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Vivir a los 90

La actividad física, mental y social es clave para la calidad de vida de los 465.000 nonagenarios españoles

De izquierda a derecha, Ernesto (92 años), María Pilar (94), Presentación (90), Carmen (99) y Ramón (99) en la residencia Los Nogales de Madrid.Vídeo: B.P. (EL PAÍS)

Son más de 1% de la población española. 465.000 personas viven en nuestro país con más de noventa años, según los últimos datos oficiales. De ellos, el 72%, 335.000, son mujeres. Nacieron en los años veinte del siglo pasado, pasaron su niñez o su juventud en plena guerra civil española y se hicieron adultos en los duros años de la dictadura, la pobreza y la carestía. Cuando llegó la democracia tenían más de cincuenta años y nunca pensaron que iban a vivir tanto. Son auténticos supervivientes.

¿Cómo es la vida a los noventa? Una pregunta sin respuesta según el jefe de Geriatría del hospital Gregorio Marañón de Madrid, José Antonio Serra. "No se puede generalizar, no hay dos nonagenarios iguales", explica. "En general, gozan de una salud razonable, con un envejecimiento satisfactorio, aunque casi todos tienen enfermedades crónicas. Lo que vale para todos es que uno envejece como ha sido toda la vida, aunque los rasgos se hacen más picudos. Si de joven te quejabas mucho, de mayor serás un cascarrabias y si eras bondadoso, serás un viejo tolerante".

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¿Y la calidad de su vida? Ahí cambia mucho de uno a otro. Serra es rotundo al hacer sus recomendaciones para un envejecimiento sano: "Lo más importante es salir del círculo de confort en el que caen muchos mayores y hacer un esfuerzo para mantener la actividad física, mental y social. Esa es la clave para una calidad de vida duradera".

Ángeles da la razón al médico. Cumplió 90 años el pasado verano, es viuda, tiene nueve hijos, 16 nietos, tres bisnietos y vive con una de sus hijas. "A mí lo que me da la vida es la conversación con la familia; con mis hijos y, sobre todo, con mis nietos, que me cuentan cosas nuevas cuando vienen a verme y me explican cómo viven ahora los jóvenes. Eso me sirve para esforzarme en entender a las nuevas generaciones, aunque muchísimas veces no esté de acuerdo con ellos. Es la vida social que tengo ahora, porque la mayoría de mis amigas ya no están".

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Todas las mañanas sale a la calle, en Madrid, acompañada de su hija para ir a misa, a comprar algo, o a pasear un rato. "Cada vez me cuesta más, por la artrosis de la rodilla o porque veo peor", comenta Ángeles, "pero tengo la suerte de tener a mi hija que me ayuda". Por supuesto que ha tenido altibajos y muchas veces se ha acurrucado en ese círculo de confort que te frena la actividad y te va llevando a la melancolía; pero siempre acaba volviendo a la acción, dentro de sus posibilidades, pese a los dolores articulares, la falta de hierro o la dificultad para leer la letra de los libros o los periódicos que antes devoraba.

La vida a partir de los noventa años exige una adaptación a las nuevas circunstancias físicas y mentales. Y no siempre es fácil. "Los humanos nos aferramos a la existencia hasta el último minuto; a veces de forma inexplicable", dice Ramón, que con 99 años vive en una residencia para mayores. Está pasando unos días muy malos: "No me explico cómo no hay más suicidios entre los viejos, porque la vida se hace muy difícil".

En la residencia Los Nogales, en el barrio de Pacífico en Madrid, viven 430 internos. Todos ellos de más de 70 años y más de un centenar son nonagenarios. Para Ana María Prada, la neuropsicóloga del centro, a partir de una edad hay que adaptarse a las nuevas condiciones: "Con más de noventa años se tiene mucha menos energía y menos capacidad física y cognitiva", explica, "pero uno puede superar las dificultades que van apareciendo".

La clave es la resiliencia en cada una de las fases de la vida. "La vejez plantea nuevos retos que hay que afrontar en la medida en la que se pueda", explica la doctora. "La dificultades físicas y sensoriales impiden hacer determinada cosas, pero se pueden sustituir por otras. La clave es estar activo; son fundamentales el ejercicio físico y las relaciones sociales. No es fácil, porque las enfermedades aumentan la dependencia de los mayores y la sensación de no ser necesario".

Frente a la resiliencia está la soledad y la melancolía que produce tristeza e incluso depresión. "Cuando eso sucede", añade Prada, "además de medicarse, hay que buscar actividad y redes sociales que ayuden a sobreponerse. Es complicado, porque los seres queridos han desaparecido. Por eso, muchos mayores eligen venir a residencias en las que están rodeados de personas en su misma situación".

Ramón ingresó en el centro, junto a su hermana Luisa, hace varios años, pero al fallecer ella hace 11 meses, se quedó solo y triste. "Con 99 años y una situación física tan débil, no tengo ganas de nada", dice casi sin fuerza. "De mis amigos no queda ni uno; oigo muy mal, veo cada vez peor y me cuesta andar. Tengo cuatro sobrinos que vienen a verme de vez en cuando, pero la verdad es que cada vez me falla más el ánimo".

Es madrileño, soltero y trabajó hasta los 77 años en un almacén de curtidos de la familia. Estos días está especialmente negativo, porque ha tenido que recurrir al andador, en lugar de los bastones que utilizaba antes, para moverse por el centro.

Carmen también tiene 99 años, pero es la antítesis de Ramón. También se ayuda con un andador al mover su pequeño cuerpo y afirma que está a gusto con su vida; que es feliz. "Tengo la cabeza bastante clara e intento hacer todo el ejercicio que me permite mi edad", dice con alegría. "Soy la primera que llega a la sala del desayuno, una vez que me ayudan a levantarme y a ducharme, y no me pierdo ninguna de las actividades”.

¿El secreto para vivir tanto? "Estar a gusto con lo que te toca", dice Carmen, que está deseando llegar a los cien años. Nació en un pequeño pueblo de Teruel y pronto se trasladó a Valladolid en donde trabajó en la una fábrica de confección de ropa de niños. Nunca se casó y asegura que la vida la ha ido muy bien, que ha sido feliz. "He viajado por toda España, Francia, Italia… y nunca pensé que iba a vivir tantos años". En lo que coincide con Ramón es en que las nuevas generaciones son demasiado exigentes.

También Presentación, 90 años, critica a los jóvenes de ahora. “Son caprichosos y maleducados”, dice recordando la durísima infancia que le tocó vivir. Es viuda y tiene tres hijos, tres nietos y dos biznietos. “Con 11 años tenía que ir al puesto de verduras de mi madre y con 17 empecé a coser pantalones.”, explica. “A base de trabajo, mi marido y yo pudimos dar estudios a nuestro tres hijos, pero hemos tenido una vida llena de sacrificios. Luego me quedé viuda y he sufrido muchas enfermedades. Me han operado nueve veces, la última de cáncer de colon”.

A pesar de todo, Presentación dice que le gusta vivir, que es feliz y que quiere durar todo lo que pueda. “Lo importante es tener paciencia y saber vivir lo que te toca”, añade. “Mi madre vivió 92 años y yo disfruto con la visita de mis hijos y mis nietos. Los días se hacen largos a veces, pero hago manualidades o me relaciono con las compañeras del centro. Solo me queda viva una amiga de fuera”.

La muerte es una palabra casi tabú en el centro. Solo se piensa en ella en los momentos difíciles, que los hay, porque los problema de salud acaban haciendo mella en los mayores. Según los geriatras consultados, la debilidad física provoca muchas veces depresiones; sobre todo a los ancianos que viven solos y dependen de cuidadores externos. No hay estadísticas de ancianos que viven solos, pero se cuentan por decenas de miles.

Ernesto, 92 años, tuvo que dejar su casa porque no podía aguantar el ritmo económico que necesitaba. “Llega un momento en que no puedes pagar el piso, las facturas, la colombiana que nos cuidaba o la comida”, explica. “Por eso me vine con mi mujer, de 88 años, al centro y echo de menos mi casa, mis libros, mis papeles... pero aquí lo tienes todo resuelto y encuentras compañía”

Carpintero de profesión, navarro, está casado, tiene cuatro hijos, nueve nietos y 3 bisnietos. “Llevamos una vida monótona, pero te acostumbras a todo. Tengo una salud razonable, unos hijos estupendos, buenos amigos y alguna afición que me ayuda a pasar el tiempo. Escribo siempre que puedo y he hecho un libro de anécdotas de mi vida”.

“¿Para qué vive uno?”, se pregunta Maria Pilar, 94 años. Y no sabe dar una respuesta, aunque dice ser feliz con la familia que tiene y le visita. Está muy orgullosa de que todos tengan estudios. Es viuda, tiene dos hijos, cuatro nietos y siete biznietos. Lleva un colgante en forma de corazón que dice “abuela, te quiero” y se mueve con bastante energía por el salón del centro. “Soy una mujer de campo”, dice, “de cerca de Barco de Ávila y he trabajado toda mi vida, o sembrando patatas, o en una taberna que tuvimos en el pueblo y al final, de modista”. Como Ernesto, dejó su casa para no estar sola y lleva dos años en la residencia. “Me adapto a lo que viene y espero vivir ´muchos años”.

“La vejez llega cuando uno piensa que está al final del camino”

Cumplirá 91 años en abril, pero mantiene una actividad frenética. Bienvenida Pérez, presidenta de la Asociación de Amas de Casa y Consumidores de Ciudad Real, asegura que el secreto de la longevidad es tener ilusión por las cosas que se hacen; aunque reconoce que le asusta la enfermedad, de la que se ha librado durante toda su vida. “La vejez llega cuando una persona piensa que está al final del camino”, dice mientras conduce el coche en el que nos lleva a estación del AVE de su ciudad.

Nació en Tomelloso, pero siempre ha vivido en la capital, en donde sus padres la educaron en la libertad y en la igualdad. Su padre fue encarcelado durante la guerra civil y vivieron momentos duros durante la dictadura de Franco, que ella trata de olvidar. Pero Bienvenida, la mayor de cuatro hermanos, tuvo muy claro lo que quería: estudiar, trabajar y vivir plenamente. Estudió perito mercantil y empezó a trabajar como contable en una empresa de automoción de la que acabó haciéndose cargo.

Aunque dejó de trabajar cuando se casó, estudió pintura y se dedicó a vender sus cuadros. Fundó con 40 años la asociación en la que trabaja (“sin cobrar un euro”, aclara “vivo de la pensión de viudedad”) y a la que se dedica en cuerpo y alma.Tiene dos hijos y tres nietos y enviudó hace 12 años.

“Me levanto todas las mañanas con ilusión pensando qué voy a hacer, y lo hago con alegría” explica. “ Me cuido muchísimo, hago todas las mañanas mi tabla de gimnasia y luego empiezo con mis actividades en la asociación y mi vida social. Aunque sé que debería andar más, voy a todas partes en coche, porque me gusta mucho conducir. Además, mantengo la tensión en 13/7, que no está nada mal para mi edad”.

Su agenda diaria está llena de reuniones, actos e incluso viajes. “En la asociación organizamos también viajes culturales. El próximo será a Portugal”. No quiere hablar de política, aunque fuera durante 16 años concejal del ayuntamiento de Ciudad Real por las listas del PSOE. Sí reconoce que no le gusta mucho la deriva en la que ha entrado España en los últimos años. “Son malos tiempos para los jóvenes”, dice pensando en sus nietos.

¿Cuáles son sus miedos? Se queda pensativa y al final dice: “No pienso en mis miedos, porque me asusta. Por ahora, mis ilusiones pueden a mis miedos y consigo ser feliz.” ¿Tiene miedo a la soledad? Aquí responde muy rápido: “No; nunca me he sentido sola. Vivo con una hija que se ha separado y que me ayuda en todo. Además, estoy todo el día rodeada de mujeres de la asociación”.

La soledad es precisamente uno de los graves problemas de los mayores en España. A falta de estadísticas fiables, los expertos consideran que hay decenas de miles de mayores de 90 años que viven solos. Sobre todo en las grandes ciudades, en donde viven más de 85% de los nonagenarios españoles y la vida es más difícil para las personas con problemas de movilidad. En las poblaciones de menos de 2.000 habitantes tan solo viven 57.532 mayores de 90, frente a los 466.585 de toda España.

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