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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Rumbo directo a pactos y coaliciones

El barómetro del CIS permite explicar el repentino giro pactista adoptado por Sánchez

Para un partido que viene de las catástrofes electorales de 2011, la renovación interna se ha hecho con tantos recelos que el PSOE se arriesga a convertirse en un valor de refugio para los que no quieran votar al Partido Popular ni a Podemos. Pero ese papel no es el de una fuerza capaz de liderar, sino el de un partido que se ajusta más al papel de bisagra o de apoyo externo al ganador de las futuras elecciones. Tampoco es un rol baladí en un panorama de mayorías tan débiles como las que dibuja el barómetro del CIS, que confirma la idea de que los futuros gobiernos del Estado serán de coalición; pero no es, desde luego, el papel tradicionalmente jugado por el PSOE como alternativa de gobierno.

Las posibilidades de Podemos dependen estrechamente de los votos que consiga arrebatar en los antiguos caladeros de IU y de los socialistas. Los efectos de la acometida son descarnados en ambos campos, pero en el del PSOE resulta más chocante porque este partido carece de cultura de cohabitación. La figura del político “fuerte” y muy resolutivo está arraigada en una fuerza política que fue dirigida por Felipe González, primero, y por José Luis Rodríguez Zapatero en el primer decenio del siglo, tras un interregno de crisis internas. Los socialistas son una máquina electoral y de gobierno; tienen muchas dificultades para vivir entre guerras de baronías e incertidumbre de proyectos.

El barómetro del CIS traduce toda esa situación y permite explicar tanto el repentino giro pactista adoptado por su líder, Pedro Sánchez, como la anticipación electoral en Andalucía. Consciente de que el paso del tiempo deteriora las posibilidades socialistas, Susana Díaz intenta poner pies en pared en la comunidad autónoma que cuenta con la organización socialista mejor implantada. Lucha con la esperanza de una victoria que cree un efecto de arrastre para todo el PSOE, consciente de que, si no, las posibilidades de un proyecto político autónomo se vendrán abajo. Y Pedro Sánchez, después de muchos titubeos, se ha dejado convencer por los que le dicen que su hueco es el de la política institucional.

No es lo mismo comenzar el año electoral tratando de demostrar que el PSOE sigue siendo una de las patas del bipartidismo, que cederle esa plaza a Podemos y descolgarse al tercer puesto del podio, como apunta el CIS. El sorpasso al PSOE, que Julio Anguita no consiguió nunca con IU, puede lograrlo Pablo Iglesias con la marca Podemos. De paso, la lucha entre las izquierdas encubre y disimula el bajo nivel de forma del PP como primera fuerza política española, que de nuevo confirma el rumbo directo hacia pactos y coaliciones como salida política.

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