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Calvo, Casado y Rivera defienden la importancia de la Constitución para asentar la democracia

Rafa Mayoral resta trascendencia al consenso del 78 en un debate celebrado en Cádiz sobre la vigencia de la Ley Fundamental y su reforma

Desde la izquierda, Rafa Mayoral, Carmen Calvo, Pepa Bueno, Pablo Casado y Albert Rivera, durante el acto.Vídeo: juan carlos toro | EFE

La vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, los presidentes del PP y Ciudadanos, Pablo Casado, Albert Rivera, y el secretario de Relación con la Sociedad Civil y Movimientos Sociales de Podemos, Rafa Mayoral han debatido este jueves en Cádiz sobre la vigencia de la Constitución y los márgenes para su reforma en un debate organizado por EL PAÍS, la Cadena Ser y la Fundación Cajasol y que estuvo moderado por la periodista Pepa Bueno.

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PP, PSOE y Ciudadanos, con matices —que se cuidaban en remarcar—, han compartido la importancia de la Constitución como pilar para asentar la democracia, la estabilidad jurídica y social en estos 40 años, Mayoral fue quien aportó la nota rupturista. Desde el principio, negó la trascendencia del consenso del 78 y apeló a la soberanía popular para argumentar sus tesis. “La mejor de las Constituciones posibles es aquella en la que el pueblo es soberano y elige cuál es su modelo y cuál es su futuro. Si defendemos a España, hay que defender a su gente. Una de las sus grandes deficiencias es que no articula mecanismos de participación directa”, dijo. Y en referencia a la reforma del artículo 135 [que se realizó con el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero en 2011 y en la que se incluyó el techo de gasto] que también centró buena parte de su discurso beligerante señaló: “A los ciudadanos en el 78 no se les preguntó si podíamos ceder la soberanía de nuestro país a los especuladores europeos”.

En el escenario del acto, el oratorio San Felipe Neri, donde en 1812, las Cortes General alumbraron la primera Constitución moderna Española —La Pepa—, coincidieron distintas generaciones —Calvo (1957) tenía mayoría para votar el texto constitucional en el 78, Mayoral (1974), aún era un niño, y Rivera (1979) y Casado (1981) ni siquiera habían nacido— y distintos puntos de vista, desde el más conservador e inmovilista de Casado, que no consideró que hubiera que tocar la Constitución, hasta el rupturista defendido por Mayoral, que abogó por dinamitarla por completo. En el término medio, Calvo y Rivera que admitieron la posibilidad de realizar modificaciones, aunque sin acuerdos sobre cuáles, cómo y cuándo. Como telón de fondo, la duda de si la coyuntura actual, con Cataluña desafiando la propia legalidad constitucional y un Parlamento atomizado donde los consensos se antojan muy complicados, es la más idónea para acometer cambios en la norma fundamental.

El líder del PP, tras hacer una defensa férrea del actual texto constitucional —“Mi generación no la votó pero nos sentimos herederos y agradecemos a quienes la hicieron posible”— apeló a los peligros innecesarios que se derivarían para el Estado español si se opta por reformar la Ley Fundamental: “Abrirla nos puede llevar a que se hable de una Constitución catalana o que se hable del tipo de Estado español: si es confederal, o federal asimétrico, o si el Senado tiene que desaparecer o no. Debates que no están en la sociedad y que no están en los partidos políticos y ahora no tenemos los mimbres”, aseguró. A media que avanzaba el debate, el dirigente popular, fue enrocándose cada vez más en la inconveniencia de abordar cambios hasta concluir con que jamás se reproducirá el consenso del 78 porque su partido no cederá en este aspecto: “España no está para bromas”.

Rivera también apeló a la necesidad de consenso para poder hacer retoques en el texto del 78, pero se desmarcó del líder del PP reconociendo que, como reformista, él no tenía “miedo” a modificar aquello en lo que todos los partidos estuvieran de acuerdo: “Igualdad, unidad, aforamiento…”. Si bien, en la estela de Casado, sostuvo que los problemas que tiene España ahora mismo no están dentro de la ley fundamental. “La precariedad laboral, la corrupción, que no haya tarjeta sanitaria única en España, que no haya enseñanza en castellano en las escuelas catalanas, ¿es culpa de la Constitución?”, se preguntó.

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En una tarde en la que todo oscilaba entre el miedo y la valentía, la vicepresidenta fue la que apeló a la función de liderazgo que se le supone a los partidos y pidió coraje a las fuerzas políticas. “No podemos esperar que sean los ciudadanos los que abran el debate constitucional. Tenemos que ser los políticos los que incluyamos en la Constitución el impulso de ética política que la sociedad está esperando”. A Calvo, estas reformas, sin embargo, tampoco le parecen acuciantes. “No es un asunto inminente, pero antes o después tendremos que afrontar este debate, no lo vamos a poder escurrir. La gente tiene sentimiento constitucional, no destrocemos ese sentimiento sin darle la respuesta que debemos darle”.

Cataluña y el artículo 155 han estado presentes como un hilo conductor invisible en todo el debate. Rivera y Casado pusieron su aplicación como ejemplo del vigor y eficacia del texto constitucional, mientras que Mayoral lo consideró como la muestra más palpable de un ataque al pueblo español. “En los social, el pacto constitucional se rompe en el marco territorial, cuando no se respeta el acuerdo originario y previo a la Constitución y se plantea un proceso en el que se rompe la relación entre el Estado y la Generalitat de Cataluña", sostuvo. La vicepresidenta no aludió específicamente a esa disposición, pero sí insistió en que se necesita “una fórmula donde encajar la crisis catalana”.

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