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Columna
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Hablemos de lo nuestro

Habrá que estudiar algún día quién engorda a quién: si el político vendiendo sus politiqueos al analista o el analista comprando raudo el mensajito politiqueril

Elvira Lindo
Elecciones Madrid
Una mujer camina en el barrio de Vallecas, en Madrid.Bernat Armangue (AP)

Entiendo de qué se habla cuando se asegura que todo es política, pero no puedo evitar que me produzca una terrible pereza. Porque suele imponerse el sentido pervertido del término, confundiéndose política con sectarismo, con partidismo, con la defensa acrítica de los nuestros y el revanchismo ciego hacia los contrarios. Todo es política se basa hoy en un politiqueo que altera el juicio no solo de quien lo practica, sino de quien escucha. Cómo no vamos a andar todos politiqueando. Politiqueo es, por ejemplo, asumir que las elecciones en Madrid son un ensayo de las generales. Es el mantra de Ayuso, su rayo paralizador ante cualquier crítica concreta, que han aceptado sin rechistar tantos comentaristas. Si los Globos de Oro son la antesala de los Oscar, como se repite cansinamente cada año, las elecciones de Madrid se nos anuncian como la antesala de las generales. Habrá que estudiar algún día quién engorda a quién en este conchabeo: si el político vendiendo sus politiqueos al analista o el analista comprando raudo el mensajito politiqueril. Politiqueo es decir que estas elecciones van de España. Politiqueo es afirmar que el partido se juega entre Sánchez y Ayuso, politiqueo es pensar que el nacionalismo son los otros y al mismo tiempo propagar esa imagen idílica de Madrid como hogar de almas extraviadas que acuden en busca de la libertad. Ya no es cierto. No es posible sostener el mismo discurso de quienes llegamos aquí en los setenta. Madrid es en el presente una ciudad dura, durísima para muchos habitantes a los que no les llega el sueldo para la vivienda, que han visto mermada la capacidad de los servicios públicos para atenderles. Madrid son muchas ciudades, cuyas fronteras invisibles, pero implacables son la consecuencia de diferencias socioeconómicas cada vez más notables. Madrid es una de las ciudades más desiguales de Europa. Mantener la loa poética sobre la calidez de Madrid y blablablá es obviar sus deficiencias, es no amarla en la pobreza y en la enfermedad, como así se supone que son los grandes amores. Vender el dinamismo económico de Madrid en contraste con Cataluña es tratar de infundir a la ciudadanía un orgullo idiota y estéril, porque hay mucha gente que no cata nada de esa prosperidad. Convertir estas elecciones en un combate en el que solo suben al ring Sánchez y Ayuso es ignorar a líderes que han prestado su voz a los ciudadanos durante la pandemia. Mónica García, por ejemplo, no es una desconocida para quienes han seguido sus réplicas en la Asamblea. Muchos desearíamos que se debatiera sobre sanidad, no solo en gestión pandémica, también sobre educación, medio ambiente, dependencia, sobre deterioro de los servicios externalizados, sobre algo que salta a la vista, el aumento exponencial de la agresividad del tráfico en el último año, algo que cualquier peatón aprecia y que se ha traducido en más accidentes y más retiradas de carnés. Madrid, la ciudad, compensaba antes su aspereza, sus contratiempos de ciudad cara, con esa vida social rica que siempre la ha caracterizado, pero la pandemia ha hecho palpable su cotidianidad descuidada. Ignorar ese descuido clamoroso envolviendo las carencias en banderas de España, comunismos, fascismos, defensas histriónicas de la libertad o adoptando una actitud defensiva y victimista frente a un supuesto antimadrileñismo de quienes nos envidian por nuestra prosperidad es insultante.

Morder el anzuelo de Madrid como eterno paradigma del politiqueo español es, una vez más, olvidarse de su población. Es el momento de reflexionar y fomentar debates sobre el futuro. Lo están haciendo en Ámsterdam, lo han hecho en Venecia, que ya era difícil, se lo plantean grandes ciudades europeas que fagocitan a los pueblos de su entorno. Exijamos que se eleve el debate, obviemos lo bajuno, no entremos al trapo de declaraciones estrambóticas que solo sirven para desviar el foco de lo importante. Si quieren ganar unas elecciones generales, que se lo curren cuando toque. Por respeto y amor a esta comunidad, hablemos de lo nuestro.

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Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

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