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La Crisis del Coronavirus
Columna
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Abrir las escuelas: México retrocede cinco años de avances educativos en la pandemia

Los efectos del cierre escolar son devastadores para niños y mujeres. Los más afectados son los hogares de estratos medios y vulnerables

Viri Ríos
Clases virtuales durante pandemia de coronavirus en México
Una madre ayuda a su hija a seguir las clases virtuales en Chilcuautla (Hidalgo).HENRY ROMERO (Reuters)

La pandemia está destrozando avances educativos logrados a lo largo de varias décadas en México. El 78% de los niños de 6 a 17 años tiene dificultad para continuar su educación desde casa, por lo que se estima que unos 628.000 alumnos abandonen la escuela a consecuencia de la emergencia sanitaria. Los más afectados son los hogares de estratos medios y vulnerables, que tienen un ingreso promedio de 7.000 pesos mensuales per cápita. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) estima que el abandono escolar aumentará un 40%, una situación inédita. En solo un año de pandemia, México borrará cinco años de avances en nivel de escolaridad.

Tener a los niños en casa no ha afectado a todos por igual. Ha impactado más a las mujeres. La pandemia ha dejado a 1,14 millones de nosotras sin trabajo y sin poder buscar un empleo, más del doble que entre los hombres. Esto se explica por la carga que representa el cuidado de los hijos. La Encuesta de Ocupación y Empleo del INEGI señala que es tres veces más probable que una mujer con hijos haya dejado de trabajar y de buscar empleo a una sin hijos. Sin escuelas, las mujeres han suplantado a maestros y cuidadores, renunciando a la vida laboral durante la pandemia.

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El tema pasa desapercibido. Cada quien se ha rascado con sus uñas. Las clases altas han creado escuelas informales que llaman “burbujas” donde grupos selectos de niños reciben instrucción privada. El resto simplemente se ha acostumbrado a no ir a la escuela. La mayoría de las mexicanas han pasado de tener una doble jornada laboral a una triple: trabajar, cuidar el hogar y educar a los hijos.

Es momento de repensar la política de cierre total de escuelas con base en evidencia científica y comenzar a generar evidencia propia y experimental para el caso mexicano.

Varios estudios han encontrado que no existe evidencia contundente de que el cierre escolar sea efectivo para reducir los contagios. Entre estos se encuentran trabajos publicados en prestigiosas revistas científicas como Pedriatics y Clinical Infection Diseases. Un grupo de investigadores de la Universidad de Cambridge analizó evidencia de 150 países y encontró efectos diferenciados. La mitad de los casos mostró reducciones de la transmisión del virus y la otra mitad resultados nulos. La mayoría de las reaperturas no estuvieron asociadas con aumentos en la transmisión.

La evidencia sugiere que la covid-19 no es igual a otras enfermedades infecciosas. El cierre puede ser efectivo para controlar infecciones siempre y cuando los brotes sean de virus con baja transmisibilidad y los niños tengan mayor probabilidad de contagio que los adultos. Esto aplica a virus como la influenza, pero no parece ser válido para el coronavirus. El SARS-CoV-2 tiene una dinámica de transmisión diferente que afecta principalmente a adultos y personas de edad avanzada.

Múltiples estudios muestran que los niños son menos susceptibles a contagiarse. Un análisis sistemático de 43 estudios en 21 países publicado por la revista científica JAMA Pedriatics mostró que los niños y adolescentes solo representan entre el 1 y 3% de los casos de covid-19. Los niños menores de 14 años tienen un 48% menos de probabilidades de infectarse que los mayores de 20 años.

La doctora Carolina Pérez Ferrer, catedrática del Conacyt del Instituto Nacional de Salud Pública, ha investigado el tema y comenta que la evidencia “muestra que los niños parecen ser menos susceptibles... [y que] el riesgo es menor en niños de preescolar y primaria, comparado con grados más elevados como secundaria y preparatoria”.

Cuando los niños contraen la covid-19, también hay evidencias claras de que es poco probable que padezcan una enfermedad grave. En países con estructuras jóvenes de población, como lo es México, la incidencia per cápita esperada de casos clínicos de coronavirus es menor. Estos datos sugieren que los niños, en particular los estudiantes de primaria, probablemente se encuentran entre los grupos más seguros para comenzar la relajación social del distanciamiento más estricto.

Esto no implica que no haya un riesgo. Si aceptamos que la exposición para los alumnos es baja, existe peligro para el personal de la escuela, los padres o cuidadores y la comunidad en general. Un gran estudio hecho por la reputada Universidad Johns Hopkins muestra que las probabilidades de contagio en un hogar con niños aumentan 30% cuando estos asisten a la escuela. El aumento incluye los contagios de niños a padres o cuidadores y los contagios de padres a padres, o de compañeros de transporte público a padres.

Abrir las escuelas alteraría el funcionamiento del país. Si los niños regresan a clases se cambiaría el patrón de contactos sociales de la comunidad. La reapertura aumentaría la movilidad y esto puede incrementar los contagios. Como mostró Hábitat para la Humanidad, el retorno de los niveles de movilidad es una de las variables más correlacionadas con el alza en la probabilidad de fallecer por la covid-19.

La decisión no es fácil. Los estudios parecen indicar que el riesgo de contagio es un espejo del nivel de contagio que existe en la comunidad donde están las escuelas. Las medidas de mitigación pueden reducir significativamente ese riesgo. Es decir, en lugares con poca transmisión del virus, las escuelas podrían considerar abrir con múltiples medidas de seguridad sin que esto supusiera un gran incremento en el riesgo de transmisión.

La reapertura sigue sin resolverse incluso en Estados donde el semáforo es verde desde hace meses, como es el caso de Chiapas o Campeche. El doctor Simón Barquera, director del Centro de Investigación en Nutrición y Salud del INSP, considera que “los niños podrían volver [a la escuela] utilizando esquemas mixtos que minimizaran los contagios y aplicando medidas en regiones que ya no estén en semáforo rojo”.

La clave es comenzar a pensar cómo se puede volver a la escuela de manera segura sin que esto requiera la vacunación de todos los profesores, algo que podría tomar muchos meses si se continúa al ritmo actual de inmunización. Y sobre todo, que las autoridades sean transparentes respecto a las razones por las cuales se están tomando las decisiones actuales.

Varias medidas podrían considerarse. Pueden solo abrirse escuelas para menores de 14 años en Estados con semáforo verde o amarillo. Dentro del Estado en cuestión, se pueden utilizar los mecanismos de seguimiento que existen para cerrar los colegios en aquellos municipios que registren las mayores tasas de contagio. Es posible implementar medidas preventivas como horarios escalonados, niños que entren y salgan en distintos momentos de la jornada para reducir aglomeraciones en el colegio y el transporte.

Debe brindarse también cubrebocas y caretas a todo el personal. O solo abrir escuelas que tengan agua y jabón para el lavado constante de manos. En donde el clima lo permita, las clases podrían ser al aire libre. Incluso se podrían hacer aperturas parciales: cuatro días de escuela y dejar que los niños estén en casa nueve días.

Hay estudios serios que plantean medidas concretas para reabrir las escuelas, sobre todo porque los impactos educativos del cierre son altísimos. Las clases por televisión son muy poco efectivas, y las clases por internet son un bien al que pocos pueden acceder. En México, solo el 13% de los niños pobres tienen acceso a la red. Más del 80% de los niños ricos cuentan con la herramienta.

El problema es que en México ni siquiera se está teniendo esta discusión. Nos estamos relegando severamente en proveer educación. A nivel global, las escuelas han permanecido completamente cerradas un promedio de 95 días, mientras que aquí llevamos 180 días. La UNICEF afirma que México ha cerrado la escuela más tiempo que el 96% de los países del mundo.

Todos los países que han seguido las recomendaciones internacionales se han enfocado en priorizar la apertura de las escuelas y mitigar los riesgos mediante el cierre de actividades no esenciales. En México ha sido lo contrario. Debido a que los padres no están organizados en poderosos grupos de interés como sí lo están otras industrias, lo que hemos visto es un Gobierno que privilegia los restaurantes, cines y hasta gimnasios, a la par que deposita en las manos de millones de mujeres la carga del cuidado de niños.

El sindicato de maestros es un poder fáctico que no permite tener estas discusiones. Sin base en evidencias ha acaparado vacunas para los maestros del Estado de Campeche. La Secretaria de Educación Pública parece estar más preocupada por proteger al sindicato que por velar por los intereses del sistema público.

Si bien la evidencia sobre el riesgo de infección por la apertura de escuelas todavía es limitada, los estudios con los que contamos sugieren que el riesgo puede ser mitigado con medidas adicionales. Por el contrario, la evidencia sobre el impacto social negativo del cierre de escuelas es considerable y sólida. Las consecuencias de tener los colegios cerrados son terribles para los niños y están incrementando enormemente las inequidades sociales. No es una decisión fácil pero es una decisión que el Gobierno debe poner al frente de su agenda.

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