‘Fun fun fun’ tras el portazo de Sánchez
El interés del debate de ayer, tras el convencimiento de que el candidato no iba a ser investido ni lo será el viernes, era saber si el secretario general del PSOE iba a explicar cómo iba a cumplir su doble no. El primero estaba claro, Pedro Sánchez no va a permitir la investidura de Mariano Rajoy. Sin embargo, los españoles nos quedamos ayer con las ganas de saber cómo va a cumplir el líder de los socialistas su promesa de que no habrá nuevas elecciones el 25 de diciembre.
Es comprensible que al PSOE le cueste mucho facilitar un Gobierno de un partido que está más imputado que El vaquilla. Y más, si el candidato no ha hecho esfuerzo alguno para ganarse la abstención de los socialistas. Pero las palabras y los silencios de Sánchez desde el 26-J hacían presagiar que había un plan b. Algo que, por lo menos hasta hoy, no parece existir. “Cuando lleguemos al río cruzaremos ese puente”, dijo el líder de los socialistas hace unos días. Mañana estará Sánchez al borde de ese río.
A la vista de cómo ha ido endureciendo su discurso en las últimas semanas y de su portazo de ayer, parece que Pedro Sánchez está enviando el mismo mensaje al presidente del Gobierno en funciones y a los barones de su partido: ni voy a permitir un Gobierno de Rajoy, ni voy a ceder a las presiones de un sector del PSOE que quiere pasar a la oposición y recomponerse en los próximos años.
Teniendo en cuenta que no hay alternativa real (salvo que el PSOE quiera formar un Gobierno con 85 diputados frente a 88 de unos aliados que le llevarían al caos), algunos nos hemos quedado con la idea de que Sánchez quiere llegar a unas terceras elecciones. En su entorno aseguran que las encuestas auguran que ganaría algunos diputados, aunque se olvidan de decir que unas hipotéticas nuevas elecciones harían más fuerte al PP.
Lo más preocupante es que, a medida que pasan los días, el nivel de desafección de los españoles va en aumento. El enfrentamiento de ayer entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez nos ha devuelto a los peores vicios del bipartidismo, con el agravante de que los nuevos partidos siguen siendo residuales a la hora de inclinar la balanza hacia un lado u otro.
Tras el debate de ayer, y la segunda votación de mañana, vuelve el fantasma de unas nuevas elecciones el 25 de diciembre, fun fun fun. O el 18, si tras la vergüenza del nuevo fracaso los políticos pactan una modificación en la Ley Electoral dejando en una semana la duración de la campaña. Una venda que no podrá taponar la sangría que sufre ya la reputación política e institucional en España.
La única esperanza es que las elecciones autonómicas de Galicia y el País Vasco, el 25 de septiembre, agiten las aguas socialistas y los barones abandonen ese silencio temeroso y convoquen un Comité Federal en el que se debata en profundidad cuál debe ser el papel del PSOE después de haber perdido 5 millones de votos desde 2011.
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