El abrazo
Entre Luna con su chaleco de Cruz Roja, Cristina Seguí y Hermann Tertsch, tengo clarísimo quién es más patriota y más persona
La imagen es hipnótica y, sí, perturbadora. Una mujer y un hombre se abrazan en una playa. Los dos son jóvenes y guapos. Ella, blanca, blanquísima, rubita tirando a pelirroja, con una coleta alta sujeta con un lacito rosa, unas gafas de esas de varilla que vuelven a estar de moda y un chaleco de la Cruz Roja sobre un chándal de batalla. Él, negro, negrísimo, con el grueso pelo pegado al cráneo y los harapos de deporte rebozados en arena tras cruzar ilegalmente a nado la frontera de Europa. Él acaba de arribar agotado a tierra, llora a espasmos y se aferra a ella, que lo auxilia y le devuelve el abrazo apartando su rostro del de él, que no lleva mascarilla, pero sin dejar de acariciarle la cabeza. La estampa, humanidad pura, fue uno de los iconos de la avalancha de inmigrantes del pasado martes en Ceuta. Poco más sabemos de la extraña pareja. De él, solo lo que no es y lo que no tiene: no es blanco, no es europeo, no tiene dinero ni papeles, no es nadie, nunca, nada. De ella, lo que ella misma contaba en sus redes sociales antes de candarlas en cuanto trascendió la foto, quizá para evitar un protagonismo que no buscaba. Que se llama Luna. Que estudia Integración Social. Que quiere dedicar su vida a ayudar al prójimo. Y que tiene las cosas clarísimas. “Sé que no soy como el resto”, rezaba su tuit fijado. Y yo, sin saber nada de Luna, sí sé que no es como Cristina.
Cristina Seguí, periodista, tuvo ayer la suficiente hiel en el alma como para usar la imagen del abrazo para criticar “la decadencia moral buenista” de ella y una supuesta actitud lúbrica de él “aprovechando la turgencia de sus senos” en el trance. Dicen quienes saben de redes que es mejor no hacerles caso a los fascistas, ignorarlos, despreciar con el silencio sus mentiras y su odio. Ayer, sin embargo, el tuit de Seguí tenía miles de me gusta y de complacidos retuiteos echando gasolina al fuego. Entre ellos, el del eurodiputado Hermann Tertsch, cuyo sueldo pagamos todos, que añadía un miserable comentario sugiriendo de él que es un “abusador” y de ella, que es una “idiota”. Haré caso a los que saben y no les daré más bola a los que ladran. Al chico del abrazo no puedo ni nombrarlo, porque, por no tener, no tiene ni nombre. Pero, entre Luna, Cristina y Hermann, tengo clarísimo quién es más noble, más patriota y más persona. O persona, a secas.
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