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A 10 semanas de completar la vacunación en Chile y a más de 1.200 en Venezuela

La lucha por conseguir que la vacuna sea considerada un bien público global se abre paso en América Latina, que alberga el 30% de muertos por covid. Un contador pone en evidencia la inequidad en el reparto de dosis

Enfermeras en el Hospital San Vicente de Paúl en Medellín, Colombia.
Enfermeras en el Hospital San Vicente de Paúl en Medellín, Colombia.Javier Sulé

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Mientras algunos países presumen de tener inmunizada ya a buena parte de su población, otros ni siquiera han comenzado porque la vacuna ni está ni se la espera. Es el caso de muchos países de América Latina. La falta de inyecciones y la inequidad en su distribución ha reavivado, sin embargo, el debate y las iniciativas de la sociedad civil por liberalizar las patentes farmacéuticas y facilitar así un reparto más justo con una producción masiva. Una de las voces más decididas en conseguir que la vacuna sea un bien público global es la de la Fundación Avina, una organización que promueve el desarrollo sostenible y la defensa de las democracias en Latinoamérica, y que ha puesto en marcha un contador que sigue el proceso de inmunización global y muestra claramente el problema. Así, mientras que en países como Chile solo faltarían 10 semanas para acabar de vacunar a toda su población, en otros como Venezuela están a más de 1.200.

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Gabriel Baracatt, director ejecutivo de Avina, explica: “Nuestra región tiene el 8% de la población mundial y el 30% de los fallecidos por covid-19. No puede imperar una lógica de mercado puro, de oferta y demanda, porque hay poblaciones enteras que no van a poder acceder a la vacuna. No entendemos cómo un problema global no tiene una solución global y estemos condenados a depender absolutamente de la decisión de 7 o 10 laboratorios farmacéuticos con un mercado cautivo de 7.000 millones de habitantes”, dice desde Bolivia, a través de una videoconferencia.

Avina ha querido reforzar su mensaje y mostrar su preocupación desarrollando un portal de datos que monitorea el proceso global de vacunación, desde el porcentaje de personas que han recibido inyecciones en cada país al ritmo con el que se lleva a cabo la campaña, y calcula la cantidad de semanas que necesitaría cada Estado para inmunizar a la totalidad de su población. Para Baracatt, era fundamental brindar una herramienta de información pública que ayude a empoderar a la ciudadanía para que exija un proceso más abierto, transparente y eficiente y que a su vez desmonte el uso político que se hace del fármaco y la manipulación de la información. “A la población de un país le dicen que han llegado 200.000 vacunas y su presidente las recibe en el aeropuerto con todos los honores, pero miras la escala y no son nada en términos de la necesidad real, porque basta con mirar el contador de datos para darse cuenta de que a lo mejor a ese país todavía le faltarían 150 semanas para lograr la vacunación completa”, critica.

No puede imperar una lógica de mercado puro, de oferta y demanda, porque hay poblaciones enteras que no van a poder acceder a la vacuna”
Gabriel Baracatt, director ejecutivo de Avina

Y es que el contador de Avina ofrece datos que vistos en perspectiva producen cierta angustia. Con corte a mediados de abril, teniendo en cuenta que un año son 52 semanas, la tabla indica que a Chile solo le faltarían 10 semanas para acabar de vacunar a toda su población. Le siguen Uruguay, con 11 semanas; República Dominicana, con 36; Brasil, 38; Argentina, 50; México, 53; Costa Rica, 72; y Surinam, 77. A Colombia y Panamá les faltan 85 semanas a cada uno. La población vacunada en este grupo de países estaría actualmente entre el 5% y el 10%.

La situación del resto de naciones de la región es más dramática porque todos necesitarían más de un centenar de semanas para vacunar completamente a su población, empezando por El Salvador, con 124; Bolivia, con 156; o Ecuador, con 193. Los peores parados serían Honduras, con 569 semanas; Guatemala, con 815; Paraguay, con 869 y Venezuela, con 1.219 semanas. Es decir, de seguir el ritmo actual de vacunación y de distribución de vacunas, este país tardaría 23 años en inmunizar a su población. Ninguno ha podido vacunar ni siquiera al 1% de sus ciudadanos. Su situación es comparable a la que sufren países como Kenia o Pakistán.

Este es el panorama para América Latina reflejado en este contador, que combina los datos que registran diariamente la página Our World in Data, de la Universidad de Oxford, y la Universidad Johns Hopkins. Las cifras muestran cómo países como las Seychelles, Estados Unidos, Reino Unido o Israel tendrán a la totalidad de su población vacunada en tres o cuatro meses mientras que en los últimos de la fila aparecen países como Vietnam o Siria, que tardarían 288 y 673 años respectivamente al ritmo actual.

Un asentamiento de desplazados, con la ciudad colombiana de Medellín al fondo.
Un asentamiento de desplazados, con la ciudad colombiana de Medellín al fondo.Javier Sulé

Acaparamiento

En este contexto de capacidad limitada de fabricación y distribución de vacunas, y vistos los datos en su conjunto, la Fundación Avina denuncia también el acaparamiento por parte de los países más ricos. Juan Cristóbal Birbuet, desarrollador de la herramienta junto a Rafael López y que trabaja en Avina como responsable de monitoreo y evaluación, detalla: “Hay compras confirmadas de 8.600 millones de dosis, de las cuales los países de altos ingresos han comprado el 53% (4.600 millones), pero solo tienen el 15% de la población mundial. Así que el 85% de la población del planeta ha adquirido solo el 47% de los fármacos. Tenemos 12 países que han comprado vacunas que superan en mucho a la totalidad de su población. Esto conduce a profundas desigualdades. No se trata solo de un tema ético, sino de eficacia para lograr la inmunidad de rebaño a escala global”, señala a través de WhatsApp.

Al cocreador del contador, sin embargo, le llama poderosamente la atención de los datos el contraste entre el acaparamiento de fármacos y el lento ritmo al que avanzan muchos de esos países. Pone de ejemplo a Canadá, que dice que ha cerrado acuerdos de compra de dosis suficientes para más del 400% de su población, pero en abril solo había vacunado al 16% de la misma. Tardaría 54 semanas en concluir la inmunización.

Hay compras confirmadas de 8.600 millones de dosis, de las cuales los países de altos ingresos han adquirido el 53%, pero solo tienen el 15% de la población mundial”
Juan Cristóbal Birbuet, responsable de evaluación de Avina

Casos similares suceden con Australia, Nueva Zelanda o la Unión Europea. Y sorprende también la situación de Perú, que sin ser un país rico consiguió asegurarse la compra de dosis para algo más del total de su población, pero con su lentitud vacunando tardaría 465 semanas en hacerlo. Birbuet incide: “Queremos que se reduzca este acaparamiento para que la mayoría de la población mundial pueda acceder a la inmunización”. “Ir tan lento, por otra parte, abre oportunidades para que se desarrollen nuevas cepas que limiten la efectividad de las vacunas”, continúa. “Y es que por más que un país tenga a su población completa vacunada, mientras el resto no lo esté siempre va a ser susceptible de que el virus siga estando presente y pueda mutar en nuevas variantes”.

Tanto para Birbuet como para Baracatt es necesaria una redistribución más equitativa y que esos países cedan una parte de las dosis aseguradas al mecanismo Covax, impulsado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la única iniciativa global que trabaja para garantizar la disponibilidad de vacunas en todo el mundo. Precisamente, y en un momento en el que hay un fuerte aumento de casos en países como Brasil, Colombia, Venezuela, Perú o Bolivia, América Latina ya empezó a recibir los 26 millones de dosis de Covax comprometidas hasta mayo. La meta es poder suministrar inyecciones para al menos el 20% de la población de cada país participante durante este año.

Baracatt considera Covax una muy buena iniciativa, pero insuficiente. Insiste una y otra vez en que no hay salvación individual y se necesita de una solidaridad global en un asunto como este. “O salimos juntos, o no salimos, pero nadie va a poder salir solo. Israel, Chile o Canadá no van a solucionar el problema si solo vacunan a su población. Necesitamos que todos los países tengan niveles aceptables de vacunación y fortalecer mecanismos globales como Covax. La decisión debe partir de una convicción ética de las empresas porque, de no ser así, van a tener que ser los propios países los que lo hagan, como en su momento hizo Brasil con los antirretrovirales del VIH”.

Por más que un país tenga a su población completa vacunada, mientras el resto no lo esté siempre va a ser susceptible de que el virus siga estando presente y pueda mutar en nuevas variantes”
Juan Cristóbal Birbuet, responsable de evaluación de Avina

La pandemia ha mostrado también la peor cara de la sociedad, dice el directivo de Avina. “Detrás de la vacunación se está dando no solo inequidad, sino también el uso político de la vacuna como elemento de discriminación, y hay cantidad de casos de corrupción de personas que se saltan los protocolos para inmunizar a sus amigos sin ningún tipo de sanción”. A Baracatt le preocupa igualmente la ineficiencia, la ineficacia y la falta de transparencia de los gobiernos en la gestión de la vacunación, como ocurre en Brasil, a cuyo presidente señala como “una amenaza global”: “No hay ningún tipo de coordinación entre el Gobierno federal y los Estados, tampoco con la comunidad científica. Los criterios en el manejo de la pandemia son absolutamente políticos”.

La corrupción y el uso político de la vacuna no son las únicas limitantes para agilizar la vacunación. También lo es la debilidad de muchos de los sistemas de salud existentes. “Una de las grandes lecciones que nos deja la pandemia es la necesidad de reforzar la salud como bien público, ante el total abandono de muchos Estados de lo que eran los sistemas públicos de salud. Lo que ha ratificado esta pandemia es que seguimos siendo la región del planeta más desigual del mundo. Se demostró que quienes tenían recursos podían acceder a tratarse en clínicas privadas, mientras que quienes no contaban con ellos, se morían en algún hospital por falta de oxígeno”, concluye Baracatt.

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