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Cómo encontrar el equilibrio entre ser unos padres autoritarios o permisivos

Hay que tener presente que educar significa permitir que los niños evolucionen, dejando que tomen pequeñas decisiones aun a riesgo de cometer errores, según los expertos

Crianza hijos
Los estilos educativos de los padres van a generar consecuencias en la capacidad para adaptarse social y emocionalmente de sus hijos.Unsplash

Los estilos educativos de los padres van a generar consecuencias en la capacidad para adaptarse social y emocionalmente de sus hijos. Estos estilos hay que entenderlos de forma flexible y adaptada a cada niño, ya que cada uno tiene unas características propias y personales. Cuando hablamos de normas y de reglas hablamos de límites, y los límites son necesarios porque dan seguridad al niño, le transmiten lo que se espera de él y cuando están bien puestos fomentan el autocontrol y la autorregulación. La psicóloga sanitaria y directora de la Clínica Uditán Margot Ripoll considera que en general no es el límite lo que se debe cuestionar, sino el cómo se pone y cómo se gestiona dado que tienen una relación directa con la sensación de pertenencia, autoestima y validez. “Al principio del desarrollo los límites van muy ligados a las rutinas y necesidades de los niños, pero a medida que se van haciendo mayores la cosa se complica más, aparecen emociones más evolucionadas y son fundamentales para el correcto desarrollo de la empatía, la tolerancia a la frustración y la autoestima”.

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Para Margot Ripoll los buenos límites son aquellos que están, pero no se notan: “Deben ser pocos dado que muchos coartarían la libertad del niño y le impedirían explorar y descubrir posibilidades del entorno, también deben ser breves porque el autocontrol se adquiere progresivamente. Un niño de dos años puede aprender a esperar 2 minutos pero no 20. Los límites tienen que ser claros y bien definidos, y a poder ser en positivo y dirigidos a lo que sí se puede hacer. Es frecuente definir el límite desde el no, pero a nuestro cerebro le cuesta mucho descifrar el lenguaje inverso y en determinadas edades aún no pueden visibilizar las acciones contrarias. Así que es mejor decir saltamos en la alfombra que decirle no saltes en el sofá”. Margot nos habla sobreponer pautas coherentes y realistas con nuestra dinámica familiar, ya que nosotros también debemos asumir ese límite. Por ejemplo, no podemos exigir que guarden el móvil en la mesa si nosotros lo tenemos a la vista. Y añade como muy importante establecer los límites de forma anticipada, ya que solo así fomentan el autocontrol, la regulación emocional y el razonamiento moral.

La psicóloga Sara Tarrés nos habla del equilibrio: “Es cierto que una de las dificultades está en encontrar el punto medio entre la permisividad y el autoritarismo y que muchas veces las madres nos movemos entre ambos polos, generalmente por cansancio, estrés o por improvisación ante cuestiones que no se habían planteado hasta el momento. Es importante pararse a pensar y aprender cómo poner límites y normas a nuestros hijos porque tan perjudicial es mostrarnos totalmente inflexibles o por el contrario excesivamente condescendientes. Tampoco favorece ir cambiando de criterio en función de qué humor estemos ese día. Debemos tener claro cuáles son los valores que transmitimos con las normas y los límites que establecemos, cuál es el objetivo de ese no o ese sí y qué consecuencias tiene a corto, medio y largo plazo”.

Hay que tener presente que educar significa permitir que nuestros hijos evolucionen, dejando que tomen pequeñas decisiones aun a riesgo de cometer errores. Debemos ser flexibles en ocasiones y dejar que expresen sus opiniones, aunque ello no signifique que dejemos que se salte las normas o los límites fijados. “Escuchar, atender y entender sus peticiones, en definitiva empatizar con ellos, no significa dejar que ellos tomen el control de lo que se puede o no hacer en casa o fuera de ella. Significa tenerles en cuenta y hacerles saber que nos importan y por eso mismo explicar que somos los adultos quienes tomamos las decisiones”, afirma Sara Tarrés, autora de Mis emociones al descubierto. Guía y cuaderno emocional para trabajar en familia ( Ed Salvatella).

Para Tarrés tanto ser permisivo como autoritario son estilos educativos negativos porque impiden un desarrollo emocional óptimo y saludable de los hijos. Considera que ambos dañan la autoestima y crean niños inseguros, rebeldes y con mayor tendencia a sufrir a largo plazo algún tipo de problemas o trastornos de conducta, ansiedad o depresión. “Las madres autoritarias son madres inflexibles, rígidas, poco afectuosas y con bajos niveles de comunicación con sus hijos. Un exceso de control y falta de afecto puede provocar en nuestros hijos problemas emocionales como baja autoestima, timidez, sumisión o rebeldía. Los niños crecen con miedo a cometer errores, ya que suelen ser castigados por ellos, lo que les lleva a mentir para evitarlos”, afirma la psicóloga.

Las madres con un estilo educativo basado en la permisividad son el polo opuesto a anterior. Según Sara Tarrés “son afectuosas y comunicativas, pero creen y piensan que no se deben poner normas y límites, es por eso que los niños crecen creyendo que pueden hacer y decir cualquier cosa sin que haya consecuencias, que no tienen ningún tipo de responsabilidad y que cualquier error que cometan es culpa de un tercero. Crecen como pequeños dictadores cuyos padres están a su disposición y son más propensos a ejercer violencia filioparental, de la que tan poco hablamos”. Es por eso que, como decía Aristóteles, la virtud está en el punto medio.

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