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Columna
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Generalitat sometida

A quien no viva el día a día de la degradación pública catalana podrá sorprenderle que un ‘indepe’ reclame que nadie pretenda tutelar al sistema de autogobierno y que dirija ese clamor a otros ‘indepes’

Xavier Vidal-Folch
Pere Aragonès, durante su intervención en la segunda sesión del debate de su investidura.
Pere Aragonès, durante su intervención en la segunda sesión del debate de su investidura.Q. G. (POOL)
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No hi ha Govern, ni Parlament, ni programa

El autogobierno de Cataluña se plasma y enraíza en la Generalitat. Y esta cristaliza en tres instituciones, tres: Parlamento, presidente y Gobierno. Todo lo que venga en erosionarlas, mina el autogobierno, que es un sistema de autonomía y una voluntad de ejercerla y expandirla.

Oportunamente, el president en funciones y aspirante a president en plenitud, Pere Aragonès, clamó, exigió o imploró —el acento es libre— a sus socios/rivales de Junts/Waterloo, en su segundo intento de investidura, a que respeten esa tripleta: porque ostenta una “responsabilidad indelegable” y debe ejercerse “sin sustituciones ni tutelas”. A quien no viva el día a día de la degradación pública catalana podrá sorprenderle que un indepe reclame que nadie pretenda tutelar al sistema de autogobierno y que dirija ese clamor a otros indepes. Es así. La enésima estación de nuestro Gólgota.

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Pero, ¿no se exageran esos intentos de “tutela”? Veamos los textos. Según el programa electoral de Junts “el Consell per la República debe liderar políticamente el movimiento independentista” y lo primero que deberá hacer el nuevo Parlament es reconocer a ese club “como Autoridad Nacional [así, con mayúsculas], apoderándolo para liderar el movimiento”.

O como traduce la musa de Waterloo, Elsa Artadi, conviene una “bifurcación”: un organismo, la Generalitat, “más de gestión” y “otro” que encarna “la estrategia”. Hete aquí cómo se rebaja la Generalitat a mera diputación, consejo comarcal, o alcaldía de barrio. Y se encumbra al club que encabeza el fugitivo de Waterloo en fragua de la estrategia: por otra parte, no catalana en puridad, sino solo secesionista, lo único que cuenta.

Es decir, un organismo privado, no electo, adscrito a legislación foránea y carente de transparencia, mandato ni obligación de rendir cuentas, y de tenebrosa financiación, será, según Junts, quien imparta órdenes a la Generalitat electa.

Pero es que además, en su pacto bilateral, la Esquerra de Aragonès y la antisistémica CUP también “se comprometen” a alumbrar otro monstruo: a “generar una mesa de dirección estratégica”, con partidos amigos y la cohorte de organizaciones activistas que nadie ha tenido a bien elegir, para “trazar las líneas estratégicas” y preparar el “nuevo embate democrático con el Estado”. Anda ya, nois. Lo malo no es ya que excluyan de todo eso a la mitad de la ciudadanía. Lo peor es que ni siquiera se respetan a sí mismos como partidos votados por la otra mitad.

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