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“Esto no es serio, señor letrado”

Tres grandes reprimendas en 24 horas ponen de relieve el disgusto del tribunal con la manera de ejercer la defensa del abogado de Jordi Sànchez

El abogado de Jordi Sánchez, Jordi Pina, durante la sesión del juicio.Vídeo: EFE

El escritor y jurista alemán Ferdinand von Schirach cuenta en uno de sus libros que un agente de policía le dijo en cierta ocasión a un magistrado que los abogados defensores no son más que frenos en el coche de la justicia. El juez le respondió que un coche sin frenos no sirve para nada. Y luego añadió: “Un proceso penal funciona solamente en el marco de este juego de fuerzas”. A las 17.30, en el Salón de Plenos del Tribunal Supremo, el coche de la justicia sufre un pinchazo. El juez Manuel Marchena, por segunda vez en la jornada y por tercera en 24 horas, reprende con dureza a Jordi Pina, el abogado defensor de Jordi Sànchez:

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—Esto no es serio, señor Pina. No es serio. Y usted normalmente se comporta como un letrado serio, pero no se está comportando como un letrado serio.

El abogado Jordi Pina, que ya venía apuntando maneras en jornadas anteriores, vuelve a convertirse en el protagonista del día, arrebatándole el papel al comisario Juan Carlos Molinero —que por la mañana ratificó que Puigdemont valoró declarar la independencia si el 1 de octubre se producía un estallido de violencia— y a los 14 guardias civiles que, a razón de 10 minutos cada uno, han ido relatando que aquellos que gritaban “somos gente pacífica” y levantaban las manos, por lo bajini les daban patadas y les gritaban “iros de aquí, hijos de puta”. Pero la actitud de Pina —desentendiéndose a veces de los códigos del respeto para ir a enfrentarse con los testigos— ya trasciende de lo anecdótico.

El abogado, que tiene una larga experiencia como penalista y prestigio en Barcelona, se declara independentista convencido y admite que el presidente de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), más que un cliente, es un amigo. Tal vez por eso, sus intervenciones en el juicio parecen más propias de un activista que de un abogado profesional. El miércoles por la tarde fue reprendido por el presidente del tribunal después de que intentara hacer trampas con el parte médico de un agente de la Guardia Civil. El jueves por la mañana, de nuevo protagoniza un par de incidentes. El primero al advertirle a un guardia civil, en tono de amenaza, que está declarando bajo juramento. Marchena lo interrumpe: “Formule una pregunta, que las generales de la ley ya se las ha formulado el presidente”. Un poco más tarde, Pina, que no oculta cierto desprecio al percibir las dificultades expresivas de algunos agentes o tal vez su acento, trata de ridiculizar a uno de ellos preguntándole por “la etiología de los insultos” que recibieron. El juez se da cuenta y salta como un resorte:

—Señor Pina, tendrá que explicar usted a qué se refiere con la etiología de los insultos, porque el tribunal tampoco lo entiende.

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El desencuentro más sonado, y tal vez el que marque un antes y un después en la actitud de Pina, se produce a media tarde, a las 17.30 exactamente. El abogado intenta demostrar al precio que sea que uno de los agentes no está diciendo la verdad sobre su participación en el operativo del 1 de octubre.

—¿Usted sabe si una persona se puso con las manos delante para dialogar y la fuerza actuante lo arremetió, cayó esta persona al suelo y continuaron la marcha sin hacerle caso a esta persona? Mire, voy a ser más preciso, es que lo estoy viendo…

—No sé qué imagen está viendo— responde el agente.

En ese momento, Marchena vuelve a interrumpir al abogado y lo amonesta con severidad:

—A ver, por favor. Lo que podemos hacer es que testifique usted, en lugar del testigo si le parece. Esto no es serio, señor Pina. No es serio…

–Tiene usted razón, señoría. Pido disculpas al tribunal.

Desde el principio del juicio, Jordi Pina se sienta entre Andreu Van den Eynde, abogado de Oriol Junqueras, y Javier Melero, el defensor de Joaquim Forn. Uno y otro representan dos conceptos antagónicos. Van den Eynde, como su cliente, da por perdido el juicio y ha trasladado al Supremo su trinchera política. Melero, que a veces se lleva las manos a la cabeza como diciendo dónde me he metido, lucha a toda costa por conseguir la libertad del exconsejero del Interior. Jordi Pina lo tenía fácil. Solo necesitaba elegir un modelo u otro, pero su decisión de echarse al monte tiene alarmado al tribunal. Marchena, como el magistrado de Ferdinand von Schirach, trata de que el coche de la justicia no se quede sin frenos. Unas veces con buenas palabras y otras a bronca limpia.

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