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López Obrador usa la extensión del mandato de Zaldívar para una campaña de descalificación de los jueces

El presidente ahonda su pulso con la justicia y vincula su reforma del Poder Judicial a la continuidad del magistrado al frente de la Suprema Corte

Francesco Manetto
AMLO y Arturo Zaldívar
Andrés Manuel López Obrador, a la izquierda, en una comparecencia con Arturo Zaldívar, presidente de la Suprema Corte.Presidencia (CUARTOSCURO)

Arturo Zaldívar o corrupción. Ampliación del mandato al frente de la Suprema Corte o regreso al pasado. Reforma de la justicia o decadencia. Andrés Manuel López Obrador recurre con frecuencia a la retórica del “todo o nada” para justificar sus decisiones. La extensión de dos años, impuesta por Morena en el Congreso, del período de Zaldívar en el máximo órgano judicial de México no ha sido una excepción. Y el presidente la ha aprovechado este lunes para emprender una campaña de descalificación los jueces. Todo cuadra en su lógica del “o conmigo o contra mí”. Y ante las críticas de inconstitucionalidad que supone esa medida, López Obrador ha contraatacado con una amenaza. Si los jueces de la Corte no apoyan a Zaldívar van a demostrar complicidad con la corrupción, ha venido a decir el mandatario en su conferencia de prensa matutina.

El guion se repite. En los últimos meses ha sucedido con los sectores productivos a cuenta de la reforma energética. O con el Instituto Nacional Electoral (INE) tras unas decisiones que afectan a Morena. El que cuestiona los planes del Gobierno acaba de inmediato en el listado de los sospechosos de corrupción. Ahora le ha tocado al Poder Judicial y el presidente no se preocupa ni siquiera por disimular las interferencias, ya explícitas, en el principio de separación de poderes.

Al ser consultado durante la mañanera sobre el respaldo de los jueces del Supremo a Zaldívar, quien ya fue ratificado por la mayoría parlamentaria de Morena, López Obrador ha dado una respuesta que en buena medida resume su guerra ideológica. La pregunta, en realidad, no puede ni siquiera calificarse como tal, porque contenía un juicio de valor y la premisa de la respuesta. “En caso de que los integrantes de la Corte no avalen dos años más del ministro Arturo Zaldívar al frente de la misma, ¿ellos no estarían convirtiéndose en cómplices de la corrupción que tanto queremos erradicar de México?”.

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Y el presidente ha recogido el guante. “Sí, creo que, consciente o inconscientemente, por el coraje que les produce la transformación que se está llevando a cabo en el país, pues apoyan al régimen de corrupción. Porque en este caso lo que se aprobó fueron leyes para reformar al Poder Judicial y se consideró que estas reformas se llevarían a cabo siempre y cuando el presidente de la Suprema Corte y el presidente a la vez del Consejo de la Judicatura fuera una gente honorable, íntegra, que no perteneciera a los mismos grupos de poder económico y político que llevaron a la ruina el país, a la decadencia, los que avalaron la corrupción”, ha afirmado López Obrador.

Sin aportar la más mínima prueba, el mandatario ha proseguido para tratar de demostrar su tesis: “Imagínense: se hacen reformas y el encargado de conducir el proceso de transformación del poder judicial es un personaje del partido conservador, del antiguo régimen, caracterizado por el servilismo en favor de los grupos de intereses creados, sobre todo del poder económico, que nunca se preocupan por el pueblo, y a favor de la corrupción. ¿De qué sirve que se lleve a cabo una reforma así? Pues es letra muerta. Yo comentaba que sí son importantes las instituciones, fundamentales, pero también los hombres o las mujeres que las dirigen”.

El pronunciamiento del propio Zaldívar el pasado viernes, tras días de silencio, fue muy ambiguo. El presidente de la Suprema Corte no aceptó abiertamente la decisión de Morena, pero tampoco la rechazó, así que abrió la puerta a seguir dos años más al frente del órgano judicial. Y tampoco fue claro sobre las dudas sobre la inconstitucionalidad de la extensión del mandato.

El propósito de López Obrador es que el magistrado cumpla precisamente su labor de vigilancia de las prácticas de los jueces como jefe del Consejo de la Judicatura. “No generalizo, porque hay jueces, mujeres, hombres, rectos, como hay magistrados también, pero la mayoría está acostumbrado a esas prácticas [en referencia a la corrupción]. Baste decir que durante todo el periodo neoliberal no se sentenció a Caro Quintero y le concedieron un amparo porque no tenía sentencia, 27 años sin sentencia. ¿Cómo defender eso?”, ha dicho el presidente intentando justificar sus ataques al Poder Judicial. Para él la ecuación no admite excepciones: todo lo conservador es corrupto y todo lo corrupto representa lo conservador. O más bien, su idea de conservadurismo, que no tiene tanto que ver con la posición ideológica sino con el mero hecho de mostrar una postura crítica con el Gobierno.

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Sobre la firma

Francesco Manetto
Es editor de EL PAÍS América. Empezó a trabajar en EL PAÍS en 2006 tras cursar el Máster de Periodismo del diario. En Madrid se ha ocupado principalmente de información política y, como corresponsal en la Región Andina, se ha centrado en el posconflicto colombiano y en la crisis venezolana.

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