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La izquierda perdida en una sopa de siglas

La eclosión de siglas y coaliciones que hasta ahora aglutinaba la marca Unidas Podemos amenaza con reducir el número de escaños a la izquierda del PSOE

Lucía Abellán
De izquierda. a derecha: Rafael Mayoral, Íñigo Errejón, Alberto Garzón. Irene Montero y Pablo Iglesias, en Congreso en una imagen de marzo del año pasado.
De izquierda. a derecha: Rafael Mayoral, Íñigo Errejón, Alberto Garzón. Irene Montero y Pablo Iglesias, en Congreso en una imagen de marzo del año pasado.ULY MARTIN

El ciudadano con intenciones de votar a la izquierda en las próximas elecciones necesitará un manual de instrucciones para orientarse. Frente al actual escenario de relativa claridad —a un lado el PSOE, al otro Unidas Podemos—, las elecciones del próximo 28 de abril (generales y valencianas) y las del 26 de mayo (europeas, municipales y algunas autonómicas) supondrán una auténtica eclosión de opciones de izquierda. Aunque la disgregación no es exclusiva de este colectivo ideológico —en el otro flanco, la irrupción de Vox ha revolucionado el centroderecha español—, la excesiva atomización progresista amplifica el fenómeno. La dispersión amenaza con pasarles factura, bien con la desmovilización del electorado más desconcertado, bien con la pérdida de votos que no logren traducirse en escaños.

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El panorama sigue siendo manejable en las elecciones generales. PSOE y Unidas Podemos continúan como las dos grandes marcas de la izquierda, aunque ha surgido un nuevo partido dispuesto a disputarles el electorado. Se trata de Actúa, la formación que lidera Gaspar Llamazares (exdirigente de Izquierda Unida), y que ve en su proyecto “una muestra de pluralismo, no de disgregación”. La elección se complica más al descender a los ámbitos municipal y autonómico, con una profusión de siglas que en buena medida son escisiones de Unidas Podemos por batallas internas.

“Nuestras gentes no se merecen esto. Hay que hacer política a lo grande, sobre todo en este momento de excepcionalidad, en el que nos lo estamos jugando todo”, reflexiona Yolanda Díaz, una diputada de Unidas Podemos cercana a Pablo Iglesias, líder de la formación morada, y muy curtida en esos vaivenes. Procedente de Izquierda Unida, Díaz se integró en la confluencia gallega de Podemos, En Marea. La coalición ha saltado por los aires y ahora se presentará a las elecciones generales en dos bloques (más una parte, Anova, que se retira). Díaz, de discurso enfático y sonrisa incombustible, se muestra combativa con quienes huyen de la casa común: “Con todas nuestras diferencias, en el fondo somos los mismos. Es tener mirada corta y poco inteligente”.

La diputada ahonda en la autocrítica —con matices— que ha expresado Iglesias al reincorporarse a la escena política después de ausentarse tres meses por permiso de paternidad. Pero una parte de ese magma a la izquierda del PSOE no parece sentirse concernido por las alertas. Apenas tres días después de escuchar ese poderoso lamento de Iglesias, IU Madrid decidió presentarse a las elecciones autonómicas sin Podemos, pero sí con una de sus corrientes: Anticapitalistas. Así, el atónito votante de izquierdas tiene a su disposición, por ahora (el plazo para inscribir coaliciones termina el 12 de abril), cuatro papeletas (la del PSOE, la de Podemos, la de Más Madrid, plataforma de Íñigo Errejón, y la de IU), sin poder distinguir diferencias programáticas claras en algunas de ellas.

Frente al mensaje oficial de Podemos, que ve deslealtad en quienes se escinden y solo reconoce cierta ingenuidad de sus líderes por no haberlo anticipado, surgen voces más críticas. Santiago Alba Rico, escritor y filósofo muy favorable a Podemos en sus orígenes, lamenta el desmoronamiento de una fuerza que “consiguió concitar la unidad de gente que estaba dispersa”. Este ensayista, que se declara “votante calculador y refunfuñón de Podemos”, cuestiona el liderazgo de Iglesias. “Apreciando infinitamente su inteligencia, creo que hoy es un líder desgastado”, argumenta.

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La experiencia de 2015

Más allá de las causas, Alba Rico advierte de las consecuencias de esta dispersión. “La ley electoral puede no reflejar en términos parlamentarios la fuerza de cada formación. El riesgo de repetir la experiencia de 2015 es muy real. Se trata de un error mayúsculo”, lamenta. Muchas voces de Unidas Podemos tienen grabado a fuego aquel episodio de hace cuatro años, cuando el PP obtuvo el Gobierno de la Comunidad de Madrid porque los votos cosechados por IU, que concurría en solitario, fueron a la papelera, al no alcanzar el mínimo requerido del 5%.

Pese a la persistencia de ese recuerdo, es muy probable que una o varias de las actuales candidaturas de izquierdas tengan un destino similar en las próximas elecciones, como reconocen algunas de las fuentes consultadas. Tampoco la confluencia es garantía de éxito. En las generales de junio de 2016, la marca Unidos Podemos perdió más de un millón de votos respecto a los obtenidos por separado en la convocatoria anterior, en diciembre de 2015.

Gaspar Llamazares es una de las pocas figuras que ven oportunidades en este maremagno. Aunque Actúa no concurre a la Comunidad de Madrid porque considera que tiene un perfil muy próximo al de la plataforma de Errejón, en el ámbito nacional sí ve opciones de arañar votos nuevos, de gente desmovilizada por sentirse huérfana en la izquierda. “Esa experiencia ha resultado virtuosa en la derecha; Vox ha recuperado electorado pasivo, que era abstencionista o estaba desencantado con otras opciones. Actúa podría responder a la misma dinámica en la izquierda”, confía el veterano dirigente.

Nicolás Sartorius, que ha vivido de cerca la evolución de la izquierda en España —fue cofundador de Comisiones Obreras y ocupó cargos en el PCE y en IU—, destaca uno de los elementos que más han desgastado a la nueva izquierda: el debate territorial. “No han sido capaces de proponer un proyecto coherente, ni de país ni de Europa. Es un movimiento con tradición de reinos de taifas. Y un partido no puede ser un conjunto de retazos”, señala. Sartorius, que abandera hoy un proyecto federalista para España y para la UE, enmarca esas disensiones en un problema que aqueja a toda la izquierda en el mundo. “No se ha hecho un diagnóstico serio de lo que significa la globalización. Y con un diagnóstico confuso, es difícil aplicar la medicina”, concluye.

La fractura de Errejón abrió la veda a otras

Los malabarismos dialécticos que ha ido realizando Unidas Podemos en torno al conflicto en Cataluña y la salida abrupta del número dos de Podemos, Íñigo Errejón, han sido los dos contenciosos más visibles de esta marca electoral. Consecuencia de la salida de Errejón ha sido también la renuncia del que iba a ser cabeza de lista a las europeas, Pablo Bustinduy. Aunque este dirigente, próximo al pensamiento de Errejón, sí se queda en el partido, su marcha atrás para liderar la lista al Parlamento Europeo ha dado una nueva muestra de desavenencias.

Las divisiones han cundido en múltiples territorios, más allá de los casos gallego y madrileño. En Cataluña, el senador Óscar Guardingo renunció hace unos días a figurar en las listas de las generales al considerar al número uno de esa lista, Jaume Asens, demasiado cercano al independentismo. En la Comunidad Valenciana, hace tiempo que Compromís va por libre y se presentará a los comicios separado de Podemos.

Uno de los últimos episodios de tensión se ha producido en Aragón. Podemos y Zaragoza en Común no han logrado un acuerdo de integración para las municipales que sí defendía Iglesias. Como en este caso, las diferentes constelaciones en el resto de España dificultan el mapa electoral del espacio a la izquierda del PSOE.

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Sobre la firma

Lucía Abellán
La redactora jefa de Internacional de EL PAÍS ha desarrollado casi toda su carrera profesional en este diario. Comenzó en 1999 en la sección de Economía, donde se especializó en mercado laboral y fiscalidad. Entre 2012 y 2018 fue corresponsal en Bruselas y posteriormente corresponsal diplomática adscrita a la sección de España.

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