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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Las respuestas equivocadas de Pablo Casado

El PP debe asumir sin rodeos los problemas de su pasado y de su presente

Intervención de Pablo Casado en la reunión del comité ejecutivo nacional del PP.
Intervención de Pablo Casado en la reunión del comité ejecutivo nacional del PP.

El Partido Popular, formación política fundamental para el eficaz funcionamiento de la democracia española, afronta gravísimos problemas, algunos procedentes de su pasado —la corrupción sistémica—, otros propios de su presente —la irrelevancia de su proyecto en territorios clave de España como el País Vasco y Cataluña—. Desgraciadamente, su actual liderazgo está dando respuestas equivocadas a ambas cuestiones, como dejó evidente la comparecencia de este martes de su líder, Pablo Casado.

Los pésimos resultados cosechados por el PP en las elecciones catalanas (3,8% de los votos) del pasado domingo vienen a sumarse a las cifras también magras que obtuvo en julio en la cita del País Vasco (6,7%, en coalición con Ciudadanos). La caída que experimenta desde hace ya años la formación conservadora en dos comunidades de semejante relevancia evidencia la incapacidad de articular un proyecto que tenga una mínima influencia en estos territorios. Es un grave problema para España que el partido que encarna la opción alternativa natural de gobierno tenga predicamento casi nulo en la ciudadanía catalana y vasca. Ante semejante impotencia, con el discurso que pronunció ayer ante el comité ejecutivo nacional del PP, Casado se limitó a apuntar a otra parte. El argumento de una “tormenta perfecta” articulada para derrotarlo por sus adversarios —en la que ha implicado a la Fiscalía, el CIS y los medios públicos— es un error. Acaso le permita suavizar las críticas internas de sus seguidores más crédulos, pero posterga la asunción de sus responsabilidades y la reflexión para corregir la cuestión de fondo: la irrelevancia en dos comunidades que suman casi 10 millones de habitantes y un 25% del PIB.

En cuanto a la corrupción, Casado anunció ayer que su partido va a abandonar la sede de la calle de Génova, demasiado señalada por el escándalo de la contabilidad oculta y pagos en negro. La decisión que, de haberse tomado hace tiempo, habría tenido el sentido de pasar página llega, sin embargo, tarde. Ahora, suena como un mero intento de reducir la presión tras la debacle catalana; como una reacción improvisada ante la incapacidad de mostrar de manera fehaciente que el partido ha roto con un largo ciclo corroído por unas prácticas que no deberían tener lugar en una democracia sólida.

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En este apartado, además, parece radicalmente equivocada la decisión de no dar explicaciones sobre corruptelas pasadas. Al contrario, la solución pasa precisamente por una plena asunción de lo que ocurrió. El reconocimiento de todo ello es la auténtica manera de pasar de página, como dice querer Casado. El PP ha dado pasos para desmarcarse de unos procedimientos inadmisibles, sobre todo renovando su cúpula. La creación de un departamento que vele con rigor por la transparencia y las buenas prácticas va en la buena dirección, aunque pudo haberse hecho mucho antes. Pero eso no es suficiente mientras persista una reticencia a asumir plenamente lo ocurrido y a exigir explicaciones a quienes estuvieron al frente del partido cuando se cometieron esos desmanes.

El PP debe afrontar sus responsabilidades. Buscar culpables externos no es la solución; esta pasa por una honda reflexión y reacción de la actual dirección. El PP no termina de encontrar con Casado su proyecto político ante la presión de Vox y, en menor medida, de Cs. El líder reiteró ayer su voluntad de virar al centro y convertirse en alternativa de gobierno. Este es el camino adecuado. Pero Casado debe poner los hechos detrás de las palabras. En cambio, sigue permitiendo que destaquen de manera estruendosa las posiciones más radicales de Isabel Díaz Ayuso y practica un desleal obstruccionismo en la renovación de órganos constitucionales como el Poder Judicial. España necesita una fuerza conservadora moderada, responsable e incluyente como alternativa de gobierno. La CDU de Angela Merkel es un buen modelo para inspirarse.

Plaza de los Santos Niños en Alcalá de Henares.

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