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Nueve claves sencillas para ayudar a un niño inseguro

Los psicólogos infantiles argumentan que como padres hay que prestar atención a ciertas señales frente a situaciones que les resulten incómodas y no les permitan ser ellos mismos

Una niña llora en su primer día de colegio, en la escuela Catalònia de Barcelona.
Una niña llora en su primer día de colegio, en la escuela Catalònia de Barcelona.consuelo bautista

Un alto porcentaje de niños temen en su infancia que no se les acepte por lo que hacen, son o sienten, esto les hace presentar inseguridad, miedo a fracasar, algo que, según advierten diversos expertos en psicología, puede producirse por su personalidad, la educación que reciben o su propio desarrollo madurativo. Frente a esto, los profesionales aseguran que los menores se perciben con “una autoestima y autoconcepto bajos y, normalmente, ponen barreras en su modo de actuar en ciertos momentos”. Rebeca Cáceres Alfonso, psicóloga general sanitaria, psicoterapeuta y directora en Tribeca Psicólogos, explica que muchos padres en su consulta consideran que sus hijos deberían traer consigo un libro de instrucciones. “Tener las claves en la educación y la crianza de los hijos rompería la magia y la oportunidad de ser quienes queramos ser. También perderíamos la ocasión de que tener un hijo se convirtiese en uno de los mejores aprendizajes en la vida”, señala la profesional.

La experta argumenta que existen nociones básicas y fundamentales que han de tenerse en cuenta en la relación entre progenitores y niños. Según explica, los niños configuran mapas mentales en las relaciones con sus cuidadores para entender el mundo. “Estos van a ser los esquemas que sigan en las relaciones consigo mismos y con los demás a lo largo de la vida. Así, los más pequeños se relacionarán de manera positiva o negativa, según lo hagan sus figuras de apego con ellos, algo que va a repercutir en su autoestima, en la forma en la que afrontan los problemas y, sin duda, en su estado emocional”. La experta sostiene que todo esto se refiere a los Modelos Operativos Internos de los que hablaba Bowlby en su Teoría del Apego (1969, 1973, 1980).Tener esto en cuenta será como la brújula que nos guía en la educación de nuestros hijos”, incide Cáceres.

Cada niño posee una personalidad y genética propias. Esto y sus conductas estarán influenciadas por la interacción con su padre, su madre y su entorno próximo. “Resulta fundamental lo que los padres hacen o dejan de hacer con sus hijos. Aquí no vale eso que tantas veces escucho en consulta: hemos hecho lo mismo con todos y mira qué diferencia hay entre ellos. A esto, les respondo que precisamente ese es el problema: haber hecho lo mismo con personas que tienen necesidades tan distintas”, añade. Como progenitores hay que evitar las comparaciones; la sobreprotección; infravalorar los modos de actuar o ser de los niños; generarles culpa; decidir por ellos; no reconocer su esfuerzo o potenciar sus temores. Frente a estos hechos, Cáceres subraya el valor de un conjunto de premisas en padres y madres para la crianza de los hijos:

La profesional en psicología recalca que la maternidad y paternidad es el más trepidante viaje de la vida y que será un aprendizaje “ensayo-error” constante que hay que afrontar.

“Se educa con el ejemplo”

“Se educa con el ejemplo”. Esta es una de las primeras consideraciones de Ana Carmona Campos, psicóloga infantil, que insiste en que la familia es el principal modelo para el niño en el terreno educativo. Para desarrollar esta idea, la experta acentúa que resulta de sumo alcance cuidar la forma en la que los adultos nos relacionamos, comunicamos y actuamos delante de nuestros hijos. “El menor no va a reducir el tiempo de uso de su teléfono móvil, si no observa eso en el padre o la madre; tampoco optará por probar alimentos saludables, si no lo ve en sus referentes principales. Él no será, por lo tanto, lo suficientemente autónomo y no estará muy seguro de sí mismo, si el adulto lo sobreprotege y no le deja cometer errores”, advierte Carmona.

La experta afirma que un niño inseguro y temeroso se muestra retraído, pasivo y con baja autoestima: “Debemos plantearnos qué hay detrás de ese comportamiento. Además, suelen presentar una baja tolerancia a la frustración frente a los errores y suelen verse incapaces en la toma de decisiones”. Asimismo, Carmona deja claro que los padres deben cuidar cómo se relacionan con sus hijos y evitar ciertas recriminaciones, críticas y expresiones del tipo: “Ya te dije que te ibas a caer”, “Qué torpe eres”, “No sirves para nada”, “Esto no lo intentes porque no vas a lograrlo”. “Este tipo de comentarios tendrán como resultado que el menor tenga una baja autoestima, del mismo modo ocurre, si hacemos las tareas por él y lo resguardamos en demasía, generando que piense que no es capaz de hacer cosas por sí mismo hasta tal punto que termine rindiéndose ante las expectativas del adulto y dándose por vencido”, explica la psicóloga.

Carmona añade que los padres pueden ayudar a sus hijos frente a sus inseguridades fomentando que las venzan, “para conseguir mejorar su autoestima, su autodeterminación y su seguridad en sí mismo a la hora de enfrentarse a cualquier situación, algo que es imprescindible no solo en la infancia sino a lo largo de toda su vida”. Nueve claves sencillas para poder hacerlo:

  1. Hay que conectar con los hijos, comprenderlos y ser capaces de ponernos en su lugar.
  2. Alentarles, motivarles y acompañarles, hacerles sentir que estamos allí para ayudarles sin juzgarles.
  3. Los padres y madres no debemos focalizarnos tanto en el resultado.
  4. Siempre hay que validar sus emociones: “Entiendo que te encuentres triste, frustrado, enfadado, etc.”
  5. Ayudarles a regularse: “¿Quieres que te dé un abrazo?”.
  6. Dividir las tareas en pequeños pasos: “Tú te pones la camisa y yo te abrocho los botones”.
  7. Dar alternativas: “Puedes elegir entre estas dos opciones”.
  8. Buscar soluciones: “Vamos a pensar posibilidades entre todos”.
  9. Involucrarle en su propio aprendizaje.

La experta en el comportamiento remata argumentando que como padres hay que prestar atención a ciertas señales frente a situaciones que les resulten incómodas y no les permitan ser ellos mismos.

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