medioambiental. Y la cara menos amable de la comunidad es la desigualdad, la diferencia entre el norte y el sur, entre una comunidad rica y una comunidad pobre que no llega a fin de mes”, continúa. “Su principal punto fuerte, el 'de Madrid al cielo', está en el terreno económico. Madrid es una gran ciudad, la capital, tiene fiscalidad baja y eso le permite una gran capacidad de atracción de inversión y de recursos humanos”.

Atraídos por museos inigualables, restaurantes con estrella Michelin, equipos de fútbol poderosos, congresos profesionales y conjuntos monumentales históricos, 1,7 millones de turistas visitaron la región en el primer trimestre de este año, un 11,7% más que el anterior. El dinamismo de su economía la ha convertido en un polo de atracción, lo que explica que el 23% de sus 6,3 millones de habitantes haya nacido fuera de España y el 25% en otras zonas de España. Y no todos se han mudado a la capital, ni mucho menos. En esta comunidad hay siete ciudades con más de 150.000 habitantes: Madrid, Móstoles, Alcalá de Henares, Fuenlabrada, Leganés, Getafe y Alcorcón.

“Madrid está en continua renovación”, apunta Isabel Díaz Ayuso, la candidata autonómica del PP. “Los madrileños disfrutan de derechos que solo existen aquí”, añade. Y enumera: “Elegir el colegio que quieras para tus hijos independientemente de dónde vivas, elegir dentro de una de las mejores sanidades del mundo el hospital al que quieres ir, comprar a cualquier hora del día o de la noche o emprender y buscar oportunidades con la fiscalidad más baja de todo el país”.

“Esta es una comunidad inconformista”, describe Ignacio Aguado, el candidato de Ciudadanos, que aspira a liderar el bloque de la derecha tras las elecciones del 26.

En diciembre de 2018, el PP y Ciudadanos pactaron los últimos presupuestos de la legislatura. El récord de gasto (20.071,7) e ingresos (19.777) permitió alcanzar cifras nunca vistas de inversión en educación o sanidad. Sin embargo, quedó congelado el fondo para la renta mínima de inserción y se mantuvieron los problemas estructurales en servicios públicos desbordados, como el Metro o los hospitales.

“La Comunidad necesita ser transformada y regenerada porque la Administración regional lleva 24 años gestionando en una suerte de inercia conservadora que ha dejado casi al 25% de la población en la exclusión”, advierte Gabilondo, el aspirante socialista, que subraya la urgencia de abordar “la desigualdad, la precariedad laboral y la pobreza infantil”.

“Somos una comunidad en lo administrativo. Pero una comunidad es un conjunto de gente que vive junta, que se cuida y que tiene un plan de futuro. Hoy no hay eso aquí”, le continúa Íñigo Errejón, de Más Madrid. “Las dos cosas más urgentes son el Metro, que está colapsado, y que no hay una ley de vivienda para prohibir vender vivienda a los fondos buitres, para permitir que se construya más vivienda pública en régimen de alquiler social y para ponerse más duros con las viviendas en alquiler turístico. No se puede ir la mitad del salario en el alquiler”.

“El principal problema es que no se garantiza el derecho a la vivienda digna”, coincide Isabel Serra, aspirante de Podemos, que describe la situación actual como “injusta” .

En septiembre de 2020, 6.000 estudiantes estarán usando las instalaciones de la torre Caleido, que albergará el campus del IE University y transformará el horizonte de Madrid. Ese ejemplo de la fortaleza de la región, sin embargo, seguirá conviviendo con muestras de su debilidad: a los pies de la torre probablemente siga habiendo vendedores ambulantes.

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Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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