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Tribuna:LAS CLAVES DE LA TRANSICIÓN / 3.

"El pacto lo acabamos de hacer tú y yo y basta. Sin precisar tanto esa idea debes usarla para robar a nuestros candidatos

(El Rey a Fernández-Miranda)[Torcuato Fernández-Miranda defendía la idea de -Tormalizar un pacto del presidente de las Cortes y del presidente del Gobierno ante el Rey, por el que se acordarían los pasos necesarios a dar hasta lograr la democratización plena con la dévolución de la soberanía al pueblo. No se trataba de un pacto entre iguales, precisaba Torcuato, sino de un "pacto ante el Rey, no con el Rey"].La prueba de los candidatos. Abril 1976 Cuando hablé al Rey", escribe Fernández-Miranda, "aceptó la idea de presidente en disponibilidad y todos los puntos del pacto, pero para llevarlo a cabo después, pues consideraba que el pacto expreso era peligroso para él. Estaba de acuerdo en la dirección de la misión histórica, pero los quiénes (los llamados a realizarla) no podían ser más que tres, él, yo y el nuevo presidente. [Hay que] buscar persona dirigible, realmente abierta, dice el Rey, y hacerlo [el desarrollo del proyecto] sin pacto prevío. 'El pacto lo acabamos de haber tú y yo y basta. 'Por cierto', añadió el Rey, 'se me ocurre que, sin precisar tanto, esa idea del pacto ante el. Rey debes usarla para probar a nuestros candidatos. Sí, para eso es colosal. Pero con cuidado, con habilidad, sin decir nada de su contenido o poco". Parece claro que ya se estaba buscando un ejecutor, y no un "diseñador", que debía garantizar lealtad y receptividad, aun sabiendo del contenido de la acción política "nada o poco". El presidente de las Cortes tuvo muy pronto la primera oportunidad de seguir la sugerencia del Rey y utilizar la idea del pacto para sondear a los candidatos e indagar sobre su "disponibilidad". No se trataba ni de ofrecer nada ni de jugar con la ambición de nadie. Simplemente, el paso que se debía dar era sumamente delicado, ya que de la correcta elección del candidato dependía demasiado como para actuar con frivolidad. Por otra parte, las personas con las que Fernández-Miranda habló eran verdadera y sinceramente "candidatos", personas a las que se les reconocía capacidad y lealtad. Pero la idea de "disponibilidad"' ya se había convertido en eje de la solución del problema. Ésa era la razón del sondeo, con independencia de la comprensible frustración posterior, de quienes tenían legítimas ambiciones y notables cualidades. El 15 de abril de 1976, recién llegado de Roma, José María, de Areilza solicita precipitadamente una entrevista con el presidente de las Cortes. Se reúnen ese mismo día en el domicilio del presidente y durante aproximadamente una hora, de las doce a la una de la tarde. Fernández-Miranda ha dejado unas notas sobre esta reunión. Para iniciar la conversación "a modo diplomático", Areilza comenta su entrevista con el Papa, "de este viaje lo más interesante las doloridas ofensas de que se queja el Papa. Se resiente en unos términos increíbles, me dice. 'Durante años el Gobierno español ha adoptado ante mí una actitud de permanente ofensa. Hasta tres veces supliqué clemencia en las últimas ejecuciones y fui despreciado'. Areilza subraya que le sorprendió el tono dolorido y de resentimiento". "Areilza", continúa Fernández-Miranda, "iba por la tarde a ver al Rey y no cabe duda de que quería decirle 'estuve con Torcuato'. El Rey le había preguntado varias veces: '¿Viste a Torcuato? ¿Hablaste con Torcuato?. Me da la sensación de que ahora, precisamente ahora que se habla tanto del fin de Arias, le interesaba decir: 'He estado con Torcuato'. Si no, no se explica. la prisa por vernos hoy'. Fernández-Miranda saca otra conclusión de la entrevista con Areilza. Tiene: la sensación de que éste le, está adulando porque sabe que el momento del cambio está próximo, y tiene conciencia de la compenetración existente entre el Rey y el presidente de las Cortes. "Él aspira", escribe Fernández-Miranda, "y ejerce la adulación. Quiere conquistarme y me adula, a base, principalmente, de la gran confianza que el Rey tiene en mí, de mi decisiva acción en estos momentos; de mi increíble dominio de las Cortes". Torcuato Fernández-Miranda expuso a José María de Areilza sus razones Para no aspirar a la presidencia del Gobierno, la pesar de los miedos de Arias". Acabó afirmando: "Es imposible y además no puede ser". Y añadió: "Le impactaron las razones porque aumentaban sussueños. Pero no hizo ningún comentario, lo que demuestra que le impactaron, si no las hubiera usado para su adulación". "Le expuse", continúa, "mi teoría del pacto, después que él insistió en que Arias no podía seguir. Lo captó perfectamente como una oferta. Le hizo mella. Y después de algunos minutos volvió [sobre el tema]: 'Ese pacto es muy inteligente y un nuevo presidente no podría por menos que aceptarlo". Areilza parecía. manifestarse "disponible". No bastaba. Había que serlo. Cuatro días más tarde, el 19 de abril de 1976, se produce una segunda entrevista esta vez en el despacho del Palacio de las Cortes. "El día 19 vino a verme. Me telefoneó el domingo 18 sobre las ocho de la tarde y quedó en que vendría a mi despacho de las Cortes, a las doce. Tenía interés, en decirme su despacho del jueves con el Rey. Me dijo que éste le había hablado que estaba decidido a sustituir a Arias. Aduló de nuevo, con cierto salero, sobre mi autoridad e influencia sobre el Rey. 'Lo que más me impresiona es lo mucho que te quiere'. Volvió a insistir en que el Rey estaba decidido a tomar la decisión. Arias es insostenible. Después me dijo: 'El Rey está preocupado por los obstáculos que Fraga y yo podemos encontrar en el Consejo del Reino?. Se notaba que había aquí dos cosas que le preocupaban: una, la dualidad Fraga o él. Otra, esa oposición del Consejo del Reino. Yo sólo le dije, creo que el Rey piensa más bien en ti". "Después", continúa Fernández-Miranda, "me dijo: 'Le conté al Rey tu tesis de que tú no podías ser, ni pensabas en ello. El Rey se rió y dijo: 'Pues claro, es absurdo el miedo de C. Arias a que Torcuato le sustituya, bastaba que pensara que le pude poner allí y le puse donde está. Y si está ahí es porque tanto él cómo yo vimos que ése era su puesto, y los hechos han demostrado el acierto: Torcuato me seguirá ayudando donde esté'. (Ésto confirma el impacto de mis razones en Areilza, en la conversación del jueves). Ya al despedirse le dije: 'Cuidado con Fraga, yo pienso en ti'. Se marchó lleno de gozo". No era una reflexión malévola ni cruel. Era la verdad, aunque no toda la verdad. Era verdad porque el Rey siempre pensó en Areilza e incluso, como se ha señalado, lo situaba en el primer lugar de la lista de candidatos a presidente del Gobiero. Era verdad porque, efectivamente, Torcuato prefería a Areilza más que a Fraga, ya que veía a aquél más claro y a éste más confuso. Era verdad porque Fraga tenía- sus propios recursos de poder y, si no un enemigo, era un adversario no desdeñable. No era toda la verdad porque Torcuato prefería ya entonces a Adolfo Suárez, quien le parecía más sinceramente "disponible" que Areilza o Fraga, personalidades con apoyos propios que podían entrar en contradicción con el proyecto del Rey. Suárez garantizaba un gobierno del Rey. La personalidad de Areilza o la de Fraga darían lugar aun gobierno Areilza o a un gobierno Fraga. No era toda la verdad, porque Areilza, no garantizaba suficientemente la tranquilidad de la extrema derecha, a la que había que derrotar de un solo golpe, sin previo aviso y de forma irreversible. No era toda la verdad, porque las posibilidades de Areilza en el Consejo del Reino eran escasas y el precio que se debía pagar para sacarlo adelante era demasiado caro. El Rey comienza a dudar de Areilza. 19 abril 1976 No era toda la verdad, en fin, porque el Rey empezaba a dudar de Areilza; no de su lealtad ni de sus convicciones y voluntad democratizadoras, sino de su "disponibilidad" y de su capacidad objetiva de servir al proyecto de la Corona sin crew males mayores. Ese mismo día, en el despacho del presidente de las Cortes con el Rey, la candidatura de Areilza pierde fuerza, sin duda por su misma fuerza, pero se vuelve a hacer explícita la necesidad de un cambio inmediato. Don Juan Carlos siente la urgencia de encontrar el sustituto de Arias. "Es necesario", dice, "tomar ya la decisión sobre a quién hay que nombrar, sin tener esto decidido no podemos ir a lo otro. "Yo", dice Fernández-Miranda, "le repetí mi tesis, que no le gusta: lo decisivo es crear la vacante, las decisiones políticas se hacen difíciles en lo abstracto o en la mera expectativa, la imaginación enreda; se facilitan en la creación de la situación concreta que ayuda a decidir". En abril de 1976 los tanteos y los globos sonda habían provocado algunas filtraciones internas que no trascendieron a la sociedad. Por otra parte, la desafección a Arias de la mayoría de sus ministros -crecía por momentos. El día 22 Torcuato escribió: "Pérez de Bricio y Lozano vienen a. verme porque el, Rey les dijo: 'Por qué no habláis con T.'; pero no añaden nada. Ataques a Arias, claros en uno, velados en otro, y una grar ambición en el primero. Pérez de Bricio me dijo que el Rey le había hablado de Adolfo Suárez como posible candidato a presidente". La táctica acordada entre el Rey y el presidente de las Cortes de insinuar y observar reacciones no podía impedir rumores, pero no provocaba compromisos, comportaba un riesgo de filtraciones; sin embargo, tal riesgo era entonces más peligroso para los candidatos que para el proyecto de la Corona. Días más tarde, Torcuato Fernández-Miranda habla con Adolfo Suárez de su conversación con Pérez de Bricio y Lozano: "Me dice [Adolfo Suárez] que P. de Bricio le contó que el Jueves Santo estuve tres horas con el Rey y que éste le había dicho que pensaba en él, en Adolfo Suárez, para presidente del Gobierno". Suárez dice que lo negó, pero se queja de la insinuación: "Estoy aterrorizado con ligerezas de esta índole". Fernández-Miranda reflexiona: "¿Por qué [está aterrado de la ligereza]? ¿Porque llegue a Arias o porque estropee sus sueños?". Torcuato estaba cada vez más convencido de que Adolfo, era la persona idónea, pero aún tenía que convencer al Rey y, en el fondo, aún debía convencerse a sí mismo. Todavía duda porque ignora qué hay en Suárez de legítima ambición y qué hay de codicia de poder, cuánto de voluntad de servicio y cuánto de crudo deseo de mandar. "Sigo creyendo", escribe, "que A. Suárez ofrece ventajas para la operación, pero no me gusta la facilidad con que acepta esa posible responsabilidad; no ha vuelto a su tesis 'tú eres el único' desde la cena en que mis palabras debieron sonarle como las de las brujas de Macbeth". Acaso pueda decirse que la más importante baza de Suárez, aparte de sus sobresalientes cualidades personales de capacidad de diálogo y de energía política, era la versatilidad, pues ésta facilitaba su lealtad a un proyecto ajeno, el de la Corona. La perplejidad de Suárez ante lo que él consideraba un cambio de rumbo en la actitud del presidente de las Cortes, junto con su abierta disponibilidad y su notable confusión respecto a los caminos que se debían seguir, le aproximaban, creciente e inconscientemente, al retrato robot. Recordemos que Suárez se había entusiasmado con la- recuperación -de la Comisión Mixta Gobierno-Consejo Nacional, por entender que era una idea cara a Torcuato Fernández- Miranda, puesto que él había sido su promotor. Recordemos, asimismo, que Torcuato la aceptó como una vía para ganar tiempo (como anteriormente se podría recordar cuándo la había propuesto. como una vía para perderlo), convencido de la inutilidad del camino y de la inviabilidad de una reforma sustantiva "desde arriba"; consciente, en fin, de que la única reforma posible "desde arriba" era la procesal. En esta época, Adolfo Suárez aún estaba convencido de que el camino era la reforma sustantiva de las leyes fundamentales, empezando por la Ley de Sucesión, pero, al parecer, no era esto lo más importante. "Lozano le había dicho", escribe Fernández-Miranda, "que yo no era partidario de que la Ley de Sucesión entrara con toda la reforma a referéndum. Le volví a decir que la reforma en bloque no pasaría por las Cortes. 'Pero ¿vas a decirme', replicó Suárez, 'que la labor de la Comisión Mixta es inútil? Entonces, ¿para qué las normas de urgencia?'. No quise volver a explicar mi tesis: la reforma desde un solo punto. Le dije sólo: 'Pero ¿no está antes la sustitución de Arias?' Esta pregunta le hizo tranquilizarse. Tengo que estudiar más detenidamente a Suárez". Después de lo expuesto, parece claro que no es correcta la tesis de que el Rey y el presidente de las Cortes pensaran desde el principio en Adolfo Suárez como futuro presidente del Gobierno, y que, por ello, se forzara a Carlos Arias para que lo nombrara ministro. La selección de Suárez, requirió fasesprevias. Primeró, desactivar el enorme poder que Arias tenía en 1975 sobre el aparato del Estado. Después, una lenta ocupación de esferas de poder en ese aparato, preparando las instituciones para la revolución material que se avecinaba. Por último, seleccionar a la persona idónea que ejecutara el proyecto. Ahí emergió la figura de Adolfo Suárez y el apoyo, dubitativo pero intenso, de Torcuato Fernández-Miranda, que logró vencer las reticencias del Rey. En junio de 1976, tras numerosas conversaciones y reflexiones, el Rey convino en que quien más se aproximaba al retrato robot del futuro presidente del Gobierno era Adolfo Suárez. Para entonces, los mecanismos institucionales estaban debidamente engrasados. El Consejo del Reino estaba preparado. La mayoría de los expertos estaba convencida de que el nuevo presidente del Gobierno sena un político de notoriedad, conocido por la opinión pública y apoyado por los principales poderes fácticos. Sin embargo, don Juan Carlos volvió a jugar fuerte, se implicó personalmente en la decisión, implicó a la Corona, y fue protagonista al arriesgarse a que si su elegido paya presidente del Gobierno fracasaba se responsabilizase de ello a la Monarquía. El Rey volvió a ganar pese a que tuvo todos los pronósticos en su contra. Copyright Lo que el Rey me ha pedido (Plaza y Janés).

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