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Columna
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El cholo sedicioso

Al candidato presidencial en Perú favorito en las encuestas le asisten razones cuando denuncia que empresas estatales pasaron a manos de testaferros de los privatizadores

Juan Jesús Aznárez
El candidato presidencial Pedro Castillo, en un acto de campaña el pasado martes en Lima, Perú
El candidato presidencial Pedro Castillo, en un acto de campaña el pasado martes en Lima, Perú.SEBASTIAN CASTANEDA (Reuters)

Pedro Castillo tiene todo el derecho del mundo a proclamar que la revolución de Túpac Amaru contra el virreinato no ha concluido, que el sistema de castas, el capital y el mercado dictan en el Perú criollo y que las Constituciones de 1979 y 1993 fueron fraguadas por los palanganeros de las oligarquías empresariales y el Consenso de Washington, que redujeron al ser humano a la condición de mercancía. Al candidato presidencial favorito en las encuestas le asisten razones cuando denuncia que empresas estatales pasaron a manos de testaferros de los privatizadores mientras el campesinado andino sigue a dos velas porque el contubernio neoliberal socializó las pérdidas y privatizó las ganancias.

Poco que objetar cuando el emergente maestro recapitula las violaciones de derechos humanos de la democracia, las sentencias que encarcelan a inocentes pobres y liberan a culpables ricos y los nichos de poder inexpugnables. Ejerce credo y libre albedrío al ponderar el terrorismo de Sendero Luminoso, justificar la dictadura del general Velasco Alvarado, que estatizó la economía y amordazó a la prensa, y tildar de claudicante a la izquierda tradicional porque ser de izquierda es abrazar la teoría marxista y bajo su luz interpretar los fenómenos de la sociedad mundial, aunque yo no me declare comunista para no asustar. Los ajustes del estructuralismo sesentero, las columnas ideológicas, políticas y culturales de mi presidencia impartirán orientación, justicia y socialismo auténtico: un Estado regulador y empresario, previa depuración de la Constitución, las instituciones y los medios de comunicación que ignoran las demandas del pueblo, porque la verdadera libertad de prensa solo será posible cuando la libere del yugo del capital. Las calamidades nacionales recogidas en el programa del partido, Perú Libre, fundado por el médico Vladimir Cerrón, admirador de legados de Lenin y Fidel Castro, serán solucionadas por el politburó y la alianza de masas y jueces.

¿Enfoque de género? No. ¿Aborto? Para nada. ¿Eutanasia? Personalmente, no. ¿Matrimonio homosexual? Peor todavía. ¿Marihuana? Por supuesto que no. Al candidato le inculcaron valores familiares y le enseñaron a cortarse las uñas, una urbanidad que inculcará al pueblo con orden y disciplina. El Perú olvidado está en su derecho de descargar en las presidenciales de junio la bilis de la frustración. Se lo concedieron los gobiernos hermanados con la corrupción y las élites enriquecidas deslomando al peón. Los cholos de los Andes y los chabolistas de Lima, machacados por el paro y la pandemia, no pretenden salir de Guatemala para adentrarse en Guatepeor, eventualmente su próximo destino, pero se entiende que emprendan el viaje atraídos por los progresistas cantos de sirena de Castillo. La partitura no es obra suya: le fue servida en bandeja por las sanguijuelas de los Estados transigentes con las inmoralidades y desmemoriados con sus víctimas, en Perú y en casi toda Latinoamérica.

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