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El agua potable canadiense no es para todos

Miembro del G7 y poseedor de las terceras mayores reservas de agua dulce del mundo, Canadá ha sido incapaz de garantizar el acceso seguro a este líquido vital en numerosas comunidades indígenas

Una ocupación de población indígena en protesta de la falta de servicios sociales. En el cartel: "Agua es vida. Protege lo sagrado".
Una ocupación de población indígena en protesta de la falta de servicios sociales. En el cartel: "Agua es vida. Protege lo sagrado".Roberto Machado Noa (LightRocket via Getty Images)

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Canadá, el país con la calidad de vida más alta en América, tiene siempre a los miembros de los pueblos indígenas en el fondo de sus indicadores. En fechas recientes, el tema del acceso al agua potable ha acaparado gran parte del debate, generando vergüenza y decepción. Los canadienses poseen las terceras mayores reservas de agua dulce del orbe, mientras que representan el 0,5% de la población mundial. En este escenario, el líquido vital distaría de ser un problema. Aunque los pocos que lo reciben con agentes peligrosos han sido los mismos durante demasiados años. No todas las comunidades indígenas conviven con esta calamidad, pero las cifras inquietan.

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Justin Trudeau se comprometió en la campaña electoral de 2015 a poner fin a las dificultades de acceso al agua segura en estas poblaciones. Tras ganar en las urnas, señaló que todo quedaría solucionado a más tardar el 31 de marzo de 2021. El pasado 25 de febrero, Karen Hogan, verificadora General de Canadá, entregó un informe al Parlamento. “Ottawa no ha estado a la altura”, comentó Hogan ese día, señalando que el ministerio de Servicios Indígenas no había brindado “un apoyo adecuado” a varias comunidades en este asunto. El Gobierno de Trudeau, informó Hogan, no alcanzaría su objetivo. En 2015 había 160 avisos para hervir el agua en reservas indígenas (avisos en vigor, como mínimo, durante un año). Según el informe, 60 continuaban activos –al menos hasta noviembre– en 41 reservas; 47% de los mismos datan de hace más de una década. Hogan dijo que, pese a que la pandemia ralentizó los proyectos, muchos ya acusaban retrasos considerables.

Nicole Hancock administra el Equipo de Agua Potable Segura, un colectivo canadiense integrado por operadores de plantas de tratamientos indígenas y asesores científicos. Hancock comenta: “A menudo, las comunidades reciben el sistema de tratamiento que tiene el coste más bajo y no necesariamente el que tratará de forma suficiente su fuente de agua de mala calidad. Los contratistas presentan muchas veces la oferta más barata”. Las comunidades afectadas están ubicadas sobre todo en las provincias de Ontario, Manitoba y Saskatchewan. Los indígenas que conviven con este problema deben, como pide el Gobierno federal, hervir el agua. No obstante, es frecuente que algunas familias desconfíen y adquieran agua embotellada (al menos para beberla y preparar alimentos). Aunque no todas pueden permitirse este gasto.

Los indígenas que conviven con este problema deben, como el Gobierno federal pide, hervir el agua. Algunas familias desconfían y adquieren agua embotellada, pero no todas pueden permitírselo

Shirley Thompson, profesora en el Instituto de Recursos Naturales de la Universidad de Manitoba, subraya la fragilidad de los sistemas de agua en las comunidades indígenas canadienses. “El 98% no cuenta con plan de respuesta de emergencia, el 95% carece de plan de mantenimiento y el 74% no tiene un operador de respaldo certificado. En una situación como la pandemia de covid-19, esto crea graves riesgos respecto a la transmisión comunitaria”, señala.

Thompson menciona que, en términos de calidad del agua, diversos trabajos han mostrado que la contaminación de cisternas es la principal dificultad. “Al igual que los tanques, son caldo de cultivo para la H. Pylori y otras bacterias y parásitos transmitidos por el agua. La hepatitis ha sido un problema recurrente en varias reservas. También esto contribuyó en altas tasas de H1N1”, afirma. “Las cisternas se contaminan fácilmente por el suelo, las aguas subterráneas y los roedores. Se requiere de una limpieza regular, pero muchas de las reservas carecen de presupuestos adecuados para ello”, agrega.

Thompson sostiene que estos sanitarios deberían ser una medida temporal hasta que pueda instalarse una red de tuberías, pero es común que se perpetúen para ahorrar en fondos de infraestructura. “Los costes elevados en salud son absorbidos al final por los grupos autóctonos. La Oficina del Presupuesto Parlamentario calculó en 2018 que se requieren unos 3.200 millones de dólares [2.140 millones de euros] para que los sistemas de agua en las reservas estén al mismo nivel que en el resto de poblaciones canadienses. Es una inversión necesaria”, apunta.

Karen Hogan incluyó en su informe varias recomendaciones. Por ejemplo, revisar la fórmula de financiamiento para las infraestructuras y crear una reglamentación sobre la calidad del agua en las reservas. También recordó que la Ley de acceso al agua potable de las Primeras Naciones fue adoptada en 2013. Marc Miller, ministro de Servicios Indígenas, aceptó las recomendaciones y apuntó: “Estamos convencidos de que hemos emprendido el camino correcto y que levantaremos de manera efectiva las advertencias a largo plazo”. Miller ya había entonado un primer mea culpa en diciembre, respecto a que la meta fijada sería inalcanzable y había anunciado una inversión adicional de 1.500 millones de dólares canadienses (unos 1.000 millones de euros).

Para Nicole Hancock, varios avances tecnológicos pueden ayudar. Uno de ellos es el sistema de tratamiento de membrana por ósmosis inversa biológica (conocido como IBROM). “Trata el agua de mala calidad con los más altos estándares”, afirma. No obstante, Hancock insiste en que muchas reservas tienen una capacidad limitada para generar ingresos. “Es por ello que deben competir por fondos del ministerio de Servicios Indígenas y luego seguir las directrices establecidas”, añade.

El Gobierno de Pierre Elliott Trudeau comenzó en 1977 los esfuerzos para garantizar el agua segura en las reservas. Más de 44 años después, con su hijo en el cargo de primer ministro, el problema persiste

El pasado 1 de abril, el ministro Miller señaló que aún hay 54 avisos vigentes en 34 comunidades. “No pararemos hasta que todos los avisos restantes sean levantados”, declaró, aunque sin fijarse esta vez una fecha específica. Asimismo, el ministerio de Servicios Indígenas lanzará una nueva plataforma web para informar con detalle sobre cada obra relacionada con el agua en las comunidades autóctonas.

El Gobierno de Pierre Elliott Trudeau comenzó en 1977 los esfuerzos para garantizar el agua segura en las reservas. Más de 44 años después, con su hijo en el cargo de primer ministro, el problema persiste. Sin embargo, no solo es una vistosa mancha en el blasón liberal; varios gobiernos conservadores también fueron partícipes del fracaso. Chris Moonias, jefe de la reserva Neskantaga (ubicada en Ontario), declaró a finales de 2020 a la cadena CBC que jamás ha podido beber agua del grifo en este sitio. Moonias dijo que, en caso de visitar esta reserva, Justin Trudeau vería cómo la gente vive en condiciones tercermundistas. “Esta situación debería decir mucho a los canadienses. Debería decirles que este no es el país que creen que es”, expresó.

La profesora Thompson comenta que la deficiencia en los servicios de agua potable en las reservas es resultado de leyes, políticas e instituciones colonialistas. “El Gobierno federal debería considerar e incluir más en sus decisiones a los grupos indígenas. El agua es vista en este tema como un asunto puramente de infraestructuras, en vez de estar enmarcada en torno a la salud, la cultura y la gobernanza. Es un derecho humano y su calidad o cantidad no debe estar limitada por relaciones técnicas, financieras o de poder”, zanja.

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