Asiste a un encuentro con Leila Guerriero
La escritora y columnista de EL PAÍS charlará con los suscriptores sobre ‘La llamada’, su último libro, en un evento exclusivo
La escritora y columnista de EL PAÍS charlará con los suscriptores sobre ‘La llamada’, su último libro, en un evento exclusivo
Cuenta Leila Guerriero que entre las preguntas que le hacen hay una recurrente: ¿qué le pasa al escuchar historias como las de Silvia Labayru? Lo importante, explica, no es lo que le pasaba a ella
Silvia Labayru, quien fuera secuestrada y torturada en la Escuela Superior Mecánica de la Armada (ESMA) durante la última dictadura argentina, es la protagonista de ‘La llamada’, el más reciente libro de Leila Guerriero
Estás leyendo esto que no te habla a vos ni de vos. Que habla de que todos llevamos, a veces, el mismo nombre sin apellido, huérfanos ancestrales
Berna González Harbour inicia este ‘podcast’ en el que charla con autores que hablan de su obra y recomiendan otros libros a los oyentes
Viajo de manera insensata, leo de forma suicida y siento pánico, aunque también euforia (quizá no pueda darse una cosa sin la otra) cada vez que me subo a un tren o me embarco en un libro
La escritora explica cómo abordó en ‘La llamada’ la narración de la vida de Silvia Labayru, torturada y violada en la ESMA y, después, repudiada por sus compañeros
La periodista rastrea la vida, la familia y el entorno de Silvia Labayru, secuestrada en 1976, que no ha renunciado al humor, al amor ni a la vitalidad
Lancé unas cuantas señales de ajuste y, después de un momento de zozobra, pasé al otro lado del espejo. Era un día pomposo por donde se mirara
No hay que buscar respuestas. Sólo hay que aventurarse y seguir
Un círculo oscuro: una multitud acepta los azotes de su dominador y, a su vez, pide azotes contra su prójimo, un poco para ser cómplice y otro poco para vengarse de los azotes del que domina
Nos habíamos visto dos horas antes, volveríamos a vernos en casa en pocas horas más, pero nos abrazamos como desconocidos y nos despedimos con dificultad, como si no fuéramos a reencontrarnos nunca
Me tendí al lado de mi padre. Le toqué la cara. Fue una cercanía extraña. Jamás lo había tocado así y supe que no volvería a hacerlo
¿Dejar de pensar? ¿Existe un horror más grande que ese? Aunque siento reverencia por la idea de aquietar la mente, y sé que eso no se logra en 10 minutos, me puse de pie y me fui a correr
Imagino que el amor, cualquier amor, es eso. Una navegación en solitario con un punto en común, cada tanto
Es muy relevante mostrar a personas dando alaridos, recién impactadas por el horror, en nombre de “Estamos haciendo nuestro trabajo, tenemos que mostrarlo”
A lo largo de muchas semanas, durante una época irreal en un sitio indeterminado de la Costa Brava, todo eso fue mío
No hubiera querido estar en ningún otro sitio: dos personas mirando algo con poco interés, la cabeza perdida en ensoñaciones
Me faltaba lo simple. La casa donde vivo desde abril en la Costa Brava, sus paredes blancas, el mar cubriendo las rocas como un encaje, el cielo azul Pantone
El hombre estaba sentado sobre un muro, mirando su teléfono. Sabía muchas cosas de mí. Es un sitio chico, los rumores corren rápido, como en el pequeño pueblo argentino en el que crecí
Ahí estábamos. Dos desconocidos girando sobre un trozo de roca y fuego sin más objetivo que el de respirar un rato o existir mejor
Durante un tiempo fui devota del ‘room service’, de cenar en el hotel mirando películas. Pero ahora busco restaurantes silenciosos
La imagen perfecta de la soledad es la de una persona pequeña en el patio de un colegio, aterrada y padeciendo humillaciones que nadie percibe, que a nadie pueden contar y que, cree, no terminarán jamás
El Papa se ha asegurado de mantener a los gays católicos en su corral, recordándoles que, si bien tienen derecho a estar exentos de que los encarcelen o los aniquilen en la tierra, su fe les tiene preparado un castigo mayor, una condena infinita
Llegué al párrafo final más prodigioso que haya leído en mucho tiempo. Me quedé muda
“Corré despacio”, me dijo mi padre. No sonaba preocupado. Era alguien que, desde la torre de control, está habituado a lidiar con idiotas
Nos reímos como bobos durante una hora. Por algún motivo, empezamos a hacer un recuento de novios antiguos