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Javier Aguirre resucita para salvar al Mallorca

El exfutbolista y entrenador mexicano nombrado como técnico del club español que corría el riesgo de descender, este domingo logró que permaneciera en la última jornada de la liga

El entrenador mexicano del RCD Mallorca Javier Aguirre durante el partido de la jornada 38 de Liga en Primera División que Atlético Osasuna y RCD Mallorca disputan en el estadio de El Sadar, en Pamplona.
El entrenador mexicano del RCD Mallorca Javier Aguirre durante el partido de la jornada 38 de Liga en Primera División que Atlético Osasuna y RCD Mallorca disputan en el estadio de El Sadar, en Pamplona.Jesús Diges (EFE)
Antonio Ortuño

Un gastado refrán asegura sobre alguien que se repone de sus caídas una y otra vez que “tiene más vidas que un gato”. Quizá habría que comenzar a decir que más vidas que Javier Aguirre, ni el felino más avezado parece tener. El exmundialista (lo fue como jugador y técnico) había sido defenestrado de los Rayados del Monterrey, su más reciente club en el futbol mexicano, apenas el pasado 26 de febrero. Los malos resultados y el lastre de la mala actuación del equipo en el mundial de clubes del año pasado, en el que quedó quinto cuando se esperaba mucho más, decidieron su cese. La afición regiomontana lo repudiaba en la tribuna y las redes. Aguirre se fue del norte del país y apenas un mes más tarde, el 24 de marzo, fue anunciado como técnico del Mallorca, equipo de la primera división española que corría el serio riesgo de descender de categoría. Y este domingo consiguió que los bermellones certificaran su permanencia en la última jornada de la liga. A su modo, con esfuerzo y una pizca de milagro.

Esta nueva resurrección, conseguida en unas pocas semanas y gracias a la fuerza de carácter y la capacidad de motivación que Aguirre logra inyectar en sus cuadros, demuestra, una vez más, que este entrenador es, antes que nada, un sobreviviente. Un tipo que, como el héroe de una película de boxeo, es capaz de levantarse de la lona aunque lo consideren ya noqueado y que sigue en la lucha.

Todo mundo lo conoce como El Vasco, porque sus padres lo eran, pero Javier Aguirre Onaindia, nació en la Ciudad de México, el 1 de diciembre de 1958. Desde pequeño se preparó para ser futbolista, y supo ser un mediocampista con cualidades de sacrificio y visión de juego notables. Su carrera como jugador fue más que lustrosa. Salió de las fuerzas básicas del América (con ese cuadro ganó su único título como jugador) y desfiló por Atlante y Chivas, antes de irse al futbol español, luego de su buena actuación en la selección mexicana que disputó el mundial de 1986. Lo fichó el Osasuna de Pamplona en una época en que Hugo Sánchez era una de las máximas figuras en la liga española. Todo anunciaba que El Vasco triunfaría, pero una fractura de tibia y peroné lo dejó fuera de combate por meses. Volvió a México a quedarse con las Chivas, equipo con el que se retiró en 1993.

Los periodistas que lo cubrían como jugador apostaban a que se dedicaría a la dirección técnica. Aguirre siempre fue carismático, dicharachero, entendía bien el juego y mostró un liderazgo natural en todos sus equipos. La profecía se cumplió rápidamente. Miguel Mejía Barón lo llevó como auxiliar de la selección nacional al mundial de Estados Unidos 1994. También fue ayudante en el equipo panamericano que compitió en los juegos de 1995, dirigido por Guillermo Vázquez. Pasó, ya como entrenador, por Atlante, Pachuca, Osasuna (de vuelta), Atlético de Madrid, Zaragoza, Espanyol, Al Wahda (en los Emiratos Árabes Unidos), Leganés y los ya citados, Monterrey y Mallorca. Obtuvo títulos ligueros con Pachuca y Al Wahda y en la Concachampions con el Monterrey.

En medio de eso, dirigió en dos periodos a la selección mexicana, en los mundiales de 2002 y 2010, alcanzando en ambos los octavos de final (como ha sucedido con el equipo, por otra parte, en cada uno de los torneos desde 1994).

Las investigación que se le hizo por acusaciones de partidos amañados cuando dirigía al Zaragoza no tuvo repercusiones judiciales para él, pero sí le costó el puesto como seleccionador de Japón en 2015, cargo en el que duró menos de un año. Tampoco tuvo éxito con Egipto, que entrenó entre 2018 y 2019. Quizá se le recuerde más, en los años recientes, por su participación como comentarista del mundial de 2018 en la televisión, con su reconocido talante campechano y divertido.

Ha sido, en general, un tipo afanoso y peleón, que ha dirigido equipos medianos con resultados dignos. Una y otra vez la prensa especializada lo ha dado por muerto, cuando suma algún fracaso. Pero una y otra vez ha regresado. Y este domingo no ganó un título, claro, pero para la afición del Mallorca, equipo que llevaba seis años sin repetir en ninguna categoría, entre ascensos y descensos, al menos puede presumir que logró el objetivo para el que lo contrataron. Está vivo de nuevo.

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